Hombre, la fórmula Bond es perfectamente válida hoy día, lo que pasa es que ni hay que pasarse de cachondo como en la era Moore, ni tampoco convertirla en un dramón familiar como en las dos últimas. Casino Royale funcionaba porque tenía grandes escenas de acción mezcladas con momentos de suspense y un romance trágico auténtico y creíble. Pero después de esto se supone que Bond debía de transformarse en el tipo frío y sofisticado que todos conocemos, con un sutil poso de amargura interior, y al final lo han dejado en un huérfano cabreado disfrazado de pingüino anabolizado, aplicándole el viejo dicho aquel de la mona y la seda.
Bond en mi opinión debe de recuperar su elegancia, frivolidad, y patriotismo anacrónico, así como sus enemigos de crueldad simple y directa, sin traumas tontunos. Bond es un arma del sistema encantado de serlo, aunque tenga una relación ambivalente hacia la autoridad. Y ese creo que es un enfoque que se ha perdido en parte, y no está ni mucho menos agotado. De hecho, le da posibilidades infinitas al personaje y a sus antagonistas.
Un saludete.