Hadewijch - Bruno Dumont

sikander

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Innisfree / Deutschland
http://www.imdb.com/title/tt1257562/

Estupefacta ante la fe ciega y extática de Hadewijch, una joven novicia, la madre superiora decide expulsarla del convento. Hadewijch vuelve a ser entonces Céline, la hija de 20 años de un diplomático. Sin embargo, su amor apasionado por Dios, su cólera, y su encuentro con Yassine y Nassir terminarán por llevarla a terrenos peligrosos

¿será tan buena como dicen? estos fenomenos tan minoritarios hay que cogerlos con pinzas.... vamos, como los mayoritarios.

de momento ni fecha ni se la espera.



YouTube - HADEWIJCH sur www.bandes-annonces.fr
 
Hadewijch la tengo para uno de estos días, en cuanto me desintoxique de la anterior...

¿Se puede hablar aquí de sus otras películas? Es que acabo de comerme Hors Satan, pero aún no la he...

Es una cosa muy extraña (y hasta peligrosa)
 
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Hors Satan

Ya había tenido antes el (in)grato placer de ver La vida de Jesús, La humanidad y Twentynine Palms. Pero con la atractiva y simultáneamente irritante Hors Satan se ha superado. Tanto en lo bueno, en lo malo y en lo peor.

Quiere ser Bresson a la hora de dirigir actores sumamente parcos e inexpresivos que aquí alcanzan su punto máximo en aparente vacío exterior y en la imposibilidad frustrante, para el espectador, de poder rascar un poco más allá.

Son absolutos fantasmas. Crueles fantasmas. Perdidos fantasmas. El mundo interior de estos seres humanos está tan muerto y acabado como el planeta en el que habitan. Sus personalidades controladas y opacas resguardan el horror más puro, que se complementa con la atmósfera progresivamente amenazante y confusa que siempre está presente. La alienación, las atrocidades y la sangre siempre llegan.

Quiere ser Tarkovsky a la hora de parir imágenes, de incrementar la duración normal de las secuencias hasta limites infinitos, de abrumar sin piedad para seguir incrementándolas, tratando de alcanzar una nueva especie de magnitud. Rodeando la película de cierta mística religiosa (Los vestigios cristianos, son los vestigios de nuestra cultura, el cristianismo está muy metido y la única forma de dejarlo de lado, es pasar por él e ir más allá... Dice el director)
Toma esa constante, si, pero la traslada a su campo estilístico. Un estilo sumamente grotesco que explora terrenos que no conviene ni pisar, enfrentándose a la quebradiza naturaleza de las personas y los ambientes más jodidos. Y puede que muchas veces lo haga de forma fácil, golpeando la sensibilidad, pero otras sabe como inquietar y jugar con la imaginación. Logra que esa turbiedad del entorno contagie nuestros estados anímicos.

Parece, casi, de la edad media. Como si fuera la primera película de un nuevo mundo que hubiera eliminado a Dios.

Se ame, se deteste o simplemente lleve al desconcierto, el cine de Dumont al menos supone un reto. Cada una de sus películas es un enigma (que bien puede ser uno frustrado, pero el esfuerzo no deja de ser seductor). Hors Satan es hipnótica. E irritante. Y muy jodida.
 
Última edición:
Estupendo comentario. Yo la vi en su momento y me pareció sumamente incómoda y turbadora. Feísta, atmosférica, dilatada... La verdad es que la recuerdo poco. Será por mi memoria selectiva. Pero sí recuerdo que me pareció plagada de tiempos muertos, de ritmo parsimonioso y planos de larguísima duración. Y el argumento, difícil de desentrañar.

Recuerdo mejor "Twentynine Palms" y aquel final salvaje. Casi me da un ataque.
 
Hors Satan

Me ha recordado a “Lo que arde”, de Laxe.

El director es un Dreyer zarrapastroso que nos cuenta su historia de ¿milagros? ¿resurrecciones? sin ocultar sus otros referentes (manos que llaman a puertas, figuras que caminan sobre las aguas…). Cine elevado a experiencia extenuante, desafío a un espectador que debe desentrañar lo que está viendo, con tal de llevarle a un territorio poco explorado; aquí, a un entorno agreste en el que el imponente paisaje costero y rural a orillas del Canal de la Mancha es algo más que el simple marco de un drama humano… es una expresión del misterio, de lo sublime según un Kaspar Friedrich (se suceden unos encuadres que parecen remitir a su obra pictórica), quedando los individuos absorbidos por vasto espacio natural, reducidos a la nada.

