Tommaso (2019) - ABEL FERRARA

Jabamiah

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Está bastante bien, es la película que más me ha gustado del director desde su GLORIOSA etapa noventera (todavía no veo Pasolini). Aunque parece que ha dejado de ser católico. Tuvo una etapa medio gnóstica y ahora es budista. Qué pena.

A veces resulta muy molesto ver a actores occidentales hablando de budismo, de la ''no-dualidad'' y los métodos de iluminación para alcanzar el nirvana y estar por encima de los problemas terrenales (problemas como saber si tu mujer te convirtió en toro de hermosos cuernos), pero los personajes son todos profesores de meditación, budistas o gente de Alcohólicos Anónimos, así que tiene sentido que se expresen, pues, con esa jerga budista, new age y de autoayuda. Y ahí la trampa, porque aunque hable como un maestro zen, Tommaso inmediatamente contradice con sus acciones y comportamientos lo que suelta por la boca. A pesar de toda esa ''doctrina del despertar'' budista, el personaje sigue siendo un ser caído, pecador y con inclinación al vicio y la maldad. El mindfullness ha fallado. El catolicismo en Ferrara está tan introducido en su ADN que incluso cuando intenta desvincularse de él en cierta forma lo sigue validando.

En un stream of consciousness muy potente y totalmente reconocible, enérgico pero disperso, con ideas claras pero fluido y extremadamente subjetivo. Deja a los personajes respirar y les da cámara incluso a riesgo de volverse cargante y a ellos poco confiables. A muchos les parecerá una mierda, pero a mí me encantó.

Abel siempre hace la misma película y es un maestro en ello. Vive en la encrucijada del cine de auteur, el exploitation y la contracultura clandestina y se ha propuesto dedicar su filmografía a dar cuenta del mal en el mundo contemporáneo.
¿Quién mejor para volver a poner en la agenda viejas cuestiones de fe, maldad, justicia o amor sino policías paranoicos, mafiosos existencialistas, profesores de meditación, vampiros drogadictos, actores asesinos, sordomudas enloquecidas y directores de cine alcohólicos? Siempre trabaja la historia sobre cómo las enfermedades sociales y personales afectan el cuerpo mismo de los individuos, drogadictos, alcohólicos, presos de la furia, el dolor, en busca de un proyecto sublime que los mate. Prefieren destruirlo todo que resignarse, antes morir que reconciliarse. Apocalípticos y jamás integrados. Entre el aullido enfurecido, el amor loco y la confesión fílmica, la obra de Ferrara lleva la marca de los grandes, abriéndose a una visión crítica del mundo. La modernidad, al menos en países occidentales, cuya función cósmica parece ser llevar el desorden hasta sus últimas consecuencias, ha erigido el mito moderno del progreso y ha construido una sociedad que es la inversión exacta de las sociedades tradicionales. En el mundo moderno todo está al revés. El humanismo desacralizado, la ciencia, la democracia, el desarrollo económico, las comunidades y todo lo que forma la base misma de nuestra cultura, cae así fulminado bajo un proceso de disolución donde el hombre (y hasta la mismísima masculinidad) se fragmenta hasta el suicidio. Tommaso sigue documentando esa línea.

Ver una película de este hombre, cuando está de hora buena, hace que siempre me venga a la cabeza aquella frase de La Sombra:

''¿Quién sabe qué mal acecha en el corazón de los hombres?''

 
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La fui a ver ayer y me pareció extraordinaria, como bien dices una cosa es lo que dice, lo que promulga, lo que se propone y otra es lo que le pasa, lo que piensa y lo que hace, y en esa dialéctica avanza la película, y lo hace con inquietantes fugas oníricas, de diferentes formatos de filmación, de elementos del guion que escribe que cada vez se se apoderan más del relato y lo llegan a fragmentar sin que tengamos la certeza de qué es real y qué no, llegamos a territorio Lynch casi sin darnos cuenta y es muy estimulante pensar que hemos llegado ahí desde un inicio tan apacible y con tanta voluntad de paz. Es una autoficción en toda regla con la hija del mismo Ferrara y la pareja, un Desmontando a Ferrara imprescindible.
 
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