Por algún motivo, no me apetecía verla cuando salió, pero terminó siendo una joyita. Es, básicamente, un descenso a la naturaleza infernal de la humanidad, un viaje al estilo de Dante, pero explorando niveles de exceso y depravación desde una perspectiva nihilista. Representa la culminación de la imaginación desbordada de Tippett, adentrándose en los rincones más oscuros de su universo y en los dioses que parecen controlarlo.
La película establece su base desde el principio con un texto que se desplaza, proveniente de Levítico 26:32, que habla de la ira divina, el castigo y la desolación. Este texto, junto con la música de Berio, consolida las escrituras judías como la fundación religiosa que representa a este Dios cruel, más bien un Demiurgo gnóstico-deísta. A lo largo de la película, hay guiños y ecos de otras religiones, como el hinduismo, el budismo y el islam, reflejados en los escenarios y los restos de un mundo que alguna vez fue próspero.
El personaje principal es El Asesino, una figura solitaria vestida de cuero, con máscara de gas y un mapa de papel que se deshace. Él es nuestro guía a través del cosmos. Su viaje comienza cuando desciende del cielo en una especie de nave metálica. No sabemos quién es, de dónde viene ni cuál es su misión. Mientras desciende, atraviesa mundos, zonas y capas temporales, encontrando iconografía religiosa congelada, bestias míticas y restos de criaturas incrustados en las paredes. El arte y la construcción del mundo de Tippett son impresionantes. Cada área es totalmente distinta, rezumando atmósfera. Los escenarios transmiten una sensación de humedad, la luz rebota de forma palpable y casi se puede oler la putrefacción. La película no escatima en lo decrépito y repugnante: hay fluidos corporales por doquier y las criaturas sobreviven en la inmundicia.
La película se siente como una serie de secuencias conectadas de forma suelta, como un sueño lleno de creatividad. El Asesino viaja en silencio de reino en reino. Los paisajes recuerdan claramente las pinturas de Hieronymus Bosch y Bruegel, que son una inspiración evidente para Tippett, junto con Harryhausen.
SPOILERS
La escena de la cirugía usa la quemadísima analogía de la caverna de Platón, mostrando a cirujanos que abren al Asesino, buscan más allá de deseos materialistas y extraen una criatura similar a un bebé-bicho, que llora, posiblemente su alma. Esta es entregada a un fantasma de la muerte con un diseño espectacular, que habla de creación y expiación. El fantasma lleva al bebé a un mecanismo que extrae su "líquido de vida", sacrificándolo. El dios Alquimista usa este líquido, lo convierte en oro y polvo, y crea un nuevo universo a través de un portal. Sin embargo, este dios injusto añade criaturas que atormentan a los inocentes, mientras otro dios observa guerras nucleares, conectando ambos mundos. A pesar de la chispa de vida surgida del sacrificio, la película resalta la naturaleza cíclica de la destrucción humana por avaricia y exceso, sugiriendo un ciclo infinito de creación y destrucción (idea pagana mas que judía). La teología simplista y los apuntes filosofastros del director son secundarios frente a la experiencia visual, que evoca un sueño lisérgico. En pantalla grande tiene que ser una experiencia religiosa.