Whedon, te la dedico, que no se diga.
(id, Benjamin Renner / Stéphane Aubier / Vincent Patar, 2012)
Nunca reparé mucho en el cine de animación francés. No por prejuicio ni por tener cierta animadversión. Simplemente por no prestarle atención, por creer que la animación sólo podía valer si procedía de cierta parte del mundo o de cierta marca registrada (iluso que siempre ha sido uno). Pero a medida que voy adentrándome en el vasto campo de los dibujos animados más me doy cuenta que tengo mucho camino que recorrer. Y mira tú por donde que cada nuevo título que descubro made in France acabo prendado, sorprendido y extremadamente abrumado. Sin ir más lejos para mi gusto "El ilusionista" de Sylvain Chomet (2010) fue el apoteosis al respecto. Pues puedo decir que si bien aquella era (y sigue siendo para mi) la obra completa al respecto "Ernest & Celestine" puede considerarse sin lugar a dudas como la nueva obra de arte, maestra desde todo punto de vista. Tristemente, como suele suceder con casi todo lo animado que procede de Francia uno tiene que descubrirlo por recomendación de otros o incluso conocer de su existencia por casualidad.
La película, de una calidad perfecta y una animación siempre fluida (atención por otra parte al detallismo y a la iluminación), podría verse como una ampliación del cuento del ratoncito Pérez pero quitándole la magia del mismo y dotándolo de una realidad menos infantil y mucho más industrial. Pero dejarlo así sería quedarse simplemente en la punta de un iceberg mucho mayor. Benjamin Renner, Stéphane Aubier y Vincent Patar, tres apellidos aposentados en el campo de la animación desde hace bastante tiempo son los responsables de ella (el primero fue el encargado del interesante corto "La queue de la souris" con el cual guarda cierto parentesco en el planteamiento y los otros dos son los responsables de la brutal, hilarante y refrescante "Pánico en la granja"). La trama, basada en una serie de cuentos para niños escritos por Gabrielle Vincent, ilustradora belga, está adaptada por Daniel Pennac, un escritor francés. Y lo que en principio es una historia sobre clases sociales bien diferenciadas entre los osos y los ratones, a medida que avanza la historia, se irán dando cuenta que no son tan distintos.
Todo está expuesto como si de un cuento por capítulos se tratase. Todo empieza en un orfanato donde la directora les cuenta a los niños, a través de cuentos terroríficos, que tienen que temer al oso feroz pues éste se alimenta de todo pero especialmente de ratones. Una forma de infundir el prejuicio hacia los que son distintos. El método funciona menos en Celestine, una ratoncita amante del arte y sobretodo del dibujo libre. Eso la lleva a estar dibujando todo lo que le rodea y más aún siendo los osos los protagonistas de esos dibujos. Por otro lado tenemos a Ernest, un oso un tanto bohemio, que vive de lo que su arte le da (más bien poco) y cuya vida ha estado marcada por los dictados de sus parientes, amigos y allegados indicándole que el mundo del artista no tiene futuro. En sí es un artista frustrado, que vive aislado en su casa del bosque pero eso le lleva a tener una vida pobre sin casi nada que comer.
Porque lo interesante de la película es que a pesar de que la calidad del diseño de los personajes es sencilla, blanda, casi minimalista en muchos aspectos (también ayuda el tono de cuento de hadas) no se le escapa una y toca, trata y ofrece un sinfín de temas a tratar. Asuntos como los prejuicios, la justicia y castigo en base a estos mismos, la pobreza, las diferentes (y marcadas) clases sociales, el sistema establecido, el consumo y la sensación de bienestar, las reglas inquebrantables, el destierro, la marginalidad, la carencia de una familia, la soledad del individuo o el amor y la amistad inquebrantable son elementos que fluyen, sin acusar, en una historia donde lo que prima por encima de todo es la rotura del sistema y el acercamiento de posturas inquebrantables. Si por algo resulta eficaz es por como los directores van exponiendo, de forma pausada pero sin perderse, todos y cada uno de estos aspectos de una forma que pueda entender todo el mundo, desde el más infante hasta el adulto más crítico.
Pero es que incluso la película juega perfectamente en la liga del cine de persecuciones, cine de juicios (la mejor escena de toda la película, con un montaje paralelo abrumador), cine de robos, humor de todo tipo, desde el más bufonesco (la policía contra los dos amigos huyendo por la ciudad) hasta el más sutil como la ternura que comprende Ernest al intentar comerse a Celestine y esta juega sus cartas convenciéndole con argumentos de que no lo haga hasta el humor slapstick (Ernest intentando atrapar a unos pájaros o unos padres intentando capturar a Celestine para matarla cuando segundos antes le cuentan a su hijo la historia del ratoncito Pérez) o incluso cine dramático (los primeros minutos en el orfanato o las pesadillas de cada uno para acabar descubriendo que a fin de cuentas Ernest y Celestine sólo se tienen el uno al otro). Pero no se vayan que todavía hay más. Pequeñas gotas de un terror soft se deja medio ver como son los momentos donde planean decapitar a los dos por ser considerados culpables de una circunstancia en concreto. Aún y así, lo que prima o predomina es un cine tierno, con momentos repletos de una bondad digna del mejor Capra.
Lo más interesante, llegados a este punto, es que incluso en estas circunstancias la película sube un peldaño más y si ya con todo esto consiguen una calidad insuperable a pesar de parecer llevar un tono de corte menor juegan con el cine onírico casi digno de Buñuel (la pesadilla de Celestine es cosa fina) o incluso guiñándole el ojo a Fantasía de Disney con un momento concreto donde la música dibuja la escena o el dibujo pinta la música con una partitura espectacular. "Ernest and Celestine" es un cuento a fin de cuentas. Uno de esos donde la moraleja no molesta, ayuda y funciona. Una oda a la amistad más enriquecida, al amor más profundo, a querer sacar (o camuflar) lo positivo de lo negativo (el final es todo un detalle) y demostrar que los franceses siguen teniendo que ver mucho en el género, que la animación tradicional jamás será el enemigo y que por suerte joyas de este calibre aparecen cada cierto tiempo demostrando que el cine de calidad a veces suele esconderse en un género en sí mismo.