Pocas cosas he odiado en mi vida más que los dictados o la toma de apuntes a velocidad rápida para regocijo del profesor de turno que disfrutaba viendo cómo la gente sufría. Auténticos hijos de puta convertidos en profesores.
Madre mía, que recuerdos. Tal cual, ¿eh?
Yo también tuve a muchos sádicos. Nada les gustaba más que alguien les pidiera que repitieran algo, para, con una mirada de desaprobación perdonavidas, repetirlo con total desgana y más confuso, si podían. O, como Miguel, mi profesor de Historia, para decir "Me encanta pillaros sorprendidos" y seguir dictando, negándose a repetir nada. Alguno parecía que había estudiado más para funcionario de prisiones que para profesor.
En mi universidad había dos metodologías. Bien el profesor te daba el libro que tenías que comprar, y ahí estaba el 80% del temario de examen, bien se traían un juego de diapositivas que tú tenías que copiar a toda leche mientras ellos las explicaban.
Los primeros, al tener ya parte del temario, estábamos atentos en clase y prestábamos atención a sus explicaciones, siguiendo el libro para tomar nota, porque no todo venía en el libro. Había que escuchar la explicación y tomar nota cuando se añadía algo. De esos, 20 años después, me acuerdo de muchísimas cosas que enseñaron en sus clases, porque yo estaba al 100% escuchando.
Los otros traían las diapos y las cantaban, y tú tenías que copiarlas a toda leche antes de que las fueran pasando (la gran mayoría se negaban a retroceder o a repetir algo). Así que al final, de su explicación no te enterabas de nada, estabas demasiado ocupado apuntando porque eso era lo que ibas a tener para estudiar el examen. De esas clases, no conservo prácticamente ningún conocimiento que pueda recordar, pero no ahora, es que a los 3 días de vomitar diapositivas copiadas en el examen, ya no me acordaba.