Harkness_666
Son cuatro
Una apacible pareja que vive en un aislado caserón en el monte, incapaz de tener hijos, hace un pacto con una adolescente problemática; quedarse de extranjis con el bebé que espera, fingiendo que es de ellos.
Con este punto de partida, Martín Cuenca construye un drama-thriller a fuego lento en el que la tensión y la incomodidad son crecientes y es fácil darse cuenta de las malas decisiones que van tomando los personajes, del lío cada vez mayor en el que se meten; adivinar que las cosas nunca salen como estaban previstas, que todo se suele torcer al final y nada acabará saliendo demasiado bien. Cuatro personajes, una radiografía atroz del ser humano desnudo ante sus miserias, reducido bajo ciertas condiciones a un puro animal tan agresivo como vulnerable (agresividad y vulnerabilidad que muchas veces van unidas, cual espejo una de la otra)... así como cierta crítica sutil y bien hilada en torno a las diferencias de clase, el prejuicio y la superioridad moral de ciertos individuos biempensantes y muy normales que creen estar haciendo los mejor para todos pero se benefician explotando a los de abajo, cosa que entronca lejanamente con la cuestión de los niños robados. El panorama moral es jodido, la inocencia, las terribles carencias que se intuyen, están sólo a dos pasos de los actos más impensables. La maternidad es un instinto tan bello como capaz de desatar unas fuerzas terribles cuando aflora, y las personas somos imprevisibles... llama la atención que la motivación última de cada uno sea, de una manera u otra, el amor más puro.
En contra mencionaría unos detalles menores, aunque con su peso. Arnáiz y Gutiérrez muy bien, como siempre, mientras que la parejita adolescente se queda muy justa en sus actuaciones, en especial ella. Pero lo que me ha parecido criminal del todo y para nada creíble han sido sus caracterizaciones, que pretende hacer pasar por gente de ambiente marginal, incluso criminal (él supuestamente es un mena chunguísimo)… a dos pijillos de aire perrofláutico con pañuelo palestino que parecen modelos instagramers; es más, parece que el director no hubiera visto a un cani jienense en su vida. Me sorprende la subtrama policial y el tema del cáncer, que es de lo más gratuito. Por otra parte, la puesta en escena viene definida por la importancia del paisaje montañoso de Jaén, de un entorno natural desbordado que engulle por completo el drama, buscando el paralelismo con esa naturaleza humana de la que nadie puede escapar, con una majestuosidad que también es opresiva y que entraña una faceta cruel. Lo pausado del relato permite que, cuando irrumpe la violencia, lo haga de forma brutal, a veces más frontal y cruda, a veces con el sonido y el fuera de campo. El juego de suspicacias se adentra incluso en una dimensión de puro terror y survival, con varios elementos (los perros, la escopeta chejoviana, la nevada) que sabemos que serán decisivos, pero no cuándo y cómo lo serán. Queda por fin esa nana infantil interpretada por Vetusta Morla como detalle bonito-inquietante que resume un poco el espíritu del film.
Con este punto de partida, Martín Cuenca construye un drama-thriller a fuego lento en el que la tensión y la incomodidad son crecientes y es fácil darse cuenta de las malas decisiones que van tomando los personajes, del lío cada vez mayor en el que se meten; adivinar que las cosas nunca salen como estaban previstas, que todo se suele torcer al final y nada acabará saliendo demasiado bien. Cuatro personajes, una radiografía atroz del ser humano desnudo ante sus miserias, reducido bajo ciertas condiciones a un puro animal tan agresivo como vulnerable (agresividad y vulnerabilidad que muchas veces van unidas, cual espejo una de la otra)... así como cierta crítica sutil y bien hilada en torno a las diferencias de clase, el prejuicio y la superioridad moral de ciertos individuos biempensantes y muy normales que creen estar haciendo los mejor para todos pero se benefician explotando a los de abajo, cosa que entronca lejanamente con la cuestión de los niños robados. El panorama moral es jodido, la inocencia, las terribles carencias que se intuyen, están sólo a dos pasos de los actos más impensables. La maternidad es un instinto tan bello como capaz de desatar unas fuerzas terribles cuando aflora, y las personas somos imprevisibles... llama la atención que la motivación última de cada uno sea, de una manera u otra, el amor más puro.
En contra mencionaría unos detalles menores, aunque con su peso. Arnáiz y Gutiérrez muy bien, como siempre, mientras que la parejita adolescente se queda muy justa en sus actuaciones, en especial ella. Pero lo que me ha parecido criminal del todo y para nada creíble han sido sus caracterizaciones, que pretende hacer pasar por gente de ambiente marginal, incluso criminal (él supuestamente es un mena chunguísimo)… a dos pijillos de aire perrofláutico con pañuelo palestino que parecen modelos instagramers; es más, parece que el director no hubiera visto a un cani jienense en su vida. Me sorprende la subtrama policial y el tema del cáncer, que es de lo más gratuito. Por otra parte, la puesta en escena viene definida por la importancia del paisaje montañoso de Jaén, de un entorno natural desbordado que engulle por completo el drama, buscando el paralelismo con esa naturaleza humana de la que nadie puede escapar, con una majestuosidad que también es opresiva y que entraña una faceta cruel. Lo pausado del relato permite que, cuando irrumpe la violencia, lo haga de forma brutal, a veces más frontal y cruda, a veces con el sonido y el fuera de campo. El juego de suspicacias se adentra incluso en una dimensión de puro terror y survival, con varios elementos (los perros, la escopeta chejoviana, la nevada) que sabemos que serán decisivos, pero no cuándo y cómo lo serán. Queda por fin esa nana infantil interpretada por Vetusta Morla como detalle bonito-inquietante que resume un poco el espíritu del film.