Procedo a informar que la pasada noche, mi vecino divorciado cincuentón, me despertó de mi sueño reparador de las 01:30 gracias a sus lamentables gemidos de prácticas sexuales con su novia rumana, también cincuentona.
Habían decidido realizar el acto sexual no en su dormitorio sino en el sofá de su salón-comedor, estancia de su vivienda que da pared con pared a mi dormitorio.
Afortunadamente el escarceo sexual apenas duró 3 escasos minutos, por lo que, obviamente, mi frase favorita "En el sótano de su fracaso, siempre hay un piso más" puede aplicarse de manera apropiada en este contexto.