Su gran problema es ser una película que transcurre en Villacliché, un increíble universo en el que a los cinco minutos te puedes hacer una idea general de por dónde irán los tiros, quienes son los buenos, quienes los malos, el desarrollo de la trama, y probablemente no te equivocarás demasiado.
Sorpresa nula, originalidad inexistente dentro de estas cansinas historias de “origen”. Lo más decente quizá esté en una primera mitad con algo de aroma a serie B, cual versión low cost de “La mosca” y con el enésimo benefactor de nuestra especie que llega demasiado lejos en su muy humana búsqueda de respuestas. Sin embargo se desmorona cualquier pretensión de ambivalencia moral a lo Jeckyll y Hyde y está todo muy claro desde el principio, y el villano histriónico, resentidito y con pintas de turno no tardará en aparecer. De ahí en adelante, si el visionado resulta una experiencia aburrida, lo será más por su previsibilidad que por problemas en su esquemático argumento (aquí no hay mucha queja de que esté alargado), en el que no faltan unos post-créditos que hilvanen muy perezosamente una continuidad… difícil saber qué pueden aportar a estas alturas las propuestas de este universo Sony, probablemente ni los responsables lo saben, de ahí el pánico continuo ante el unánime abucheo de la crítica y la nula confianza que demuestran tener en su propio producto. Todo lo contrario al Doctor Who y a Leto, que son quienes más ganas le echan.
El romance nos la sopla mucho y el espectáculo cutre devora el tinglado, pues la estética es idéntica a las de Venom de puro impersonal y barata, pero debe decirse que el director tiene alguna que otra buena idea, como el uso contrastado de los colores rojos y azules para representar el bien y el mal; no es Kieslowski precisamente pero al menos cierto juego visual hay ahí. Una secuencia de terror con una enfermera, un pasillo y luces intermitentes es una débil muestra de que esto mejora conforme se acerca a lo artesano, a lo real incluso (los niños cabrones del inicio), con escenarios bien elegidos como un barco, el metro, las cloacas para la batalla final… y empeora cuando lo invade todo una acción completamente digitaloide, pretendidamente pulp en sus ralentizados de hace décadas, que convierte la pantalla en un amasijo de formas que quitan el menor atisbo de gracia o encanto, incluso un encanto quizá involuntario, basado en lo rancio y pasado de moda, de aquel cine superheroico previo a la maquinaria marvelita-feigeana, pero que al menos sería algo.
Decir, pese a todo, que no me parece un completo desastre y que las cagarrutas pseudo-artísticas de Snyder y DC me siguen pareciendo peores que esta mediocridad.