Por Politikon tenemos una larga historia de escepticismo bien poco disimulado con las elecciones primarias para escoger el liderazgo de un partido político y sus candidatos. Como hemos dicho repetidamente, no hay soluciones mágicas en esto de la selección de élites, y una votación interna por si sola no va a arreglar las cosas si la organización es disfuncional.
El Partido Socialista en Andalucía ayer nos hizo un favor a Pablo y a mí dando otro ejemplo de los problemas de un sistema de primarias en un partido con problemas. Tras la renuncia de Griñán a presentarse a la reelección, los líderes del partido organizaron rápidamente un proceso de primarias abiertas para escoger a su sucesor. Lo de abiertas, obviamente, es un decir: gracias a unas normas sobre avales muy restrictivas, límites al acceso al censo de militantes (nota: lo de la privacidad es una excusa barata – uno está en un partido para que los políticos le hagan caso, no para que el aparato del partido te proteja de los candidatos), y una campaña y plazos absurdamente cortos, Susana Díaz es la candidata única en estas elecciones, ya que nadie más se podrá presentar.
Es cierto que las normas para las primarias son las que son, y Díaz las ha “ganado” siguiéndolas al pie de la letra. También es cierto que los estatutos regulando las primarias fueron redactadas por los mismos dirigentes del partido que tan duro han trabajado para que ganara el candidato que ellos querían. No hay nada como diseñar una reglas que te favorezcan y encima tener el raro privilegio para implementarlas tú. La gran consulta a las bases del partido sobre quién va a dirigir a la formación durante los próximos años se reduce en una pantomima obvia donde el candidato ganador no sólo estaba claro de antemano, sino que además era el que querían las élites. Es realmente estupendo.
Digo todo esto, por cierto, siendo consciente que Díaz es probablemente la menos mala de los candidatos en estas primarias. Este hecho, sin embargo, creo que es irrelevante: Díaz es la mejor candidata porque cualquier persona con dos dedos de frente sabía de sobras que todo el proceso era una obra de teatro absurdo y no valía la pena intentarlo. El hecho que que cualquier persona más o menos cuerda sepa que cambiar la dirección del partido socialista en Andalucía es imposible, por cierto, es una forma realmente estupenda de asegurar que la cordura permanezca fuera del partido. Después en el PSOE se extrañarán que el partido esté lleno de chiflados o lamebotas incapaces de tener ideas propias. Realmente trabajan muy dura para que nadie más esté feliz dentro de la organización.
Me parece especialmente tierno también ver el peloteo desaforado en El País hablando sobre todos esos avales y apoyos que ha tenido Díaz. En un partido político no hay nada más fácil que conseguir que alguien te aplauda cuando está claro que vas a ganar. Todo el mundo quiere estar a buenas con el nuevo jefe, al fin y al cabo. En un proceso de primarias tan opresivo como este, conseguir los avales es casi un ejercicio de exigir lealtad pública al nuevo líder.
Lo más cómico de todo este proceso, por cierto, es una cifra: 45.733, el número de militantes que tiene el PSOE en Andalucía. Es decir, un patético 0,5% de la población de la comunidad está afiliada al partido. Esto, aunque parezca mentira, es una tasa de afiliación alta para lo que es habitual en España, pero sigue siendo una cifra ridículamente baja para un partido que pretende ser representativo.
En fin. Cuando los líderes del PSOE se pregunten por qué pierden militantes, nadie cree en su liderazgo y se quejan de desafección política no estaría de más que echaran a un vistazo a sus “reformas” para abrir el partido. Es difícil tomárselos en serio.