Vista
La Flor, toda ella! Es algo maravilloso, además, es mi ideal de película, igual que
Historias extraordinarias, es llevar los géneros más apasionantes del cine hasta el infinito, sin ataduras de producción, el disfrute de la ficción, de la narrativa, de las tramas, la quinta esencia de un contador de historias nato, porque claro, todo esto no sirve para nada si no tiene detrás a un tipo de la imaginación desbordante de Llinás, un tipo que antes de hacer cine quería ser arqueólogo porque se pensaba que su profesión así le llevaría a una vida de aventuras como Indiana Jones, pero que se dio cuenta de que ser cineasta era lo más parecido que podría encontrar para viajar y descubrir mundo y misterios.
En él se juntan todo ese caudal para el disfrute de lo lúdico en el cine con unos métodos de producción y unas formas que repelen las imposiciones de producción y se asemejan más a la nouvelle vague. De hecho, todo esto parece Rivette en vena, y hablo del Rivette más juguetón y ligero con los géneros, el Rivette del musical, de los misterios, de las conspiraciones, de la comedia romántica, incluso el que es tan parecido a Lynch, aquí también coincide con tener a mujeres siempre protagonistas y, claro, el Rivette que tiene a Lang y Renoir como referentes, que en
La Flor están de manera explícita, una calle que se llama Fritz Lang Strasse en el episodio de espías y un remake de
Partie de campagne (1936) de Renoir. No hablo tanto del Rivette duro de los dramas de creación y de personajes atormentados. Me acuerdo leer en un comentario sobre
Historias extraordinarias que Llinás hacía el tipo de cine en el que tendría que haber desembocado Tarantino si no le hubiera absorbido la industria, encantándome Tarantino (todavía tiene mucha libertad, pero tiene que estar pendiente de la taquilla), algo de razón tiene.
El primer episodio es como un Tourneur diurno y rural entorno al maleficio de una momia, el segundo, cuál Almodóvar o, sobre todo, Carlos Vermut, alterna el melodrama musical de pasiones tremendas con una trama de sectas peligrosas, el tercero, el más largo, es puro John le Carré, estructura de flashbacks novelesca (a lo Reservoir Dogs) con capítulos aparte para cada personaje, Fritz Lang es la referencia cinematográfica aquí, con tramas por todo el mundo, alucinante, para perderse en este capítulo, el cuarto es Charlie Kaufman en vena, un ejercicio meta divertidísimo, surreal y de una narración loquísima que coge vida propia, reflexiona sobre la propia obra y depara una sorpresa tras otra, otra vez con el fantástico de protagonista. Los dos últimos son muy cortos, el homenaje a Renoir en forma de remake mudo de su película y un episodio final medio western primigenio, como si se hubiera rodado en el tiempo que narra, allá por el 1900, con material primitivo y gastadísimo, que sirve perfecto para una despedida nostálgica de las actrices y de la propia obra faraónica.
Al final, igual que Historias extraordinarias, vuelve a ser un gran Watchmen cinematográfico, un homenaje a los géneros a los que nunca mira con superioridad, al contrario, se sumerge en ellos con pasión infantil. Una auténtica celebración.
Como celebración es que el gran
@GROUCHO le dedique una exhaustiva entrada de su blog:
La flor, de Mariano Llinás