Harkness_666
Son cuatro
Respuesta: Robert Bresson
El proceso de Juana de Arco
Por completar el visionado de la Juana de Dreyer, vamos pues con la del franchute.
El título ya nos da una pista (aquí ya no es la “pasión”, es el “proceso”) de lo que uno se va a encontrar, que no es sino la transición a imágenes de la misma historia, sacada de las mismas fuentes (las actas originales del juicio), pero con la desnudez característica del cine de Bresson. Más gélida que un puto iceberg, sin más música que el arrastrar de las cadenas y los redobles de un tambor, casi un mediometraje donde vemos a una Juana hierática y firme a años luz de la fragilidad de la Falconetti. Vuelve a ser ese cine minimalista, de planos cerrados y fragmentarios, elipsis y fueras de campo, que pese a tener más diálogo de lo habitual para ser de quien es, siempre cobra especial importancia lo “no dicho”, la lucha silenciosa de la solitaria protagonista contra el resto del mundo. Aquí ya no es fé contra intolerancia, sino la idea de que el jucio y la posterior condena son una maniobra política, la historia se presenta así desde una óptica más realista y menos “espiritual” e idealizada, creo yo. A destacar cómo no el final por todos conocido, que lejos de cualquier énfasis se convierte en un hecho solemne.
Me quedo con el Dreyer porque soy un sentimental, pero ésta también deja tocado, pese a que ni de lejos emociona de la misma manera. Una obra más de un artista insobornable.
El proceso de Juana de Arco
Por completar el visionado de la Juana de Dreyer, vamos pues con la del franchute.
El título ya nos da una pista (aquí ya no es la “pasión”, es el “proceso”) de lo que uno se va a encontrar, que no es sino la transición a imágenes de la misma historia, sacada de las mismas fuentes (las actas originales del juicio), pero con la desnudez característica del cine de Bresson. Más gélida que un puto iceberg, sin más música que el arrastrar de las cadenas y los redobles de un tambor, casi un mediometraje donde vemos a una Juana hierática y firme a años luz de la fragilidad de la Falconetti. Vuelve a ser ese cine minimalista, de planos cerrados y fragmentarios, elipsis y fueras de campo, que pese a tener más diálogo de lo habitual para ser de quien es, siempre cobra especial importancia lo “no dicho”, la lucha silenciosa de la solitaria protagonista contra el resto del mundo. Aquí ya no es fé contra intolerancia, sino la idea de que el jucio y la posterior condena son una maniobra política, la historia se presenta así desde una óptica más realista y menos “espiritual” e idealizada, creo yo. A destacar cómo no el final por todos conocido, que lejos de cualquier énfasis se convierte en un hecho solemne.
Me quedo con el Dreyer porque soy un sentimental, pero ésta también deja tocado, pese a que ni de lejos emociona de la misma manera. Una obra más de un artista insobornable.
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