No puede faltar peli sobre historia de la comunidad negra para los Oscar, claro.
Martin Luther King, oseáse, una chapa impresionante sobre los derechos civiles, el racismo, etc. etc. pero con un enfoque relativamente novedoso que la hace medio interesante; la cosa trata de los mecanismos de la propia lucha por las libertades de la población negra (en este caso, el derecho a voto), la acción política, la organización, estrategias y posturas. Todo lo relativo a derechos y libertades está muy bien y es muy bonito, pero éstos no surgen espontáneamente de la nada, sino que son el resultado de una larga presión por parte de un puñado de idealistas que buscan cambiar la sociedad. Tal es la idea que quiere transmitir la película, haciendo gala de una cierta imprecisión ideológica, ya que por un lado el mensaje es muy cristiano (termina con discursos épicos-americanoides y con el “Battle hymn of the republic”), pero por otro lado es izquierdista por como muestra los entresijos de la lucha de King por los derechos civiles.
No es una historia sobre individualidades, sino sobre la colectividad, con unos personajes poco definidos en sí mismos, ni siquiera el propio King (algo hay de trasfondo familiar, compañeros, etc.). Por lo tanto, no es tanto una película sobre King, sino sobre lo que consiguió y sobre un momento concreto de su trayectoria, con la participación de otros activistas y el protagonismo incluso de la gente de a pie, como el viejo que ve morir al nieto, o la señora a la que impiden votar al principio, cuya presencia es recurrente.
La hagiografía, de todas maneras, sigue estando ahí. King intenta hacer valer sus métodos pacíficos, convenciendo y organizando, calando en la gente. Lyndon Johnson es un ser más ambigüo que villano, presionado por el entorno e inclinándose en cada momento por lo que más le conviene. No es un producto lacrimógeno ni sensacionalista, ni esa clase de melodrama barato destinado a madres y novias, de hecho, los actores famosos se reducen a cameos (especialmente vergonzante la aparición de J. Edgar por ahí). Es una propuesta seria, ambiciosa, tirando a cerebral, y con la misma intención panfletaria de siempre sobre un tema muy trillado, nada arriesgado, sobre el cual todos estamos de acuerdo. Todo muy solemne, consciente de lo importante, histórico, que es lo que está contando. En lo formal, una película absolutamente académica y algo plomiza, una narración por momentos tediosa, falta de nervio, con algún plano inspirado (el del principio, marginando a la vieja). Buen empleo de música y canciones, eso sí.
Vamos, que es un “pos vale” importante.
