Robert Bresson

Respuesta: Robert Bresson

El proceso de Juana de Arco

Por completar el visionado de la Juana de Dreyer, vamos pues con la del franchute.

El título ya nos da una pista (aquí ya no es la “pasión”, es el “proceso”) de lo que uno se va a encontrar, que no es sino la transición a imágenes de la misma historia, sacada de las mismas fuentes (las actas originales del juicio), pero con la desnudez característica del cine de Bresson. Más gélida que un puto iceberg, sin más música que el arrastrar de las cadenas y los redobles de un tambor, casi un mediometraje donde vemos a una Juana hierática y firme a años luz de la fragilidad de la Falconetti. Vuelve a ser ese cine minimalista, de planos cerrados y fragmentarios, elipsis y fueras de campo, que pese a tener más diálogo de lo habitual para ser de quien es, siempre cobra especial importancia lo “no dicho”, la lucha silenciosa de la solitaria protagonista contra el resto del mundo. Aquí ya no es fé contra intolerancia, sino la idea de que el jucio y la posterior condena son una maniobra política, la historia se presenta así desde una óptica más realista y menos “espiritual” e idealizada, creo yo. A destacar cómo no el final por todos conocido, que lejos de cualquier énfasis se convierte en un hecho solemne.

Me quedo con el Dreyer porque soy un sentimental, pero ésta también deja tocado, pese a que ni de lejos emociona de la misma manera. Una obra más de un artista insobornable.
 
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Un condenado a muerte se ha escapado

Segunda guerra mundial, nazis, resistencia francesa, un hombre encerrado en una prisión. Con estas circunstancias argumentales, Bresson hace (tras tres largometrajes) su primera película según su filosofía y su característico estilo, ascético, trascendente, puramente visual y cinematográfico, con actores-modelos que no interpretan convencionalmente. El resultado, una obra maestra del cine europeo y uno de los mejores títulos sobre fugas carcelarias que se han hecho; de principio a fin es la crónica pormenorizada de una huida y sus preparativos, con un protagonista decidido a afrontar un reto aparentemente imposible. “El viento sopla por donde quiere y oyes su sonido, mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va”, voluntad, azar y predestinación. Aprovechar los recursos disponibles, convertir objetos normales en cosas útiles. Confiar en quienes te rodean, o desconfiar. Hombres sin esperanza, y un sacerdote que lucha con fragmentos de la biblia. El título ya anticipa el desenlace.

Como es habitual en Bresson, el montaje y la elipsis son la principal herramienta narrativa, repetición y fragmentación, una “música” de imágenes uniéndose unas con otras. La rutina colectiva de los prisioneros (comida, aseo, paseos por el patio) frente al sigiloso trabajo de Fontaine, su conversación con el prisionero de al lado. Una voz en off autobiográfica comenta y subraya lo que vemos, doble dimensión de imágenes y palabras que aportan cada una lo suyo propio. El sonido es fundamental; susurros, pisadas, ráfagas de ametralladora procedentes de fusilamientos lejanos. Un chirrido de bicicleta, campanadas, el silbido de un tren... ecos de un mundo ajeno a nuestros ojos, pero igual de importante, transmitiendo inquietud, intriga, impacto. Tampoco conocemos el rostro del interrogador. Ni las dimensiones exactas de la celda, cerrándose el plano sobre Fontaine, de manera opresiva. Conversaciones rápidas, gestos y mensajes furtivos. Golpes identificativos en las paredes, diálogos estridentes en alemán.

El cine bressoniano, siempre buscando la depuración estética, no fuerza las emociones ni las provoca, las busca, a partir de lo mínimo y específico. Nada es tan evidente como parece, el espectador crea la película en su cabeza. Por eso es un cine a veces difícil, pero único, diferente, y “Un condenado...” es una muestra representativa.
 
Pickpocket

Adaptación inconfesa de “Crimen y castigo”, de Dostoievski. Joven que, sin necesitarlo, usa su inteligencia natural para el robo. Según él, hay individuos “superiores” cuyos crímenes pueden estar justificados e incluso ayudan a la sociedad. Él busca su propia moral porque no cree en valores universales, intenta probarse a sí mismo sin importarle nada ni nadie más. ¿Realmente es un “elegido”, o sólo tiene suerte? En cambio, la vecina es una mujer desgraciada que continúa confiando en las personas. La película es un drama criminal que termina revelándose como una extraña historia de amor, que surge inesperadamente y sin buscarlo, justo cuando no hay nada que perder. La captura de nuestro héroe puede ser un acto de voluntad propia, para reírse del riesgo y del azar, pero éste se vuelve a vengar. La salvación, el encuentro entre los dos, se da cuando ya es (o puede ser) demasiado tarde.

