El FROB o el rescate de la casta política....por Roberto Centeno
Cuando en agosto 2007, Trichet convocó a los banqueros centrales de la eurozona para ver cómo se afrontaba la paralización del crédito interbancario, Fernández Ordóñez, pese a la gravedad de la situación, no interrumpió sus vacaciones. Convertido en el gran negacionista de la crisis junto con Solbes y Zapatero, jugaría un papel esencial en la reelección del presidente falseando las cifras de crecimiento del cuarto trimestre 2007, publicadas dos semanas antes de las elecciones generales, para demostrar que la economía española iba viento en popa y que no había ninguna crisis. Pero esta cadena de despropósitos, que aún no ha terminado, y que está llevando a un despilfarro gigantesco de recursos públicos, asignados a ciegas sin orden ni concierto, y puede acabar en un desastre financiero sin precedentes, empezaría mucho antes.
En 2007, el Banco de España, aparte del lamentable incidente de la venta a Rusia de 133 toneladas de oro de nuestras reservas cuando sus precios se encontraban en plena subida, lo que provocaría el pitorreo generalizado en los mercados, pudo haber evitado lo peor de la crisis con solo haber cumplido con sus obligaciones y, en concreto, con la exigencia del cumplimiento estricto de la normativa derivada de Basilea II en las operaciones de crédito, obligando a adaptar préstamos e hipotecas a los recursos propios disponibles, en lugar permitir a las entidades financieras endeudarse en la mayor cifra del planeta en términos de PIB, y además, en el colmo del dislate, permitiendo endeudarse a corto para prestar a largo sin garantías medianamente sólidas. Si el Banco de España hubiera cumplido con su obligación, la burbuja inmobiliaria se habría desinflado gradualmente y la crisis nunca habría alcanzado ni la velocidad de deterioro ni la profundidad actual, y cuyo fondo estamos muy lejos de haber tocado.
Pero el problema que nos amenaza ahora es la situación del sistema financiero, del que lo único que sabemos con certeza es que, de estar obligado a funcionar con las mismas reglas de transparencia y rigor que en los países anglosajones, estaría quebrado en más de un 50%, con sólo tres entidades sobre cuya solvencia existe certeza plena, y que mientras no se restablezca el flujo de crédito al sector real, la salida de la crisis es imposible. Con un año más, 2009, perdido ya a todos los efectos, tenemos por delante un verdadero annus horribilis 2010, en el que confluirán el fin de los planes de reactivación, un déficit y una deuda publicas inasumibles, un paro de más de cinco millones de personas, dos millones de las cuales estarán tiradas en la cuneta, sin prestación ni subvención alguna, una subida brutal de impuestos y de tarifas de servicios esenciales, y una crisis de más de la mitad del sistema financiero, que hará imposible la recuperación del crédito en un futuro previsible.
Dentro del cúmulo de consecuencias, entre negativas y desastrosas, derivadas del retraso del Gobierno en el reconocimiento de la crisis, y de la adopción después, de “las medidas de reactivación más ineficaces del mundo desarrollado” en palabras del FMI, destaca el comportamiento del gobernador del Banco de España, que durante más de dos años, en lugar de acometer el saneamiento del sector financiero, gravemente afectado por la crisis en todos sus parámetros, ha supeditado toda su actuación a las necesidades políticas cortoplacistas de un Zapatero cada día más enloquecido. El BdE ha hecho todo lo posible por ocultar la realidad, y cuando empieza a actuar, ante una situación insostenible, lo hace en forma tan chapucera y oscurantista, que el único efecto útil es el despilfarro masivo de recursos públicos sin efecto apreciable alguno.
Se empezó con la manipulación masiva del valor de los activos, donde ante la caída vertical del valor de los mismos, que estaba produciendo la quiebras en cadena de innumerables entidades financieras a lo largo y a lo ancho del mundo, en lugar de proceder a un saneamiento de los balances, el gobernador optó por lo increíble: permitir a nuestras entidades el mantenimiento de su valor contable. Todo ello pese a que su valor de mercado era sustancialmente inferior, es decir, se oculta la enfermedad en espera de que el enfermo se cure solo. Después está la morosidad, donde gracias a lo anterior, se está ocultando una morosidad real a base de compra o aceptación masiva en dación de pago de activos inmobiliarios, que en muchos casos dobla o incluso triplica la oficial.
La intervención tardía de CCM
Y luego CCM, la primera intervención, un modelo de eficacia y previsión, el asombro de occidente, que trata, en vano, de imitarnos. Por dos veces, y por razones no explicadas, el gobernador se negó a intervenir una entidad manifiestamente inviable, como le pedían sus servicios, y cuando al final fue inevitable, todo se realizó en la forma mas opaca y chapucera posible, donde van despilfarrados ya más de 3000 millones de euros, y nadie nos ha explicado todavía que es lo que se ha conseguido, aparte de mantener abiertas una amplia red de oficinas sin actividad ni justificación alguna. Y para rematarlo, como la morosidad sigue imparable, y el cumplimiento de la obligación de provisionar, 25% el primer año y 75% el siguiente, llevaría a la quiebra a innumerables entidades, el gobernador, en el colmo de la insensatez, parece decidido cambiar las reglas para no tener que provisionar a ese ritmo.
