Insomnio
La historia es la de siempre, es decir, la de un talentoso principiante que viene del cine indie (“Memento” no era debut, pero como si lo fuera) y le dan un proyecto más ambicioso y con reparto estelar, normalmente un remake de peli no americana. Título un poco al margen en la filmografía del británico, tenido en su momento por “menor” y creo que el único en cuyo guion no metieron la zarpa ni Chris ni el hermanísimo… no así en una realización que abunda en jueguecitos de montaje e insertos videocliperos que alcanzan su mayor cota de efectismo en ese cara a cara final con el malo. Como película creo que es buena, pero no precisamente gracias a Nolan, y por lo tanto se acaba de convertir en mi preferida de las suyas. Un neo-noir de esos que recogen la esencia del género actualizada, con clichés a manos llenas; Pacino como poli infalible que resuelve sus casos con métodos cuestionables, hombre duro de pelar que se bate el cobre contra lo peor de nuestra especie mientras sus superiores se apoltronan y se parapetan en sus legalismos... en cierto modo es un western que saca los trapos sucios del héroe, con una parte psicológica de desmoronamiento mental progresivo, el de un sujeto torturado y comido por la culpa que experimenta su particular infierno en una Alaska que parece el fin del mundo. El villano funciona como alter-ego o sombra suya, nada menos que un novelista, que son los mayores farsantes y manipuladores, lo cual añade componente “meta” con ese “comodín”, ese ajedrez perverso entre dos cabrones muy inteligentes que cómo no, se necesitan mutuamente. Swank en cambio es un ser inocente y puro, además de lógico, ajeno a semejante cenagal moral y por lo tanto, quien descubre la verdad.
Ese malo maloso tiene, pese a todo, su lado humano; los personajes no están exentos de matices y Williams compone a un ser tan horrible como triste, terriblemente humano. Pero esto no contradice la tesis interna de la peli, que es maniquea y de buenos contra malos, dostoievskiana. Sobre los errores, los crímenes que nos llevan al autoengaño y a perder el norte, a no conocerse ni a uno mismo… como Pacino, que no sabe a ciencia cierta si actúa por imprudencia o por conveniencia, tan loco como se vuelve. La estructura, por cierto, se parece a la de unas muñecas rusas, con hasta tres asesinatos relacionados, contenidos de algún modo unos en otros. Importa la responsabilidad, las decisiones conscientes que uno toma, lo contrario a ese ciego relativismo amoral que defiende el monstruo, esa fatalidad que impulsaría ciertas acciones y por tanto las justificaría. “No te desvíes”, más claro agua con esa (muy triturada) frase final de un protagonista que consigue dormir, descansar al fin. Redimirse, algo sólo posible con la muerte y el sacrificio; frente a esa noble pero discutible preferencia por conservar el mito, la buena fama, aún con una mentira, es preferible el bien, la sinceridad, aunque duela. Muy determinante para la trama el ambiente, un territorio de incertidumbre moral, donde el día, la noche, son conceptos vacíos; niebla, agua, montaña, conforman un paisaje helado que se apodera de los personajes, sin que falte una parte de acción pura con sus tiros y escaramuzas… un agujero inhóspito y con sus secretos, del que la buena gente quiere huir y que acoge precisamente a quienes nada bueno tienen que ocultar, cuyos habitantes desempeñan esos roles marcados de macarra local, chica buena y querida, etc.