El cine de Fabrice Du Welz: Calvaire, Vinyan, Colt 45, Alleluia

Colt 45 no me atrae y si encima dice que no está contento con el resultado,la descarto.
Du Welz está muy descontento con el resultado, sí, pero NO es una película carente de interés. Es un policiaco tan SECO que se sale completamente de la norma. Tiene sus problemas narrativos y sus personajes arquetípicos, pero curiosamente esas "faltas" le vienen bien como relato pulido hasta el hueso, que va al grano sin marear la perdiz. La he visto un par de veces y la segunda vez me gustó más al estar mentalizado de lo que es y de cómo es.
 
Haced caso a Max, ALLELUIA es cojonuda.

Versión apócrifa de los asesinos de la Luna de Miel, en la que uno de los puntos más interesantes es que Du Welz pasa de retratar psicológicamente a la pareja (o peor, justificarlos con trauma), haciéndolos recorrer más bien caminos inversos. Él es el sujeto peligroso y fascinante, el timador, el santero, que muerde más de lo que puede tragar; ella poco a poco se adentra en terreno "puta zumbada" al ir desmigando capas de rutina y normalidad que escondían un fondo muy turbio (adelantado con la primera y excelente escena, casi el reverso malvado de Un verano con Mónica)

Me gusta lo de "cine epidérmico"; la cámara salta de ser la famosa mosca en la pared a estamparse en la cara de los actores para verlos imperfectos, cárnicos, sus pequeños gestos de felicidad, de celos o de miedo (toda la película son escenas con dos personajes mimosos y un tercero, un "expulsado", mirando). La equiparación de sexo y violencia es continua, no sólo entre los dos asesinos (¡la escena de la hoguera!) sino en todo el ambiente brusco, preparado para saltar en cualquier momento (el ataque de risa con la religiosa, haciéndonos cómplices). Laurent Lucas quizá queda un poco en bragas cuando a su personaje se le acaba el interés, pero lo de Lola Dueñas es descomunal; esos escasos momentos de felicidad resultarían tiernos de no ser una bomba de relojería.

Eso sí, me salta demasiado lo morosa que es en algún tramo (el salto temporal hasta la última "presa"), el clímax un poco burdo, y un espantoso epílogo muy fuera de tono con el resto de la peli. Pero son males muy menores.

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Cine epidérmico en el sentido de una Claire Denis o de una Marina de Van. Cine pegado a la piel que retrata el cuerpo sin filtros. Alleluia va en esa línea, sí. Y está muy lograda al incomodar desnudando a los personajes por dentro y por fuera. La ausencia de definición psicológica clara, como comentas, hace que la película sea aún más inquietante. No sabes a qué atenerte. No sabes qué ocurre ahí dentro de esos cuerpos que no disimulan fealdades o imperfecciones. El terror es encontrarte de cara con un horror corpóreo de texturas tan físicas. Du Welz creo que derriba barreras y filtros que alejen al espectador de lo narrado y te tira a la cara lo que filma. A mí me parece un grande.
 
Calvario

Un cantante de poca monta (Laurent Lucas) que va de un sitio a otro realizando sus actuaciones sufre una avería en medio de ninguna parte, debiendo recurrir a la ayuda de un hombre solitario que regenta una posada cercana. Más tópico imposible el argumento del debut de Du Welz, quien no duda, efectivamente, en sumarse al género de horrores rurales y de supervivencia frente a paletos endogámicos. Primera diferencia; amantes de la casquería, de la sangre a chorrazos y de la brutalidad, absténganse, pues la cosa no va por ahí. Más bien al contrario, es el aspecto más psicológico lo que interesa, profundizar en unas mentes abyectas, tomar esa serie B como punto de arranque para adentrarnos en un cenagal de abyección humana, donde el hombre deviene en animal irracional, donde una serie de situaciones exageradas y giñolescas no dejan de hacer referencia a un fondo común de locura que acecha en nuestro ser más recóndito.

Menuda chorrada, dices, qué oportuno el chaval, mira dónde va a dar... me he descojonado, lo siento por el bueno de Fabrice, que quiere hacer una de terror, y yo mondándome ante unas situaciones tan peregrinas. Y sin embargo, menuda convicción que le pone al asunto, menudo manejo del sonido, del encuadre, de la cámara enloquecida cuando corresponde, sin apenas efectismos (quizá ese momento de la “cena”). Un protagonista absolutamente indefenso, cosificado, anulado, incluso desde el principio da la impresión de ser una sombra, lo que los demás quieren proyectar en él. Lo que viene a encontrar son sus peores pesadillas, y el enigmático final da a entender que acaba formando parte de ellas; parte de ese pueblo, aislado de la realidad, cuyos habitantes son como almas en pena, esclavos de sus deseos frustrados, de sus infiernos interiores y exteriores. Y algo te dice que tú harías lo mismo en esa situación.

Lo que parece una contribución más a aquella moda del terror gabacho acaba siendo un singular y abstracto thriller, cuyo autor maneja unos códigos trillados para hacer algo que no es lo de siempre. El momento; el bailecito de la taberna, que concentra muy bien la idea del asunto.
 
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