La ley del hampa es un homenaje a las películas de gángsters de los años veinte que narra, no sin sus licencias, la vida del mafioso Jack “Legs” Diamond; atracador, matón, extorsionador, entre otras lindezas, y por cierto, muy buen bailarín, que en numerosas ocasiones logró huir de las emboscadas y tiroteos de sus rivales, ganándose cierta reputación de que era imposible matarle.
Cine B y cine de época, por tanto, con cierta voluntad retro en su ambientación y estilosa fotografía a cargo de Lucien Ballard, así como una omnipresente partitura jazzística, para contar algo que nos sabemos bien; un sujeto indeseable que, partiendo de la nada, inicia una carrera delictiva que le hará alzarse hasta lo más alto y sobreponerse a unos recelosos círculos criminales que no se lo pondrán fácil. Sus principales armas son la mentira, la manipulación y una personalidad de rasgos psicópatas, o la de un pícaro capaz de cualquier cosa con tal de obtener lo que quiere, que no duda en utilizar a los demás para sus fines… cosa que no le impide, y aquí viene lo no tan creíble, convertirse en un auténtico imán, visto lo visto, para el género opuesto.
El desenlace del asunto nos lo podemos imaginar, pues es el propio de estos individuos excesivos, como lo fueran los interpretados por James Cagney, Paul Muni y compañía, que en el fondo no despiertan tanta piedad o empatía como fascinación morbosa. Que en su ambición rebasan límites y pierden, si acaso, lo poco que pudieran tener de alma.
El límite lo impone en este caso un hermano tuberculoso, que también será un estorbo para Legs, víctima de ese pragmatismo implacable suyo. La venganza sobre el enfermo está resuelta en unos pocos planos fragmentados y fuera de campo, y con ello tenemos el primer acierto del film; una forma de narrar característica, de ritmo rápido y sin tregua, definiendo con trazos eficaces, cortando sin piedad, con un uso de la violencia fugaz y únicamente el necesario. Secuencia de apertura, la de un atraco fallido visto desde lejos por nuestro amigo “el piernas”, pero que le permite aprender y le revela como frío y despiadado observador. Luego seducirá a una pobre ingenua, al tiempo que muestra unas cualidades físicas imposibles, hasta el punto de creer que las balas no le afectan… pero la supuesta mano salvadora del destino no le impedirá arruinar la vida de quienes tiene a su alrededor. Otro factor de su caída, el paso del tiempo, una mafia que cambia sus modos, más organizada, entre quienes el antiguo rufián ya no tiene cabida.
Actores poco o nada conocidos, encabezados por un Ray Danton que pone cara (dura), voz profunda y físico espigado, un secundario Warren Oates, mas gente fea y con mala pinta... y unas mujeres, fatales o no, tan sobradas de encantos como faltas de inteligencia o sentido común (“¿Chicago está muy lejos, verdad?” — “Deja que me ocupe yo de la geografía y tú ocúpate de la anatomía…”).