Cuando yo era niño, pasábamos largos veranos en el apartamento de mis abuelos en Torrevieja todos los primos. Un verano hubo una promoción inmobiliaria cuya publicidad imitaba, por un lado, un billete de 5.000 pesetas. Pues bien, nosotros pillamos un montón, hicimos un fajo, bien abultado y doblado para que solo se viera el lado del billete, y lo atamos con un hilo. Lo lanzábamos abajo (estábamos en un 2ª) y cuando alguien lo veía e iba a cogerlo, recogíamos el hilo.
Estuvimos días y días con la bromita, salías a la terraza y siempre había alguien con la bromita, a todas horas, hasta que una noche una muchacha casi se deja los dientes en el suelo por lanzarse a coger el fajo. Ahí ya nos dio cargo de conciencia.
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