"Chantaje contra una mujer" ("Experiment in Terror", 1962)
Aunque se le suele asociar al género de la comedia, Blake Edwards fue un director polivalente que transitó por otros cauces. En "Chantaje contra una mujer", entra en el terreno del thriller psicológico/psicopático con ciertas influencias de Hitchcock para contar una historia (en parte rocambolesca) sobre una mujer (Lee Remick) chantajeada por un extraño personaje (definido en el guión de modo muy bizarro) que la amenaza con agredir a su hermana si la primera no accede a robar en el banco en el que trabaja. El malvado la observa y la controla, apareciendo de vez en cuando para intimidarla con tono asmático, y Lee Remick pide ayuda al FBI, encabezado por el formal agente interpretado por Glenn Ford.
Si bien el guión es muy discutible (hay una trama marciana con una oriental -que está sensacional- y su hijo), la puesta en escena de Blake Edwards es realmente MAGISTRAL, a lo que se añade una portentosa fotografía de Philip Lathrop (que trabajó después en "A quemarropa" o en el "Driver" de Walter Hill, ahí es nada). El comienzo, con Lee Remick conduciendo de noche por las calles de San Francisco con el acompañamiento de Henry Mancini es fascinante. Las luces de la ciudad y la música te transportan a una placidez inicial que pronto se quebrará cuando la chica llegue a su casa, ubicada en la calle Twin Peaks (!!!). Entonces, comienza la sensación de amenaza en una magnífica y dilatada escena que mantiene en plano fijo a Remick iluminada y al psicópata en la sombra.
También destaca sobremanera la siniestra atmósfera del lugar donde otra víctima repara o fabrica maniquíes, siendo una escena que une el patetismo de la soledad de la mujer con lo macabro, y así la película se sumerge por momentos en el género de terror, principalmente por la imagen de la mujer colgada boca abajo o por el efecto inquietante de esos maniquíes a medio terminar.
La verdad es que la película está repleta de recursos visuales del todo disfrutables que me parecen de una gran modernidad. Se me ocurre también la claustrofóbica (y estrafalaria) escena del baño, con un espejo y un personaje travestido que me llevan directamente a De Palma. Un baño, por cierto, ubicado dentro de un club nocturno rarísimo que mezcla la elegancia con una suerte de cabareteras con columpios.
Otro highlight es el final en el estadio de beisbol, escenario de grandioso espacio y con una cámara que se aleja a las alturas, antecedente directo de "Harry el sucio".
Y a todo esto, referencias sexuales y nada de romanticismo convencional entre héroe y víctima. El psicópata bordea la violación (falta valentía para llegar más lejos), tiene predilección por las jóvenes mozas y las chicas quedan en ropa interior. Pero no hay romance explícito en la película entre Lee Remick y Glenn Ford, que no es más que un agente superprofesional con poco tiempo para intimar.
Muy interesante.