Isle of Dogs, Wes Anderson vuelve al stop-motion

¿Se ha dicho ya que el título se lee igual que I LOVE DOGS?


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Sigue siendo Don Wes Anderson pero creo que esta vez la saturación sí llega, a ratos, sobre todo en los tramos que suceden fuera de la isla y en su parte final, a comerse la película. Es algo de lo que siempre se le ha acusado al bueno de Wes pero que, para mí, hasta esta película, sólo lo había acusado a en los Tenenbaums. Las virtudes de la película son innumerables, el detalle de cada plano, los encuadres, la animación, la vida y el alma de cada personaje, especialmente los perros, es impresionante cómo lo logra, la mitología que crea, los gags, el ritmo, el gusto por lo apocalíptico, el sentido de la aventura ... Quizás ha querido perfeccionar y condensar todo tanto que, a mi parecer, le ha quedado menos redondo que sus últimas 5 propuestas. En cualquier caso un must see, que es bastante imposible que no mejore en revisionados.
 
que perros? si los 4 compañeros apenas se distinguen

el problema es todo lo del alcalde maloso y la puta Greta Gerwig y tal, que no engancha. Lo poco que se centra en el chaval y Chief es lo que mas mola. Y el final es un poco anticlimatico.

y luego es que hablan taaaanto y hay taaaanta exposicion y flashbackito...
 
¿Cuántos giros de cámara hace de 90 grados para quedar en un encuadre simétrico? En la del hotel no hay nada que me saque más fuera de la película que el enésimo giro de cámara. Que está guay, pero cuando van 20 y te das cuenta de que el "repertorio" se basa en tres cosas, piensas si no se le acabaron las ideas.
 
que perros? si los 4 compañeros apenas se distinguen

Me refiero, sobre todo, estéticamente y a nivel de puesta en escena, cada vez que encuadra a un perro para hablar, tanto su diseño como el ritmo de la escena me crean un interés máximo. Es cierto que todo lo que sale de la isla baja muchos enteros.
 
Me ha parecido una buena carta de amor hacia los perros. Muy bien hecha en general, aunque es cierto que los perros secundarios están demasiado desdibujados y que las escenas en esa Japón carecen de la fuerza de lo que sucede en la isla.

Sin ser de lo mejor del director, merece la pena verla por todo lo bueno y una premisa demasiado desternillante como para perdérsela.
 
Fábula sobre la relación entre humanos y animales, donde una vez más cada encuadre invita a perderse dentro de él, a apreciar unos detalles visuales más rápidos que el ojo (la preparación del sushi, tan gratuita como espectacular). A veces simpático, a veces repelente, siempre entre lo sobrecargado y lo calculado a la hora de gestionar cada elemento en pantalla (que no falte una estructura narrativa con capitulitos y flashbacks), el cine de este tipo parece hallar en la animación un cierto equilibrio y un territorio natural para sus historias y ambientes. El carácter de cuentecito narrado “desde fuera” vuelve a asomar en la introducción, y lo que sigue es una historia de sorprendente contenido político (viniendo de un amante del artificio como Wes), que habla de un mundo post-apocalíptico que es el nuestro. Del miedo irracional al diferente, a veces fomentado y aprovechado por las élites, amén de aspectos tecnológicos, ecologistas, etc. más previsibles.

Aún así, hay un esfuerzo por trascender lo puramente ideológico y sondear el alma de los personajes; la joven activista, cual remedo infantil de una Angela Davis (con cierta rechufla en torno suyo) da a entender unas motivaciones de lo más ingenuas y humanas. El enorme cliché orientalista que es todo el percal en realidad, junto con el elemento idiomático (el niño, protagonista poco menos que mudo, en pleno descubrimiento de la vida) sirve como distanciamiento (la locutora, otro personaje-narrador externo) y para generar extrañeza, acercándonos en cambio a los chuchos; me funciona bastante bien el grupo perruno como conjunto de timoratos sin carácter ni personalidad, que lo votan todo y son meras prolongaciones de sus amos... frente a un animal callejero con demasiada pose encima; con la perrita tiene una escena de cine negro, y con su “doble”, un intercambio, de agente de la ley a forajido, diferentes pero iguales.
 
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