Harkness_666
Son cuatro
Posibles SPOILERS
El director de la aclamada Ida relata en su nueva película el amor visceral entre dos temperamentos radicalmente opuestos, y sin embargo, destinados a reencontrarse una y otra vez, durante un período histórico que transcurre en paralelo a su historia personal: una guerra fría entre grandes potencias, como fría (y a la vez muy caliente) es la guerra que libran ellos dos, entre el rechazo y el deseo mutuo. No son necesariamente seres angelicales: él es un perdedor que parece buscar su propia ruina, mientras que ella es un ser inestable, primario, libérrimo también. Tienen defectos, como todo el mundo, así como zonas más o menos oscuras de su pasado. Estamos también ante una especie de La la land a la europea, al menos temáticamente, por la presencia constante de la música (folclore, jazz, clásica...), que sirve de hilo narrativo, y eso que es únicamente (creo) diegética.
Esperaba tal vez un mayor entrelazamiento con el contexto de la época (bastante revelador lo de Yugoslavia como potencia “neutral” que debe contentar a unos y otros). Destaca una ejemplar condensación narrativa, una capacidad para reducir a lo esencial una trama que abarca diversos tiempos y lugares, sin caer en el dramón evidente y mediante elipsis precisas, con una combinación de distancia y emoción muy en la línea, creo yo, de lo que nos están contando. El polaco éste recurre tanto a planos fijos de gran belleza plástica (acentuada por el blanco y negro) como a una cámara muy viva (travellings, como el de la canción de ella, primero en polaco, luego en franchute... y cómo ha cambiado todo entre medias). Está claro que este tipo busca reflejar una cierta verdad en su cine, una proximidad a lo real alejada de cualquier brillo superficial.
Hermosamente trágico el final, juntos hasta la muerte, incluso cuando ella ha tomado una decisión moralmente cuestionable (por decirlo suavemente). Hay una trasfondo no sé si tradicional, cristiano, espiritual, en definitiva, muy crítico con ambas ideologías: la doctrina socialista que convierte el arte del pueblo en propaganda, así como el postureo parisino que convierte todo en un estereotipado objeto de consumo fácil. Un final que retorna, de alguna manera, al principio, una muerte que es un renacimiento, no siendo nada casual la incursión del aria de las variaciones Goldberg bachianas en los títulos de crédito finales.
El director de la aclamada Ida relata en su nueva película el amor visceral entre dos temperamentos radicalmente opuestos, y sin embargo, destinados a reencontrarse una y otra vez, durante un período histórico que transcurre en paralelo a su historia personal: una guerra fría entre grandes potencias, como fría (y a la vez muy caliente) es la guerra que libran ellos dos, entre el rechazo y el deseo mutuo. No son necesariamente seres angelicales: él es un perdedor que parece buscar su propia ruina, mientras que ella es un ser inestable, primario, libérrimo también. Tienen defectos, como todo el mundo, así como zonas más o menos oscuras de su pasado. Estamos también ante una especie de La la land a la europea, al menos temáticamente, por la presencia constante de la música (folclore, jazz, clásica...), que sirve de hilo narrativo, y eso que es únicamente (creo) diegética.
Esperaba tal vez un mayor entrelazamiento con el contexto de la época (bastante revelador lo de Yugoslavia como potencia “neutral” que debe contentar a unos y otros). Destaca una ejemplar condensación narrativa, una capacidad para reducir a lo esencial una trama que abarca diversos tiempos y lugares, sin caer en el dramón evidente y mediante elipsis precisas, con una combinación de distancia y emoción muy en la línea, creo yo, de lo que nos están contando. El polaco éste recurre tanto a planos fijos de gran belleza plástica (acentuada por el blanco y negro) como a una cámara muy viva (travellings, como el de la canción de ella, primero en polaco, luego en franchute... y cómo ha cambiado todo entre medias). Está claro que este tipo busca reflejar una cierta verdad en su cine, una proximidad a lo real alejada de cualquier brillo superficial.
Hermosamente trágico el final, juntos hasta la muerte, incluso cuando ella ha tomado una decisión moralmente cuestionable (por decirlo suavemente). Hay una trasfondo no sé si tradicional, cristiano, espiritual, en definitiva, muy crítico con ambas ideologías: la doctrina socialista que convierte el arte del pueblo en propaganda, así como el postureo parisino que convierte todo en un estereotipado objeto de consumo fácil. Un final que retorna, de alguna manera, al principio, una muerte que es un renacimiento, no siendo nada casual la incursión del aria de las variaciones Goldberg bachianas en los títulos de crédito finales.