Respuesta: Películas que vais viendo en casita
El capitán Trueno, de Antonio Hernández
Maravillosa y encantadora bazofia de película que produce hilaridad la mayor parte del tiempo y vergüenza ajena en dosis que pueden llegar a ser radioactivas. Antonio Hernández, cineasta curtido en producciones como “Los Borgia” y héroe nacional a partir de ahora mismo, se enfrenta al reto de adaptar al cine el famoso cómic protagonizado por el héroe que ha entretenido con sus aventuras a generaciones enteras de lectores. Las expectativas eran considerablemente altas, pero se nota que los implicados han puesto toda la carne en el asador para ofrecer un producto que sea lo puto peor posible, ya sea como adaptación o como película de aventuras (y como cine infantil tampoco cuela, joder, pobres niños, que no son tan subnormales…). Una apoteosis del cutrismo y del cartón-piedra, un alarde de épica de andar por casa, que parte de un guión que es una vergonzante sucesión de situaciones más quemadas que el cenicero de un bingo, pertenecientes al género de espada y brujería (¡elegidos! ¡Profecías! ¡La piedra mágica de nosequé! ¡La marca del destino! ¡Que emoción tan desbordante!) Y de personajillos a los que sólo les falta o llevar escrita en la frente su función en la “trama”, o chillar indisimuladamente a la cámara “¡hola, soy un estereotipo, no me juzgues!”.
¡Y esos actores! ¡De dónde cojones han salido! ¿Lo harán adrede para hundir ésta basura de peli, viendo el percal en el que se habían metido? Lo mismo digo de un guionista empeñado en hacer soltar a los personajes la parida más grande (con un trasfondo marcadamente homosexual e interracial de por medio, incluso). Y es que muy mal lo tiene que hacer los demás para hacer parecer bueno a Sergio Peris Mencheta y su simiesca faz, porque al lado de la rusa con acento rumano, la negra histriónica y la parejita de graciosos, parece Marlon Brando. No nos olvidemos del Obi Wan de palo, de Ramón Langa como sucedáneo de Grima (que nos permite fantasear con la aparición espontánea de John McClane fusilándolos a todos, actores, cámaras, director y hasta los del puto cáterin) y por supuesto, el gran amo de la función, un encocado Gary Piquer imitando a Christoph Waltz en Malditos bastardos, en lo que es el culmen de todos los malos histriónicos de opereta de la historia, con su grandioso “well, well, well” que ya es un mito viviente. Ah, y también ese moro que hace chas y aparece a tu lado merece un aplauso por su esforzado papel al lado de los buenos.
Realización más cutre y televisiva imposible, un vestuario sacado de la tienda de los chinos de al lado (parecen gente disfrazada haciendo cosplay, o una parodia porno sin porno), banda sonora que fusila la de El señor de los anillos (de hecho, aquí la originalidad en todo es desbordante, notándose las ganas y el gran empeño puestos en la empresa)… es una película que no goza de la personalidad infernal de un Wiseau o de un Uwe Boll sino que es tan sólo un subproducto carente de ningún talento detrás, y que nació muerto desde el principio. Pero aun así, no tiene mayor problema para ser una de las mayores casposidades del cine patrio de los últimos años.