Harkness_666
Son cuatro
Julie (Honor Swinton Bourne) es una joven aspirante a directora de cine que emprende una relación con un distinguido empleado del gobierno por quien siente gran afinidad. Las constantes peticiones económicas de éste le hacen sospechar que oculta dudosas intenciones tras su refinada y culta apariencia. Film autobiográfico que cuenta (en la línea de las producciones de A24) un proceso de maduración y descubrimiento vital a veces tortuoso, tomando como escenario la Inglaterra de los 80, con el conflicto irlandés y el terrorismo del IRA flotando en el ambiente. La historia resulta familiar según las claves del melodrama pasteloso; lucha contra la adicción a las drogas, amor que todo lo puede… pero aquí la cosa es muy diferente, más próxima a un retrato de pareja extrañamente íntimo pero a la vez marcando distancias; de hecho, no entendemos muy bien qué encuentra en ella en él (como no se entiende muchas veces en la vida real, vaya). Asoma una presencia maternal protectora (¿sobreprotectora?), un cierto romanticismo decimonónico en forma de postalita, de lánguido intercambio epistolar, una crítica del vacío de las clases acomodadas (posible origen de ciertos problemas personales), del mundillo bohemio en que se mueva la pareja en cuestión.
Bien recreada la estética de aquel entonces, en sus tonos grises, en su vestuario, músicas... cual trozo de tiempo que volviera a la vida. Un tanto quebrada la narración, con sus elipsis (luces navideñas para marcar el paso del tiempo) y transiciones bruscas que incluso desorientan (el uso de la música va por el mismo camino, irrumpiendo de golpe)… se habla bastante de cine, en conversaciones sobre la nouvelle vague y la ducha de Psicosis que incluso parecen contagiarse a la propia película, cuyo lenguaje visual abunda en planos de gran profundidad (el de la campiña inglesa), presencia de espejos que multiplican las figuras humanas, fueras de campo y pequeños detalles, además de diálogos con apariencia de improvisación, p espacios recurrentes (el piso de ella). Se revela plenamente al final la cuestión meta-cinematográfica, el corazón de ésto, en forma de doble travelling y ruptura de realidad incluso: estamos ante un autorretrato angustiado, de tristeza contenida (el plano final, de lo más elocuente)… nos hablan del trasfondo personal que late tras toda creación artística, de la necesidad de armonizar aquello que se pretende contar con la experiencia propia; filmarse a uno mismo para poder, por contradictorio que parezca, romper el cascarón y hallar la autenticidad.