Harkness_666
Son cuatro
No he visto la serie original más allá de algún capítulo suelto, así que supongo que se pierde la gracia de comparar y de ver hasta qué punto tienen sentido, son deudoras del espíritu o siguen vigentes estas nuevas historias.
Los que he visto más flojos diría que son “El doble” y “El asfalto”. El primero es una excusa para que el Rodrigo nos muestre su autoralismo lánguido, cascándose prácticamente un auto-remake de su propia “Stockholm” en clave sci-fi (¿Qué tiene este hombre con las azoteas?) que recuerda más a “Black Mirror” que otra cosa. Narración interesante a ratos pero bastante confusa, el querer generar paranoia no sé hasta qué punto lo justifica, y el final queda como muy gratuito, en lugar de dar la vuelta a todo como pretende. Suena muy a visto: invasión de alter-egos siniestros, humanidad que pierde sentimientos frente a máquinas que los ganan, un mundo distópico que es evidente reflejo de nuestra actualidad pandémica… centrado todo ello en el ámbito de las relaciones de pareja actuales y en la crisis de confianza (no saber quién es realmente el otro con quien compartimos todo). Lo mejor, la estética futurista amarillenta, desvaída (¿Villeneuve?) y unos madrileños Nuevos Ministerios, como escenario cuasi-antonioniesco con su arquitectura setentera.
El de Dani Rovira parte de un original brutal, angustiosa pesadilla de raíz kafkiana a más no poder en torno al hombre común y trabajador como víctima de la más cruel injusticia, de la absoluta miseria moral, egoísmo, etc. de sus congéneres, engullido literalmente por un entorno urbano que reduce a los individuos al anonimato. Intenta actualizar la fábula con los repartidores a domicilio, el arte contemporáneo, el circo tuitero e instagramer... sin olvidar detalles castizos como las viejas pellejas. El protagonista, con su aspecto físico de dibujo animado, ayuda. Lo peor que le veo es una historia de amor que sobra en un esquema tan simple como eficaz, con un final melodramático y operístico que es horrendo y no pega nada (lo mismo digo... ya bastante duro de por sí es todo como para añadir esto).
En “Freddy” en cambio encontramos tanto un homenaje entrañable a la figura de Chicho como un ejercicio de terror giallesco y gore con ensañamiento, muy descarado todo. De nuevo el director de cine como gran manipulador y maestro en la sombra, en una historia de psiques torturadas y reprimidas, a la vez que mirada “meta” al mundo del espectáculo. Un par de hallazgos: primero, el muñeco, con su personalidad y su humor grueso (se agradecen estos toques de casticismo tan nuestro), otra vez un doble desinhibido o lado oscuro del prota sosainas… el segundo, la muchacha y el erotismo que desprende. El final nos lo podíamos esperar, pero si asumimos al Plaza como hábil fotocopiador sin más, lo que nos queda es uno de los episodios más simpáticos, a la par que truculentos.
“La broma” posiblemente me parezca el mejor y gracias a dos cosas. Por un lado, al trío actoral encabezado por un Eduard Fernández mayestético en su encarnación del cuñado ibérico, odioso, cómico y despreciable espécimen que exagera lo que fácilmente puede encontrarse uno en la vida real. Por otro lado, una puesta en escena de obseso visual, de estilización a lo De Palma o Hitchcock, que se luce con el suspense, la profundidad del plano, las fuentes de luz y cromáticas… con un plano secuencia inicial bien tirado a modo de presentación. Por lo demás, nada insospechado dentro del clásico triángulo fatal de marido-esposa-amante; todos muy malos y muy miserables, el hombre es un lobo para el hombre y etcétera.
Los que he visto más flojos diría que son “El doble” y “El asfalto”. El primero es una excusa para que el Rodrigo nos muestre su autoralismo lánguido, cascándose prácticamente un auto-remake de su propia “Stockholm” en clave sci-fi (¿Qué tiene este hombre con las azoteas?) que recuerda más a “Black Mirror” que otra cosa. Narración interesante a ratos pero bastante confusa, el querer generar paranoia no sé hasta qué punto lo justifica, y el final queda como muy gratuito, en lugar de dar la vuelta a todo como pretende. Suena muy a visto: invasión de alter-egos siniestros, humanidad que pierde sentimientos frente a máquinas que los ganan, un mundo distópico que es evidente reflejo de nuestra actualidad pandémica… centrado todo ello en el ámbito de las relaciones de pareja actuales y en la crisis de confianza (no saber quién es realmente el otro con quien compartimos todo). Lo mejor, la estética futurista amarillenta, desvaída (¿Villeneuve?) y unos madrileños Nuevos Ministerios, como escenario cuasi-antonioniesco con su arquitectura setentera.
El de Dani Rovira parte de un original brutal, angustiosa pesadilla de raíz kafkiana a más no poder en torno al hombre común y trabajador como víctima de la más cruel injusticia, de la absoluta miseria moral, egoísmo, etc. de sus congéneres, engullido literalmente por un entorno urbano que reduce a los individuos al anonimato. Intenta actualizar la fábula con los repartidores a domicilio, el arte contemporáneo, el circo tuitero e instagramer... sin olvidar detalles castizos como las viejas pellejas. El protagonista, con su aspecto físico de dibujo animado, ayuda. Lo peor que le veo es una historia de amor que sobra en un esquema tan simple como eficaz, con un final melodramático y operístico que es horrendo y no pega nada (lo mismo digo... ya bastante duro de por sí es todo como para añadir esto).
En “Freddy” en cambio encontramos tanto un homenaje entrañable a la figura de Chicho como un ejercicio de terror giallesco y gore con ensañamiento, muy descarado todo. De nuevo el director de cine como gran manipulador y maestro en la sombra, en una historia de psiques torturadas y reprimidas, a la vez que mirada “meta” al mundo del espectáculo. Un par de hallazgos: primero, el muñeco, con su personalidad y su humor grueso (se agradecen estos toques de casticismo tan nuestro), otra vez un doble desinhibido o lado oscuro del prota sosainas… el segundo, la muchacha y el erotismo que desprende. El final nos lo podíamos esperar, pero si asumimos al Plaza como hábil fotocopiador sin más, lo que nos queda es uno de los episodios más simpáticos, a la par que truculentos.
“La broma” posiblemente me parezca el mejor y gracias a dos cosas. Por un lado, al trío actoral encabezado por un Eduard Fernández mayestético en su encarnación del cuñado ibérico, odioso, cómico y despreciable espécimen que exagera lo que fácilmente puede encontrarse uno en la vida real. Por otro lado, una puesta en escena de obseso visual, de estilización a lo De Palma o Hitchcock, que se luce con el suspense, la profundidad del plano, las fuentes de luz y cromáticas… con un plano secuencia inicial bien tirado a modo de presentación. Por lo demás, nada insospechado dentro del clásico triángulo fatal de marido-esposa-amante; todos muy malos y muy miserables, el hombre es un lobo para el hombre y etcétera.