Llega un momento en la vida de un director que toca hacer la obra de autoego, de obsesiones, de culminación de una trayectoria y que en cierto sentido supone una ruptura e incluso anuncia un final…
“Balada triste…” de Alex es literalmente la Kika del director. O la “Caótica Ana”. Pero si las obsesiones de Almodóvar en contra de rumorcillos de mi Formspring no me llegan al cortex y la metáfora de la jovencita liberada de Medem tampoco a la entrepierna…las obsesiones de Alex sí son cercanas a las mías. Como obra de autoría, como Fellini con metralletas, la cosa alcanza niveles orgiásticos en comparación con la muy adocenadita obra de sus últimos años.
Aquí nada de aquello que decía Mostrenco de ausencia de huevos, o de discurso dionisiaco vendido en taperware: la invocada “amenabarización” de Alex vía thriller genérico con tetonas jugando al pádel (¡al pádel! ¿puede existir algo más burgués?)
Pero si es un triunfo de autor, baziniano, como estructura narrativa y film de seminario es totalmente desastrosa.
No hay ningún enlace entre las partes, y el tipo es tan vago, está tan pagado de sí mismo, que no es capaz de imaginar elipsis ingeniosas que conecten las secciones. Meter una montaje de imágenes en cortes casposos, y la película tiene decenas de errores de racord que intuyo además intencionados (¡¡), es eludir el juego entre los fotogramas, y depender sólo de las grandilocuentes imágenes, escenas en este caso...huir de la narración, vamos.
Toda el prólogo inicial, que tiene un tufillo de fascismo grandilocuente (y ahí iba Costa: ese contrapicado con un Millán Astray clon a caballo…) y celebración de la muerte, se corta con unos créditos brillantes…y eludiendo una y otra vez las elipsis...que resultan sencillísimas de imaginar (juego con las gafas, secuencia de montaje con golpes...¡cualquier cosa!). Esto es una derrota cinematográfica…eludir el enlace…pero una victoria de cine posmoderno, de la movidita tarantiniana “cada rollo es un film”. Claro que en “Basterds…” los personajes seguían una lógica determinada; aquí Areces aparece y desaparece según le interese el autor, en un desmadre absoluto que hace que el espectador no se crea nada.
Alex lo sabe…pero se sabe orgulloso de muchas secuencias de un film fallido, pero fascinante. El Gótico ha defendido como nadie la miseria de las dos Españas que acaban ahorcando en la rojigualda a la propia nación, pero “Balada…” es ante todo un relato sobre la pérdida de la inocencia.
Al payaso triste, al que no llora, le hurtaron la infancia con la guerra: los obuses interrumpen su felicidad…y responde ante esto no con el silencio, sino con la venganza: rasgos de dramón esperpéntico enfundado en tutú y pimpinelas grises. De ahí que su único gesto de clemencia sea con el niño solo, aislado, en la cual se presenta todo el drama del personaje y sus problemas.
¿Lo demás? Pues muy accesorio: la subtrama del Millán Astray sólo funciona por hacer clemente a Franco entre los lobos (rasgo ingenioso pero conocido: de todos los africanistas LOCOS –en los periódicos de finales del XIX se iguala africanista a desquiciado- era el más normal), y el resto de apelotonamiento de secuencias da fe de las locuras de montaje que Alex contaba en su blog.
Quiero comentar que hay muchos homenajes que os perderéis, y que cito. A ver, la secuencia de Franco no debe tanto a Berlanga, error de principiante, sino a “La Caza” de Saura, sólo que esta vez las comadrejas se tornan corpóreas en un Areces animalizado. Otra, la de la secuencia del pollo, que debe su origen al texto fantástico que traumatizó a medio Focoforo de José Antonio Montano…y que acaba con el pollo golpeado contra el cristal, elemento clavado a una escena en “Novecento” donde el fascista golpea un gato contra la pared.
Y con esto, cientos de espejos de una obra polifónica, desparramada en un metraje aceleradísimo (¡rueda escenas de diálogos a lo Michael Bay!), y que resulta un tiro por la culata…donde interesa más ver la pólvora en la cara de Alex que el inexistente disparo.