Emprendo el revisionado de esta maravillosa serie british. Aclaro que se trata de la versión de 1990, producida por la BBC y con el incomensurable Ian Richardson como protagonista absoluto del show. La serie que después protagonizaría Kevin Spacey es un remake de esta, pero un remake que se queda excepcionalmente corto en cuanto a mala leche y sátira política. No es mi intención hacer una comparativa entre ambas series, la de Spacey, además de tenerla lejana, no la voy a revisar. Puede que caigan algunos comentarios casuales, sin afán comparativo.
La serie fue editada en un maravilloso DVD triple por Cameo allá por 2010 o 2011, únicamente en versión original subtitulada, y en catalán, ya que al parecer no se emitió en su día doblada al castellano.
Comienza esta primera temporada o mini-serie, titulada genéricamente "The house of cards" con las elecciones a primer ministro británico tras la salida de Margaret Thatcher. Asistimos a las reflexiones de Francis Urquhart (Richardson) un político de segunda categoría con aspiraciones dentro de su partido, que en todo momento romperá la cuarta pared para dirigirse a nosotros y hacernos objeto de su ácidos y siempre inmorales comentarios, no ya como espectadores, sino como cómplices suyos, de las muchas maldades de las que va a ser responsable. Encantador, bien posicionado, con una esposa leal y tan ambiciosa como él, y se nos dice que es de origen poco menos que aristócrata, lo tiene todo para triunfar. Además, como todo buen psicópata integrado, cosecha entre sus compañeros una buena imagen ("Una de las mejores cosas de Francis es que nunca te apuñalará por la espalda" llega a decir un personaje).
Finalmente, su partido gana las elecciones y es investido Primer ministro Henry Collingridge, un "bienintencionado patán, que no distinguiría un prostíbulo aunque lo tuviera delante". El nuevo primer ministro había prometido a Urquhart meses atrás un cargo ministerial si lograba salir elegido, pero ahora, "las cosas en política cambian", el primer ministro no está de acuerdo con sus ideas, y le niega el ascenso, manteniéndolo en su actual cargo y posición. Por supuesto, Francis finge avenirse, pero, con un cabreo monumental por lo que él considera una traición a sus servicios, no tarda en tramar la caída del recién elegido. A su puerta llamará, como si de la providencia se tratara, una joven y agresiva periodista, Mattie Storin, que está de acuerdo con sus ideas y que quiere trabajar con él de forma confidencial.
Es muy acertado que Mattie no nos sea definida moralmente en los primeros capítulos. Mientras que de Francis sabemos, desde el primer minuto (nos lo dice él, a la cara) que es un cabrón, ella no queda perfilada. ¿Es, como parece, una joven, ingenua y honrada periodista, realmente interesada en el bienestar del país? ¿O es una mujer tan cínica y retorcida como su particular "fuente confidencial"? Ambos hablan en los términos más ambiguos posibles, y no queda nada claro si ella es consciente de lo que está haciendo, de para qué está sirviendo, o no. A través de ella, Francis va minando la credibilidad del recién elegido, mediante una serie de rumores de disensión y luchas internas en el seno del partido.
Por su cuenta, Francis pilla por los huevos a Roger O'Neil, un jefe de prensa cocainómano del partido, que ha malversado miles de dólares en su adicción, y promete cubrirle sus deudas a cambio de su incondicional ayuda, filtrando chismes a los partidos de la oposición, lo que empieza a crear el caos en la Cámara al recién elegido primer ministro, que por otra parte no tarda en mostrarse blando y dubitativo. Además, el Primer ministro, creyendo en la fidelidad de Francis, le encarga a él la investigación de la filtración, lo cual Francis aprovecha para separarlo más y más de sus hombres leales y hundirlo en la paranoia más absoluta.
