Es una especie de Opera Summa de Cronenberg, en el que se quiere dar y darnos un homenaje, especialmente a aquellos fans de su etapa mas gore y desatada, una nueva carne revisitada donde no faltan guiños, autorreferencias y la habitual garra narrativa del autor.
Yo no veo tanto que haya un batiburrillo de ideas como que David , de manera consciente y deliberada, va dejando temas y tramas sin conclusión, los presenta y deja a medio desarrollar, seguramente porque en verdad de lo que nos está hablando es de su propio fin como artista y persona, de todo lo que va dejando atrás, y de cómo encarar de manera digna y consecuente su muerte, desde la mas absoluta libertad creativa. Hablamos de un tio que ademas no tuvo tapujos en rodar a su propio cadáver...
Naturalmente hay mas temas y cuestiones ( la insumisión del arte frente a una sociedad anestesiada, el sexo agotado desde el consumo convencional, el hartazgo vital vs la búsqueda de la belleza , la burocracia contaminante... ) pero repito que lo que está en el núcleo es ese sosias de Cronenberg que es Saul Tanser , creación total de un formidable Viggo Mortensen, protagonista absoluto pese a lo engañoso de los créditos que le equiparan con la Séydoux , la sorpresa de ver metido en algo así a Scott Speedman y una bastante anecdótica Kirsten Stewart ( supongo que la ficharon para atrayer espectadores e inversores, porque su rol lo podía haber ejecutado cualquier otra actriz )
Por eso a lo que mas se parece este Crimes of the future no es tanto a Videodrome, Naked Lunch ( todo lo de la oficina de patentes es puro Burroughs ) o eXistenZ ( por cierto, sale un viejo conocido en otro guiño de casting ) , sino a su novela Consumidos. Y es que debajo de todo subyace, de nuevo, otro trauma interno; la ausencia de dolor ( por cierto, apenas si se menciona esta circunstancia ) no es la mejor manera de vivir ni sobrellevar la existencia , y Cronenberg sabe de lo que habla, ya que la película parece estar concebida en pleno duelo ( enviudó no hace tanto )
De ahí la secuencia final, rodada no casualmente en videocámara digital, dandole una pátina de confesión íntima , encontrando en el sufrimiento doliente, la felicidad, el acto definitivo.
Rodada y planificada como Dios, con una increíble BSO del siempre magnífico Shore y con una fotografía sorprendente mimética de Douglas Koch respecto a la del jubilado Peter Suschitzky , tiene momentos que ya me gustaría a mi poder siquiera haber concebido, como el de un increíble plano en el que vemos cómo un barco se cuela en el encuadre con una armonía sublime.