Y sin embargo, en España hay una experiencia no desdeñable en la resolución de crisis bancarias. A finales de los 70 y principios de los 80, más de 50 entidades se encontraron con graves problemas de solvencia, y el tema no solo se solucionó perfectamente, es que además el sector saldría considerablemente reforzado y, lo más importante, dotado de unos mecanismos y unas normas de actuación perfectamente válidas para abordar una crisis, y que estos irresponsables han ignorado olímpicamente. Pero había una diferencia, había un Banco de España independiente y había un gobernador expeditivo y capaz, Mariano Rubio, a quien no le temblaba el pulso para mantenérselas tiesas a quien hiciera falta. Nada que ver con lo que ocurre hoy.
El pasado mes de octubre, un jefe de gobierno sin la menor idea del problema, de espaldas al vicepresidente Económico y al gobernador, se reunió con los grandes banqueros del país, y en base a un papel que le había redactado uno de ellos, decidió poner en marcha un gigantesco plan de rescate bancario, el mayor del mundo en términos de PIB, una forma de actuar inimaginable en una democracia.
Según dicho papel – “mira Pedro, esto es lo que hay que hacer”-, el Tesoro adquiriría activos de “alta calidad”, en realidad activos fuertemente sobrevalorados, por valor de 30.000 millones de euros ampliables a 50.000. Este dinero debería permitir que la banca volviera a prestar, pero ¡oh casualidad, casualidad!, esta cifra coincidía con los vencimientos de deuda que la banca tenía que cubrir en los meses siguientes, por lo que nadie se sorprendería cuando ni un solo céntimo de los 19.000 millones adjudicados hasta ahora, haya sido destinado ni a familias ni a Pymes.
Más aún, si esa era la finalidad ¿por qué no prestar directamente ese dinero a familias, PYMES y autónomos, como hace la FED en Estados Unidos adquiriendo papel comercial? Muy fácil, porque era una estafa más, aunque gigantesca, de Zapatero, y donde el PP, tras protestar de boquilla, votaría a favor de este expolio. Si lo habían preparado los grandes banqueros no iban a decir que no. Como dirían entonces varios medios, una foto de 30.000 millones.
Avales a go-gó
Y luego avales a go-gó, 100.000 millones ampliables a 200.000, de los que a fin de abril se habían concedido unos 38.000 millones, y que han sido utilizado para fines justamente contrarios a los previstos, una burla -¿o era lo que ponía el papel?- al Estado, al Banco de España, y a los ciudadanos, ya que han sido utilizados “no para que las entidades puedan colocar sus emisiones en el exterior, y captar así el imprescindible dinero exterior” que España necesita desesperadamente, sino para especular, comprándose y vendiéndose deuda unas a otras, que es mucho más rentable, y luego con esas emisiones ir al BCE y obtener un dinero al 1 %, que después prestan a la gente solvente al 17% de interés real. Una estafa en toda regla, pero como el gobernador ni siquiera estaba invitado a la fiesta, y lo único que le preocupa era no intervenir ninguna entidad, pues no ha dicho ni pío.
Entretanto, y como era previsible, la situación del sistema financiero ha continuado deteriorándose vertiginosamente, y se saca ahora un nuevo Fondo de Rescate Bancario, un nuevo expolio sin contemplaciones a los ciudadanos y a las generaciones futuras, pues todo se hará con el dinero de nuestros hijos y nietos, o sea, vía deuda, y donde el gobierno no pretende arreglar una situación de insolvencia manifiesta, consecuencia del aluvión de morosidad, directa e indirecta, y de la imposibilidad de atender a los vencimientos de la deuda, sino el realizar una serie de fusiones, para mantener en el poder tanto tiempo como sea posible, a la casta política parasitaria y a los sindicalistas de pesebre que controlan las cajas, para que todos puedan seguir chupando del bote. Hay que estar locos de remate para poner en marcha un Plan que solo en una tercera fase, cuando todo se derrumbe, y no desde el principio, el dinero entregado dará poder político al Banco de España para actuar. Claro que si la actuación va a ser como la de CCM, pues casi mejor dejarlo.
No hace falta ser Premio Nobel de economía para darse cuenta que después de dos años de manipulaciones y mentiras sobre el deterioro imparable del sistema, después de las actuaciones más chapuceras del planeta, politizadas hasta la médula, con una irresponsabilidad tal que ni siquiera se han analizado previamente quien puede y quien no puede ser salvado, estamos a las doce menos cinco de una crisis de solvencia generalizada, y todo ello después de haber despilfarrado a ciegas decenas de miles de millones para tratar de salvar los privilegios de una casta política indigna y miserable. Y en este sentido, el broche de la obscenidad y la miseria moral lo pone la inepta ministra Salgado afirmando que “no tenemos previsto que haya gasto para los contribuyentes”. Mal está que nos expolien, pero al menos no nos insulte Sra. Ministra.
(*) Roberto Centeno, Catedrático de Economía de la Escuela de Minas de la UPM.