Era yo un tierno infante de 9 años, que tenía que ir por las tardes a una clínica para hacer rehabilitación por una lesión en la pierna. La rehabilitación dolía un huevo, sobre todo los primeros días, y como refuerzo positivo, cuando salíamos de la clínica, mi madre me metía en el edificio anexo a la clínica, que se llamaba "Videoclub Torres" y me permitía alquilar una película. Como decía, a la edad de 9 años conseguí convencer a mi madre de que me permitiese alquilar Re-Animator, y aún más acojonante, que me permitiese verla. El gore no me afectó lo más mínimo (mientras la veía, me arreé un tazón de Choco Crispies con leche que era gloria bendita).
Todavía me recuerdo leyendo el envase de los Choco Crispies y diciéndole a mi madre "en la caja pone que se recomienda mejor tomarlos con leche tibia" y soltarme ella "tibio te va a poner tu padre, cuando vea la película que estás viendo".
Pero apareció mi padre por casa, asomó su cabeza al salón, vio la tele (estábamos ya en la maravillosa orgía gore de reanimados del hospital) y se limitó a reírse. Ya me daba como causa perdida, hombre sabio.
¡Fue un día tan feliz! ¡Descubrí tantas cosas! Descubrí a Barbara Crampton, podio de musas de mi vida. Descubrí que tenía una morbosa atracción por las rubias y las prefería a las morenas (por aquella misma época, Cybil Sheppard me lo confirmó). Descubrí una joya de la comedia gore más absurda. Descubrí el onanismo. Tantas cosas...