Extraordinaria; ha sido toda una experiencia disfrutar de esto en el cine.
En mi pase había toda clase de espectadores (algunos no sabían ni qué carallo iban a ver); murmullos y conversaciones mundanas hasta el último minuto; algún móvil tocacojones y... es aparecer el puto primer plano de la película y la sala enmudeció. Me acordé de Pan Metron... de cómo muchas veces usaba con sarcasmo la palabra "sobrecogedor"; pues eso es exactamente lo que sentí. No sólo por lo que estaba viendo (y escuchando) en la propia pantalla sino por experimentar también (al mismo tiempo) esa impactante reacción del (resto del) público (un respeto casi religioso).
La dimensión sobrenatural de ese prólogo alcanza cotas sencillamente impresionantes. El cabrón de Laxe sabe siempre dónde colocar la cámara (un tópico que aquí sí tiene su razón de ser) y observar ese plano de los árboles cayendo casi por voluntad propia (sin que veamos la causa) produce una sensación de maravilla que te deja embobado por su belleza, por su fuerza, por todo lo que conjura en el alma del espectador. La fila de máquinas avanzando, el plano final del carballo impertérrito, invencible, victorioso, eterno... ese sonido, esa música. Hay quien ha hablado de onirismo, de poesía... ¡bufff!, es algo más: yo diría que casi podemos hablar de una mirada trascendente (no exagero; hay que verlo para creerlo... está a la altura de los más grandes).
Era prácticamente imposible que la película mantuviera ese nivel durante el resto del metraje... pero lo cierto es que en muchos momentos lo consigue (la madre protegiéndose de la lluvia en el tronco de un árbol; el momento Kurosawa en el que intuye que algo pasa, sale de la casa, llama a la perra y se queda turbada observando el paisaje...) e incluso los instantes menos impactantes están rodados con tino, elegancia y lustre (por ejemplo: el hecho de no ver nunca los rostros de los funcionarios que tramitan su expediente en los juzgados).
Todo lo que es el retorno al hogar, las caminatas, los rituales diarios, el estoicismo y la dignidad de los personajes, el amor callado (ese tema de Leonard Cohen que acaba con el plano de la mirada de la vaca)... está tratado con un gusto y una sutileza impresionantes, sacándole el máximo partido a las localizaciones y a los actores no profesionales... y el incendio final es la polla; nada que ver con los de "blockbusters" recientes (como el de Kosinski, que aun así no me disgusta del todo)... Hay una escenaca ahí que me dejó con el culo torcido: un bombero se aproxima a unas casas que hay que desalojar, las cenizas caen del cielo a modo de nieve negra (¡qué gran detalle! tanto por su simbolismo como por ser un elemento que supura VERDAD) y, al entrar en una de ellas, encuentra unas cabras que han conquistado despreocupadamente la cocina. Hay un montón de hermosas metáforas como ésa (repletas de poesía) diseminadas a lo largo de todo el metraje (¡ese SOL!; el entierro; la vaca varada; el desagüe atascado; la cociña de ferro...) y una ambigüedad, una comprensión y un intento de ir más allá que es de "aplaudir fuerte".
Y menudo finalazo, en el que no explicar nada es la mejor forma de expresarlo TODO. Más gallego, imposible... Madre e hijo alejándose en silencio... ¡Qué barbaridad!
Por criticar algo, muchas veces se habla castrapo más que gallego (pero eso también responde a la realidad de muchas zonas); minucias...
En fin... ¡No os la perdáis!... A tope con este chaval.