Pero, de nuevo en palabras de Urquhart "las filtraciones son útiles, pero hay que darle a la gente algo que pueda entender: sexo y dinero". Con ayuda de O'Neil, Francis finge un importante desfalco del que acusará al hermano alcohólico del primer ministro, Charles, a quien también acusarán de usar ese dinero para lucrarse de información privilegiada proveniente del gobierno y de escándalo sexual... pero eso será en el siguiente capítulo.
La serie fue editada en un maravilloso DVD triple por Cameo allá por 2010 o 2011, únicamente en versión original subtitulada, y en catalán, ya que al parecer no se emitió en su día doblada al castellano.
Comienza esta primera temporada o mini-serie, titulada genéricamente "The house of cards" con las elecciones a primer ministro británico tras la salida de Margaret Thatcher. Asistimos a las reflexiones de Francis Urquhart (Richardson) un político de segunda categoría con aspiraciones dentro de su partido, que en todo momento romperá la cuarta pared para dirigirse a nosotros y hacernos objeto de su ácidos y siempre inmorales comentarios, no ya como espectadores, sino como cómplices suyos, de las muchas maldades de las que va a ser responsable. Encantador, bien posicionado, con una esposa leal y tan ambiciosa como él, y se nos dice que es de origen poco menos que aristócrata, lo tiene todo para triunfar. Además, como todo buen psicópata integrado, cosecha entre sus compañeros una buena imagen ("Una de las mejores cosas de Francis es que nunca te apuñalará por la espalda" llega a decir un personaje).

Finalmente, su partido gana las elecciones y es investido Primer ministro Henry Collingridge, un "bienintencionado patán, que no distinguiría un prostíbulo aunque lo tuviera delante". El nuevo primer ministro había prometido a Urquhart meses atrás un cargo ministerial si lograba salir elegido, pero ahora, "las cosas en política cambian", el primer ministro no está de acuerdo con sus ideas, y le niega el ascenso, manteniéndolo en su actual cargo y posición. Por supuesto, Francis finge avenirse, pero, con un cabreo monumental por lo que él considera una traición a sus servicios, no tarda en tramar la caída del recién elegido. A su puerta llamará, como si de la providencia se tratara, una joven y agresiva periodista, Mattie Storin, que está de acuerdo con sus ideas y que quiere trabajar con él de forma confidencial.
Es muy acertado que Mattie no nos sea definida moralmente en los primeros capítulos. Mientras que de Francis sabemos, desde el primer minuto (nos lo dice él, a la cara) que es un cabrón, ella no queda perfilada. ¿Es, como parece, una joven, ingenua y honrada periodista, realmente interesada en el bienestar del país? ¿O es una mujer tan cínica y retorcida como su particular "fuente confidencial"? Ambos hablan en los términos más ambiguos posibles, y no queda nada claro si ella es consciente de lo que está haciendo, de para qué está sirviendo, o no. A través de ella, Francis va minando la credibilidad del recién elegido, mediante una serie de rumores de disensión y luchas internas en el seno del partido.
Por su cuenta, Francis pilla por los huevos a Roger O'Neil, un jefe de prensa cocainómano del partido, que ha malversado miles de dólares en su adicción, y promete cubrirle sus deudas a cambio de su incondicional ayuda, filtrando chismes a los partidos de la oposición, lo que empieza a crear el caos en la Cámara al recién elegido primer ministro, que por otra parte no tarda en mostrarse blando y dubitativo. Además, el Primer ministro, creyendo en la fidelidad de Francis, le encarga a él la investigación de la filtración, lo cual Francis aprovecha para separarlo más y más de sus hombres leales y hundirlo en la paranoia más absoluta.

Pero, de nuevo en palabras de Urquhart "las filtraciones son útiles, pero hay que darle a la gente algo que pueda entender: sexo y dinero". Con ayuda de O'Neil, Francis finge un importante desfalco del que acusará al hermano alcohólico del primer ministro, Charles, a quien también acusarán de usar ese dinero para lucrarse de información privilegiada proveniente del gobierno y de escándalo sexual... pero eso será en el siguiente capítulo.