Me acuerdo de todos esos momentos, años atrás, que me veía "obligado" a entrar a discotecas por eso de compromisos con amigos y por no dejarlos tirados para irme yo a dormir. En resumidas cuentas, siempre las he aborrecido. No me gustaba que me estuvieran empujando cada dos por tres por todos lados, raramente me gustaba la música que ponían y detestaba lo alta que la metían. Me acuerdo que miraba el reloj cada dos por tres y contaba los minutos hasta poder salir de allí, normalmente los contaba por cuartos de hora hasta la hora que ya teníamos por costumbre salir, y el saber que cada vez quedaba menos me producía una sensación de confort y satisfacción que nunca olvidaré, y cuando finalmente salía sentía como si hubiera entrado en el cielo... Salvo por el retumbar de la música en mi cabeza, que no desaparecía hasta la mañana siguiente.
Este párrafo viene a cuento de que ésta "Climax" me ha producido sentimientos algo parecidos, a lo que no se si aplaudir a Gaspar Noe o maldecirlo, porque por una parte admiro el trabajo que ha hecho, pero por otra soy consciente de que nunca más volveré a ver esta película.
No ha sido una experiencia grata, para bien y para mal.