Harkness_666
Son cuatro
Sin ser el desastre que podría haber sido una secuela de las que llegan décadas tarde, tampoco acaba de funcionar. Comedia que se esfuerza todo el rato por ser graciosa y no siempre lo logra: valga de ejemplo Catherine O’Hara, esa caricatura humana que aquí se nota que no pinta nada y la han convertido en una Estela Reynolds de la vida.
Los guionistas, como viene ocurriendo con todo el mainstream de un tiempo a esta parte, se piensan que están escribiendo una serie, pero eso sí, con todo muy mal rematado y comprimido en un par de horas, muchos personajes, mucha subtrama, con la sensación siempre de exceso. Se resuelven sin muchas contemplaciones: criminal lo del novio cadáver, que lo finiquitan literalmente con un gag sacado de la manga, y en cuanto a la Bellucci, para qué decir nada, pese a la certeza de que esta mujer siempre va a deslumbrar la pantalla con cualquier cosa que haga, incluyendo naderías como esta.
El mejor vuelve a ser Keaton, fusionado con su Bitelchús y al igual que él, convertido en un eterno y desenfrenado no-muerto por el que no parecen transcurrir los años. Pocas pegas en cuanto a efectos especiales, maquillaje, etc. que marcan una continuidad con el film de 1988 y evitan, eso sí, el temible empacho digitaloide.
La estrategia está clara, rascar nostalgia y pescar también algo entre la muchachada con Miércoles de por medio. El tinglado lo resuelve Burton a golpe de videoclip (se agradece que no tire de temas muy sobados), arranques musicales a modo de fugas un tanto gratuitas, o en las que no pasa nada (lo de ella en bicicleta por el pueblo) pero que precisamente elevan el conjunto. Mete los homenajes que nos podíamos esperar a la anterior, los gags con mala leche (el found-footage, los influencers y el inevitable paso del tiempo) pero también a Mario Bava o a Peter Jackson... este último en especial un desfase bien gamberro que sí que te lo esperas menos en una cosa para todos los públicos.
Los personajes nuevos entiendo que vuelven a buscar ese aire de cuento infantil, pero de nuevo no lo logran, o bien se quedan en el chiste con patas (Dafoe). Juventudes descreídas de lo fantástico y concienciadas, padres ausentes y Lydia con la crisis de los cuarenta, atrapada en su propia iconografía gótica que ahora se ha convertido en producto y en fórmula, de la que no puede escapar, ya que hay otros, auténticos vampiros y fantasmones, que le absorben (estos sí) el alma… seguro que esto a Tim le suena cantidad.
Los guionistas, como viene ocurriendo con todo el mainstream de un tiempo a esta parte, se piensan que están escribiendo una serie, pero eso sí, con todo muy mal rematado y comprimido en un par de horas, muchos personajes, mucha subtrama, con la sensación siempre de exceso. Se resuelven sin muchas contemplaciones: criminal lo del novio cadáver, que lo finiquitan literalmente con un gag sacado de la manga, y en cuanto a la Bellucci, para qué decir nada, pese a la certeza de que esta mujer siempre va a deslumbrar la pantalla con cualquier cosa que haga, incluyendo naderías como esta.
El mejor vuelve a ser Keaton, fusionado con su Bitelchús y al igual que él, convertido en un eterno y desenfrenado no-muerto por el que no parecen transcurrir los años. Pocas pegas en cuanto a efectos especiales, maquillaje, etc. que marcan una continuidad con el film de 1988 y evitan, eso sí, el temible empacho digitaloide.
La estrategia está clara, rascar nostalgia y pescar también algo entre la muchachada con Miércoles de por medio. El tinglado lo resuelve Burton a golpe de videoclip (se agradece que no tire de temas muy sobados), arranques musicales a modo de fugas un tanto gratuitas, o en las que no pasa nada (lo de ella en bicicleta por el pueblo) pero que precisamente elevan el conjunto. Mete los homenajes que nos podíamos esperar a la anterior, los gags con mala leche (el found-footage, los influencers y el inevitable paso del tiempo) pero también a Mario Bava o a Peter Jackson... este último en especial un desfase bien gamberro que sí que te lo esperas menos en una cosa para todos los públicos.
Los personajes nuevos entiendo que vuelven a buscar ese aire de cuento infantil, pero de nuevo no lo logran, o bien se quedan en el chiste con patas (Dafoe). Juventudes descreídas de lo fantástico y concienciadas, padres ausentes y Lydia con la crisis de los cuarenta, atrapada en su propia iconografía gótica que ahora se ha convertido en producto y en fórmula, de la que no puede escapar, ya que hay otros, auténticos vampiros y fantasmones, que le absorben (estos sí) el alma… seguro que esto a Tim le suena cantidad.