Las películas las vi hace ya más de un año cuando rulaban por la red.
Recuerdo que en la primera mezclaban escenas grandiosas con otras insoportables, donde no me entero de nada e incluso me resulta todo irritante, los personajes, los diálogos, el argumento, las costumbres y demás. Quizá porque la historia de Sardar Khan me interesaba muy poco. Él, como personaje, no se me hizo muy atractivo, a pesar de sus explosivas intensiones y ambición desaforada.
La segunda parte me parece una pasada. Ya no hay tiempos muertos ni titubeos. Nos describe la transformación del paleolítico Wasseypur adaptándose a los nuevos tiempos. Y, como no podía ser de otra forma, hay en el cambio una enorme carga de violencia. Continua el historial de venganzas de esta saga familiar, con los mismos enfrentamientos que vienen envenenando todo desde que se originaron los apellidos, con esos odios que pasan de padres a hijos, de hermanos a hermanos, pervirtiendo y destruyendo todo.
Me seduce su ritmo, absolutamente febril, su atmósfera, su malicioso humor negro, sus pequeñas dosis de lirismo atrapadas entre tanta mugre, toneladas de drogas, miseria, tiroteos y baños de sangre. Todo mucho más comprensible para un occidental medio como yo.
Y me encanta Faizal. Un ser humano que vive en un infierno permanente y lleno de contradicciones. Más yonki que Tony Montana.
En la segunda película, toda la frustración que acumula de niño y adulto (y que logra mantener a raya gracias a drogas continuas que ingiere en cantidades descomunales) termina explotando de una forma visceral, aunque no evidente, pues en él todo es cerebral... Sus planes, tácticas e inmorales ordenes están siniestramente calculadas. No intuimos en sus emociones sus ansias de venganza, de revancha, su tormento, su odio, el amor por su esposa (solo en un principio, cuando era un sentimiento puro, inocente). Un tipejo en apariencia inofensivo, de imperturbable expresión, de pocas y lapidarias palabras, pero ambiguo y peligroso como un tiburón. El espectador siente la necesidad de rascar un poco y saber qué es lo que está pasando por su cabeza, que nunca terminamos de comprender, pero de la que nos es imposible distanciarnos.
Él es un personaje de un atractivo enorme y la segunda película creo que funciona muy bien como cine de acción, aunque a veces resulta un pelín delirante de tan proteica.
(en nah, seguro que tengo una cabeza de caballo en la cama).