Decepción. No esperaba mucho y me he encontrado menos. Si tengo que destacar algo evidentemente me quedo con Rourke y la Tomei, la camaradería entre colegas de los luchadores, un inicio prometedor y un magnífico plano final, además de una buena banda sonora.
Parece que es mucho lo que me ha gustado pero son detalles en medio de un todo que no me ha transmitido casi nada. De hecho, arranca bien en el ring y sus bastidores, pero Aronofsky me pierde absolutamente para el resto del metraje con esas escenas gores totalmente innecesarias de la segunda vez que le vemos en acción, unas escenas de un exhibicionismo y de una gratituidad repugnantes. Y la dirección era muy importante en una película como esta en la que el guión está más sobado que una almohada, con un redundar constante en la faceta de perdedor de un personaje que no me parece real pese a un muy buen Rourke, me parece prefabricado, ese arranque de furia en el supermercado no me lo creo, no va con ese personaje en ese momento.
Los cliches, especialmente en la subtrama de la hija, llegan hasta límites insospechados. Los cara a cara con la Tomei son lo mejor de la película pero ella también tiene un par de reacciones finales forzadas, aleatorias. El discurso también me sobra, todos sabemos lo que le pasa por la cabeza en aquel momento, no hace falta que nos lo repita. Eso sí, el final sugerido me ha gustado.
La cámara al hombro me cansa, me parece un intento de cine indy impostado y no le veo la finalidad, en algunos movimientos me ha recordado a Iñárritu.
Palidece ante Fat City y ni hablemos de Toro Salvaje que se la come con sólo 2 ó 3 escenas del Jake LaMotta en declive.
Para mí, Aronofsky en su línea habitual.