Wind River, de Taylor Sheridan
La aparición del cadáver de una chica india en una reserva de las montañas de Wyoming pone sobre la pista del posible asesino a una inexperta agente del FBI, que deberá unir sus fuerzas con un cazador local para resolver el caso. Una suma enorme de clichés con los que este director-guionista compone, sin embargo, un cine muy americano y clasicote, mediante ese combinado de thriller y de western moderno en torno a pérdidas, redenciones y unos personajes pétreos, antiheroicos, al margen de la civilización y con sus códigos propios. Lo que hace aquí Renner podría hacerlo sin despeinarse un Eastwood con varias décadas menos encima, siendo un individuo taciturno a la par que habilidoso en sus capacidades de rastreo, disparo, conocimiento de un terreno hostil, etc. que arrastra con sumo estoicismo un pasado trágico y se mimetiza con una naturaleza imponente que hace difíciles las condiciones de vida de la región; nada menos que un último y olvidado reducto de aquel oeste sin ley, que no llega ni a poblacho, donde nadie en su sano juicio querría vivir, pues hace falta una mente bien amueblada para soportarlo. La cultura aborigen agoniza, los últimos jóvenes no tienen otra que darse a las drogas y a la bebida y las mujeres a menudo se convierten en presa fácil. Pero para algunos, sigue siendo un hogar, el único que les queda, regido por unas leyes de supervivencia que poco tienen que ver con lo jurisdiccional y los formalismos de la ley ordinaria, cuya representante, aunque no carece de agallas y de nobleza, sí que carece de la menor idea de la zona, de sus habitantes.
La ayuda del cuñao de las nieves será por lo tanto inestimable y la unión entre estas personas tan distintas será fundamental. La película hace gala por tanto de una moralidad dudosa, en un diente por diente que sólo en tales latitudes extremas adquiere su lógica cruel de cazadores y de presas, en la que el ser humano no deja de ser otro animal salvaje y un manto frío recubre tanto la tierra como las conciencias, aunque no falta cierta comprensión hacia esas alimañas débiles, que pierden toda orientación. La parte más coja de la peli, creo yo, reside en un sentimentalismo que asoma en unas conversaciones al borde de la lagrimita, en un melodrama familiar que por suerte se mantiene en unos márgenes de contención, de sobriedad narrativa y estética que se agradece. La trama es anecdótica y sirve un poco de excusa para los personajes, aún con su dosis de tiros y de secuencias tensas, con suspicacias que estallan y hacen pensar en una pervivencia demasiado actual de los tiempos de la colt en el cinturón. La última pieza se nos ofrece en forma de flashback que sorprende por cómo rompe la linealidad y el punto de vista, siendo la única audacia narrativa de un film sin estridencias en este sentido, arriesgado por cómo podría cargarse el ritmo; de considerable crudeza además, aunque mantiene la distancia justa para no regodearse en lo truculento.
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