Los personajes, especialmente los dos que ejercen como protagonistas absolutos, encierran igualmente un enigma frente al que la cámara de Dumont mantiene una distancia cautelosa; son representantes de lo humano reducido a lo más básico, sin máscaras de ningún tipo, seres primarios más cerca del animal que del hombre (parece que existan en los límites de la civilización), pero que no están tan lejos del común de los mortales. Sus decisiones parten de unos sentimientos de amor, de ira o de lo que sea, pero en su estado más puro, infantil. Y por no tener, no tienen ni nombre, e igualmente primitiva es la extraña religiosidad que practican.

El misterio, por lo tanto, surge siempre de la materia, de lo que se percibe de manera muy directa en cada grano de arena, en la lluvia, en una simple fogata o en un incendio, que alcanzan una dimensión mística incluso cuando Dios no aparece en toda la película, ni se menciona nada relacionado. Sin ir más lejos, tenemos a un inescrutable vagabundo similar a un santo idiota o a un pecador, cuya presencia podría ser la nueva venida de Cristo, o qué sé yo… pero el mesías ya no es lo que era, sino un ser inquietante y lleno de contradicciones (el aspecto raruno y la mirada penetrante del actor lo son todo), con métodos cuanto menos llamativos para exorcizar al demonio. El mal parece haberse adueñado de estas tierras, ahora bien ¿quien comete el peor de los males… sino la gente común? Dilatación extrema del tempo narrativo, actores no profesionales, apenas un puñado de escenarios acotados, ausencia de música y parquedad de diálogos en una trama que renuncia a sustentar expectativas… son recursos propios de un supuesto realismo que no es tal, pues esto se parece más a un cuento no precisamente para niños, con una violencia que actúa de golpe y sin preparar, con toda naturalidad, o bien una sexualidad tirando a malsana, que ocupa un episodio de demencia considerable; de esos momentos que oscilan entre el genio y el ridículo, pero el belga se entrega a fondo.


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Así a primeras, Hadewijch es un estudio del fanatismo religioso en la línea de la escuela europea “de autor”, con una narración a la deriva y planos de duración prolongada. Pero esto es tan solo una parte, una de las posibles lecturas de la película. Celine es una novicia de firmes creencias que recibe la orden de salir un tiempo del convento, debido al rigor que demuestra en su celo religioso. Practicante de una forma de fe excesiva como sólo puede serlo la mística, su búsqueda apasionada del amor de Cristo la llevará entonces a juntarse con malas compañías.

La película trata del vacío interior de la gente especialmente pudiente, incapaz de encontrarle un sentido o un objetivo a su vida, cosa que además se relaciona con cierta juventud perdida. Pero sobre todo es una exploración de la fe como forma de amor, de un amor que desgarra al amante precisamente por la ausencia del amado; Dios, el amor supremo, la “presencia ausente” que se manifiesta en la creación, pero que permanece oculta, y esto vendría a ser la contradicción fundamental de todas las religiones, al menos las monoteístas. Se hace por tanto necesario para el creyente emprender un camino de descubrimiento a veces peligroso, que le lleve a alcanzar conclusiones, respuestas, sean sobre sí mismo o sobre la injusticia en el mundo.

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Es un film que en su minimalismo estético, con predominio de los tonos claros, y de guion, reducido a lo más básico en diálogos y trama, alcanza cierto carácter de retrato social que se desliza sutilmente a través de las imágenes. Dos Francias completamente opuestas, la de una clase alta, o más bien altísima, por encima de todo bien y mal, indiferente a lo que la rodea, y la Francia de las mezquitas, del extrarradio y de los chavales al borde de la marginalidad o de la radicalización, que recurren al delito para sentirse vivos. Dos espacios opuestos también, el de un hogar opulento de cartón-piedra y de una naturaleza liberadora cual santuario.

Puede resultar perturbadora la humanización del terrorista islámico, o incluso justificación, sin dejar por ello de condenar sus atrocidades; rehúye el cliché, en cualquier caso, de la “ignorancia” de esta gente, por el contrario, se ofrece una imagen de (terrible) inteligencia, incluso de sorprendente ecumenismo en su postura, manejando un imaginario socio-político que no deja de ser propio del islamismo clásico.

Dumont persigue algo parecido al cine trascendental, una experiencia que golpee al espectador y que le permita adentrarse en el misterio por “caminos extraños” (a lo “Pickpocket”), hacerse preguntas, y lo consigue con un final de pura epifanía, un estallido de simple y pura emoción, que dice tanto con tan poco… y que vuelve a ser, de nuevo, la realidad transformada, un milagro en el que se entrelazan el amor divino y el humano, lo sagrado y lo profano, gracias al poder de lo filmado. El belga, por lo demás, tal vez no sea un virtuoso ni un esteta, pero pone sus imágenes, mejores o peores, al servicio de su búsqueda particular, aunque sean un tanto deslavazadas, incluso divagantes, pues incluso esto forma parte de esa búsqueda.
 
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