Me encuentro por ahí con los quince minutos escasos de
Fireworks, un trabajo primerizo de este cineasta “de culto” recientemente fallecido. Filmado nada menos que a finales de los años 40, carece de sentido cualquier valoración externa al contexto, donde adquiere un mérito enorme, aunque sólo fuera por la dificultad para hacer cine al margen de los grandes estudios.
Corto surrealista y erótico, realizado literalmente por un crío de diecisiete años en su casa cuando no estaban sus padres, no tan novedoso (tiene la huella de Buñuel, Maya Deren y las vanguardias europeas) pero sí en cuanto a pura arqueología de cine queer que intenta expresar una forma de sentir conflictiva y torturada, sin herramientas de representación, propia de una gente por aquel entonces carente de voz y marginal. Con similitudes con el quizá superior
Un chant d’amour de Genet, próximo a una escena muy limitada de proyecciones underground, creo que pretende ser una sátira, o al menos un intento de subvertir cierta iconografía americana ingenua de posguerra, o no tan ingenua, al remitir a las revistas de culturismo... centrada en la figura del marinero, el 4 de julio y la navidad.
La escena de la bengala-cipote, pese a ser el colmo de la candidez, recibió al parecer una seria acusación de obscenidad, pese a no haber nada obsceno; muy expresivo esto de unos límites de legibilidad que operaban entonces, o no saber cómo coño tomarse según qué cosas, de un sabotaje de la mirada del espectador, más que haber simple puritanismo en esa mirada.
Un adolescente (el propio Anger) sueña con una imagen pictórica que remite a la Piedad, y a partir de aquí, se entremezclan el sueño y lo real en una sucesión de escenas donde es violado y salvajemente torturado por un grupo de marineros. Expresión masoquista de un deseo prohibido, fascinación hacia el carácter viril y el cuerpo masculino, que se salda con la violencia y el simbolismo del fuego, de una mano, o de la leche derramándose sobre un cuerpo malherido… las imágenes rozan un gore realizado, eso sí, con extrema precariedad, como todo lo demás; golpes simulados muy cutremente, planos y montaje torpes… poco podemos exigir cuando la mera existencia de esto es probablemente un milagro. Órganos internos propios de una máquina, conversión final a lo
Tetsuo en un ¿arbol de navidad humano? Que es WTF total, más aún cuando la música que acompaña son los épicos compases finales de los “Pinos de Roma” de Respighi. Se acaba esto con unos efectos visuales realizados directamente a mano sobre el propio celuloide, que expresan bien lo sumamente ingenuo (en el fondo), tosco y primario de semejante pieza.