Mariano Llinás, autor de Historias Extraordinarias (2008)

Hay un momento, cerca del final, en el que Llinás cierra un capítulo sobre guerrilla alemana con el off diciendo que ni el protagonista ni ningún espectador tenía a estas alturas aguante para historietillas de guerrilla alemana.

Y entonces el cabrón se guarda todavía casi media hora más de película.

Es la gran virtud y la gran cojera de Historias extraordinarias, el espíritu que la hace ser brillante por momentos (muchos) y algo antipática en otros. Lo juguetón empeñado en narrar lo que sea, incluyendo disgresiones y callejones sin salida, por el puro placer de hacerlo. Aunque se lleve a sí mismo por delante. Solo porque ha conseguido tenerte pendiente.
 
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Es curioso cómo los mejores momentos fueron, presumiblemente, los más baratos de rodar y los que obligaron a jugar después: los ensayos a lo F FOR FAKE (de la cual aprende, o comparte, lo que decía Tony Zhou sobre saltear los ensayos paralelos en los momentos de máximo interés), el off verborreico cuando en lugar de explicar la pantalla subraya o explica matices furtivos (el maravilloso episodio de las hermanas), los montajes con imágenes fija de flashbacks e investigaciones... resueltos la mayoría con bastante humor.

De hecho creo que cuando esas tres ficciones pierden es, justo, cuando parece que en realidad sí se las tomaba totalmente en serio. No en cuanto a su género, porque el final anticlimático que comentaba Ropit ya venía dado y sí hubiese chirriado resolverlo como tal (el discurso de Cuevas está bien, en ese sentido); me refiero a esos cierres con el propio Llinás en la cafetería o el eterno videoclip country en la camioneta. Comprensible que el director se deba cierta dignidad humana a sus historias, pero a mí lo que me interesa es el arquitecto diabólico, no una love story que empezó como un lúdico refrito de LA VENTANA INDISCRETA dentro de un thriller de la pampa. Ojo: puede haber tenido que ver que para entonces ya llevaba cuatro horas y pico en la butaca y tenía el culo más duro que una lectura de T.S. Eliot con Rimini y Trelkovsky.
 
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Yo creo que la clave es entender que asume que llega un momento en que las historias ya no pueden responder a las extraordinarias expectativas que han creado, con lo que se inventa otras y otras.

Nada te impide disfrutar del arquitecto diabólico, pero es que ya no daba más de sí. A mí me parece una maravilla tanto a nivel narrativo como a nivel ensayístico. Esta película responde al motivo por el que se creó la ficción.
 
Dije el arquitecto diabólico como podría decir los Jolly Goodfellows o la conspiración entre la masacre del molino y Lola Gallo; no digo que me cuenten más de ellos, sino que lo que me interesa son esas disgresiones, rodeos, desvíos y referentes de género (me hizo gracia, por random, el de JACK Y LAS JUDÍAS MÁGICAS), la complejidad narrativa sin fin alguno que construye sobre ellas (tiene escenas que habría que estudiar cómo están editadas)... no por dónde lleven argumentalmente, porque como dices, son historias que no dan tanto de sí. Por eso no me gusta tanto cuando al final decide que sí quiere llevarlas a algún sitio, un sitio que no es tan interesante como ese Dios distraído que nos las ha ido contando. Otro ejemplo es el episodio del triángulo amoroso, que empieza con un gran gag climático y buenas ideas (el cambio de off) pero cuando suena por tercera vez El gato triste y azul, la historietilla se ha quedado sin gas. Realmente no decimos cosas distintas.

Es una queja pequeña, claro, pero a lo que me refiero a que la prefiero cuando es más Tristram Shandy y menos Shandy a secas.
 
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Yo es que no creo que las quiera llevar a ningún sitio, todo pasa por el placer de contar y la fascinación por lo contado. A mí el final me parece voluntariamente anticlimático a favor de múltiples disgresiones, precisamente porque lo quiere dejar todo inacabado, es una rotura del relato por exceso, no lo quiere concluir.
 
Vi la primera parte y tenia cosas interesantes. Pero esto de las películas de tantas horas empieza a parecer forma fácil de epatar a la critica.
 
Ya HISTORIAS se le iba de las manos, precisamente cuando lo bueno en ella era el concateno, el ir hilando y saltando...
 
Zumzeig | LA FLOR


Llega al Zumzeig la obra monumental de Mariano Llinás y El Pampero Cine, de 840', y que se podrá ver los días 29, 30 de noviembre y 1 de diciembre, con una PRESENTACIÓN a cargo del mismo MARIANO LLINÁS antes del inicio de la 1a y la 2a parte.

