Calvario
Un cantante de poca monta (Laurent Lucas) que va de un sitio a otro realizando sus actuaciones sufre una avería en medio de ninguna parte, debiendo recurrir a la ayuda de un hombre solitario que regenta una posada cercana. Más tópico imposible el argumento del debut de Du Welz, quien no duda, efectivamente, en sumarse al género de horrores rurales y de supervivencia frente a paletos endogámicos. Primera diferencia; amantes de la casquería, de la sangre a chorrazos y de la brutalidad, absténganse, pues la cosa no va por ahí. Más bien al contrario, es el aspecto más psicológico lo que interesa, profundizar en unas mentes abyectas, tomar esa serie B como punto de arranque para adentrarnos en un cenagal de abyección humana, donde el hombre deviene en animal irracional, donde una serie de situaciones exageradas y giñolescas no dejan de hacer referencia a un fondo común de locura que acecha en nuestro ser más recóndito.
Menuda chorrada, dices, qué oportuno el chaval, mira dónde va a dar... me he descojonado, lo siento por el bueno de Fabrice, que quiere hacer una de terror, y yo mondándome ante unas situaciones tan peregrinas. Y sin embargo, menuda convicción que le pone al asunto, menudo manejo del sonido, del encuadre, de la cámara enloquecida cuando corresponde, sin apenas efectismos (quizá ese momento de la “cena”). Un protagonista absolutamente indefenso, cosificado, anulado, incluso desde el principio da la impresión de ser una sombra, lo que los demás quieren proyectar en él. Lo que viene a encontrar son sus peores pesadillas, y el enigmático final da a entender que acaba formando parte de ellas; parte de ese pueblo, aislado de la realidad, cuyos habitantes son como almas en pena, esclavos de sus deseos frustrados, de sus infiernos interiores y exteriores. Y algo te dice que tú harías lo mismo en esa situación.
Lo que parece una contribución más a aquella moda del terror gabacho acaba siendo un singular y abstracto thriller, cuyo autor maneja unos códigos trillados para hacer algo que no es lo de siempre. El momento; el bailecito de la taberna, que concentra muy bien la idea del asunto.