Cierto, en los apretones de manos hay límites.
A veces también me he encontrado con un energúmeno que aprieta más de lo convenido. En este caso no hay que reirle nunca la gracia ni quejarte, sino apretar más que él, y hacerlo enseguida. Si resulta que el otro tiene más fuerza y llevas las de perder, hay una técnica que consiste en cogerte tu pulgar con la mano libre y clavarle los nudillos en el reverso de su mano, haciendo palanca.
Inmediatamente notarás que afloja la presión. Es el momento de decirle que "vale más maña que fuerza", con una sonrisa beatífica.