Yo llevo ya tres operaciones:
-Cuando nací, descubrieron que me faltaba cierto "paso" natural (una vena, una arteria, no recuerdo exactamente) localizada en el cuello, que llevaba los alimentos al organismo. En consecuencia, vomitaba la leche, y habría muerto si no se me hubiera operado. Me pusieron una válvula que supliía dicho paso.
-A los siete años, me volvieron a operar para alargarme la válvula, ya que estaba creciendo deprisa y me provocaba tirones. Ahora ya no me hace falta para nada, mi cuerpo ha "creado" el elemento que faltaba, y podría quitármela, pero me da miedo tocar algo que lleva ahí treinta años
aunque me han dicho que no hay peligro.
-Fimosis. Siendo un crío, diez u once años. No me acuerdo muy bien, la verdad, solo que después de la operación, mear escocía un huevo.
Eso en cuanto a operaciones. Si hablamos de accidentes, es una pasada. Tengo un imán para sufrirlos
-Siendo un crío, no más de tres años, metí el dedo en una sartén con aceite hirviendo. Lo recuerdo muy vagamente.
-A los cuatro años, estando con mi padre en la gasolinera, jugando y haciendo el tonto, me tropecé y me di con toda la boca en el bordillo de la acera. Gracias a Dios que no me di en las encías
habría sido mucho más grave. Perdí cuatro dientes, de leche, afortunadamente, y un colmillo me atravesó el labio. Solo me queda una cicatriz, prácticamente imperceptible.
-Ese mismo año, creo que fue, jugando en el patio me caí y me di en la nuca con un pico de la baldosa del balcón. Mucha sangre, pero afortunadamente, salvé el pellejo. Estuve un par de semanas sin poder dormir boca arriba debido al dolor.
-A los siete años me atropelló un coche. No me hizo nada grave, solo muchos cortes y chichones. Cuando me vieron ahí tirado sangrando como un cerdo por media docena de sitios, temieron por mi vida. Después resultó que no tenía ni un eguince, y esa misma noche me mandaron a casa.
-A los diez años, cenando con unos familiares en un bar, fui a llamar por teléfono. El teléfono estaba junto a la puerta, y apoyé allí la mano, al tiempo que esta se cerraba. Era una puerta de madera pesadísima, me atrapó dos dedos en un canto. El dedo corazón se llevó la peor parte: la uña casi partida y un coágulo dentro.
-A los dieciseis años salté a una piscina vacía. El día anterior había estado llena, por lo que llegué y salté sin mirar siquiera. Esguince de tobillo.
-A los dieciocho, jugando al baloncesto en el colegio, me enganché la pierna todavía no sé ni de que manera. Otro esguince en el tobillo.
-A los 23, me partí la muñeca durante una pelea en un descampado. El dolor de un hueso roto no se lo deseo a nadie.
Luego aparte, hay otro tipo de accidentes sin tanta huella. De niño bebí colonia, me caí de espaldas por unas escaleras y estuve a punto de romperme la crisma, caí en una mala posición desde las colchonetas de la feria y casi me desnuco, mis primos me enterraron hasta el cuello en la arena de la playa de la Malvarosa en Valencia y luego no me podían sacar... lo que he dicho. Un imán para los accidentes caseros y demás.