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"Son seis historias: cuatro empiezan y no terminan; la quinta empieza y termina; y la sexta es el final. La primera es una suerte de clase B, esas películas que los estadounidenses hacían con los ojos cerrados y ahora parecen haberse olvidado de cómo hacer; la segunda es un musical con algo de misterio; la tercera es de espías; la cuarta no se entiende bien de qué es; la quinta está inspirada en una película francesa filmada hace muchos años; la sexta, sobre cautivas del siglo XIX que vuelven del desierto y los indios”. (Mariano Llinás)

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Parte I: 29 de noviembre, 20:15 - 23:15
Parte II: 30 de noviembre, 17:45 - 23:45
Parte III: 1 de diciembre, 18:00 - 23:30

(incluidos dos intermedios en cada una de las partes).

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"La flor es una experiencia física y una aventura intempestiva para una época en la que los placeres de la imaginación se fragmentan en episodios de 50 minutos y no requieren de una sala de cine. He aquí un desvío, un encantamiento que no tiene sentido ni en el dormitorio ni en el living. La aventura cinematográfica nunca perteneció al orden doméstico. La flor espera en una sala oscura." (Roger Koza).

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Entradas próximamente a la venta.
 
Vista La Flor, toda ella! Es algo maravilloso, además, es mi ideal de película, igual que Historias extraordinarias, es llevar los géneros más apasionantes del cine hasta el infinito, sin ataduras de producción, el disfrute de la ficción, de la narrativa, de las tramas, la quinta esencia de un contador de historias nato, porque claro, todo esto no sirve para nada si no tiene detrás a un tipo de la imaginación desbordante de Llinás, un tipo que antes de hacer cine quería ser arqueólogo porque se pensaba que su profesión así le llevaría a una vida de aventuras como Indiana Jones, pero que se dio cuenta de que ser cineasta era lo más parecido que podría encontrar para viajar y descubrir mundo y misterios.

En él se juntan todo ese caudal para el disfrute de lo lúdico en el cine con unos métodos de producción y unas formas que repelen las imposiciones de producción y se asemejan más a la nouvelle vague. De hecho, todo esto parece Rivette en vena, y hablo del Rivette más juguetón y ligero con los géneros, el Rivette del musical, de los misterios, de las conspiraciones, de la comedia romántica, incluso el que es tan parecido a Lynch, aquí también coincide con tener a mujeres siempre protagonistas y, claro, el Rivette que tiene a Lang y Renoir como referentes, que en La Flor están de manera explícita, una calle que se llama Fritz Lang Strasse en el episodio de espías y un remake de Partie de campagne (1936) de Renoir. No hablo tanto del Rivette duro de los dramas de creación y de personajes atormentados. Me acuerdo leer en un comentario sobre Historias extraordinarias que Llinás hacía el tipo de cine en el que tendría que haber desembocado Tarantino si no le hubiera absorbido la industria, encantándome Tarantino (todavía tiene mucha libertad, pero tiene que estar pendiente de la taquilla), algo de razón tiene.

El primer episodio es como un Tourneur diurno y rural entorno al maleficio de una momia, el segundo, cuál Almodóvar o, sobre todo, Carlos Vermut, alterna el melodrama musical de pasiones tremendas con una trama de sectas peligrosas, el tercero, el más largo, es puro John le Carré, estructura de flashbacks novelesca (a lo Reservoir Dogs) con capítulos aparte para cada personaje, Fritz Lang es la referencia cinematográfica aquí, con tramas por todo el mundo, alucinante, para perderse en este capítulo, el cuarto es Charlie Kaufman en vena, un ejercicio meta divertidísimo, surreal y de una narración loquísima que coge vida propia, reflexiona sobre la propia obra y depara una sorpresa tras otra, otra vez con el fantástico de protagonista. Los dos últimos son muy cortos, el homenaje a Renoir en forma de remake mudo de su película y un episodio final medio western primigenio, como si se hubiera rodado en el tiempo que narra, allá por el 1900, con material primitivo y gastadísimo, que sirve perfecto para una despedida nostálgica de las actrices y de la propia obra faraónica.

Al final, igual que Historias extraordinarias, vuelve a ser un gran Watchmen cinematográfico, un homenaje a los géneros a los que nunca mira con superioridad, al contrario, se sumerge en ellos con pasión infantil. Una auténtica celebración.

Como celebración es que el gran @GROUCHO le dedique una exhaustiva entrada de su blog:
La flor, de Mariano Llinás
 
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