Todo esto que nos cuenta Bresson es así, precisamente, gracias a la manera en que lo cuenta (cómo no). Nuevamente, la cadencia musical de las imágenes, neutras y homogéneas, frente a un argumento que avanza más dentro de los personajes que por la intriga. Si en “Un condenado...” importaban los ruidos, aquí tenemos espacios vacíos (puertas, escaleras, paredes) esperando al protagonista, y una cámara que sólo se mueve para seguirle a él. Si en “Un condenado...” la voz en off duplicaba las imágenes, aquí no coincide necesariamente. Acciones cotidianas y repetidas (entradas y salidas de casa, puerta abierta o cerrada), secuencias de robo meticulosamente rodadas, con miradas y gestos determinantes. Lo objetivo cobra una nuevo significado. La música religiosa (Lully) contrasta con una realidad que no tienen nada de elevado, aunque algunas mujeres bressonianas se asemejan a pequeñas vírgenes.

Con su habitual desnudez formal y su preferencia por la no-actuación, es un cine alejado de algunos presupuestos convencionales pero que ofrece “otra” mirada. Muy importante si se piensa en “Taxi driver” o en la nouvelle vague.
 
Los ángeles del pecado

Una joven novicia entra en un convento donde se acogen mujeres salidas de la cárcel. Allí intenta redimir a una mujer acusada injustamente de robo, frente a la oposición de las hermanas.

Debut del franchute, tras haber realizado el cortometraje “Les affaires publiques” una década antes. Es una historia de dos almas perdidas que intentan realizarse, cada una a su manera; la protagonista tiene una idea ingenua y mesiánica de la santidad, su amiga no quiere saber nada de ella y sus afanes porque su alma está más o menos corrompida. Al final, la liberación ansiada llega demasiado tarde (como siempre), de una manera ambigua... aunque la cosa termina de algún modo positivamente para ambas. Película de contrastes (lo superficial frente a la “interioridad" de los personajes), también lo es de paralelismos; de ahí la comparación entre el entorno monjil y el de la cárcel, la luminosidad y la oscuridad de dos mundos que son el mismo, a su manera.

El impactante desenlace con las manos esposadas, el asesinato en off... son rasgos de una personalidad incipiente. También lo son los motivos repetidos; el beso que una le devuelve a la otra, la salida de cada una por las escaleras del convento. Bresson no controla todavía el lenguaje cinematográfico como él quiere, pero la idea está ahí, al igual que el afán de exactitud (la habitual explicación del inicio) y la característica sobriedad y economía narrativa. El argumento es más de folletín, con excusa de cine negro incluida. La fotografía se inclina hacia cierto barroquismo estético, con luces y sombras marcadas, y lejos aún de ser “modelos”, las actrices son convencionales y tienden al melodramatismo en sus interpretaciones y diálogos.

No sólo un prólogo al resto de la obra de Bresson, también una película muy destacable y bastante “tapada” por con otras suyas, creo yo.
 
Lancelot du Lac

El universo caballeresco del rey Arturo, Lancelot, Gawain y Ginebra es transladado a imágenes por Bresson de manera insólita, en lo que sin duda puede considerarse una de las propuestas más extremas del gabacho; es decir, no sólo donde más lejos lleva su característico despojamiento estético y narrativo, despreciando (nuevamente) por completo la interpretación actoral tradicional... sino porque el pesimismo que comienza a revelar en películas como “Mouchette” toma mayor peso, hasta el punto de llegar a cobrar forma físicamente en cada movimiento, en cada objeto de la película. Lancelot, el ideal de caballero, vuelve con los suyos tras la fallida búsqueda del grial. La atmósfera reinante es de desengaño, los vínculos que les unían han desaparecido, la divinidad que antes guiaba ahora guarda silencio. Los amores adúlteros con Ginebra precipitan un destino funesto para todos, marcado de antemano. Una violencia que, lejos de obedecer a altos ideales, termina siendo gratuita. Una muerte que, lejos de dignificar y liberar del peso de la vida, se revela como absurda y falta de significado.

Los sonidos, como en “Un condenado...”, se convierte en un personaje más; concretamente, en forma de rechinar de armaduras, de relinchar de caballos. Los escenarios son muy reducidos (tanto como los medios con que cuenta la película) y se repiten cual motivos visuales; el pajar donde tienen lugar los encuentros de Lancelot y Ginebra, el campamento, la ventana donde todos miran. La cámara permanece fija en determinados elementos, en piernas, manos y torsos. La escena del torneo consiste en fueras de campo y planos fragmentarios, ni uno sólo de ellos general, cual rompecabezas para que el espectador imagine la acción. Los no-actores declamando el texto sin la menor emoción me parecen y me han parecido siempre la parte más difícil del cine de este señor, por no hablar del riguroso distanciamiento con que son presentados, hasta el punto de anular la psicología más elemental, tan sólo mostrando los actos. Sin embargo, no puedo negar momentos que elevan el cine de Bresson; jinetes emergiendo cual sombras del bosque, desapareciendo nuevamente para morir... la terrible circularidad del destino.

Normalmente asociamos este tipo de historias míticas con un cine muy vistoso, de fantasía, aventuras y épica a raudales. “Lancelot du Lac” es una patada en toda la boca, una pura obra de arte para los acérrimos bressonianos, una tomadura de pelo para los detractores, una experiencia singular para el resto.


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Cuando ya llevas vistos (y revisionados) unos cuantos títulos de Bresson, te pones a pensar en lo que significa no ya su cine, sino en el cine en general. Es decir, independientemente del impacto estético que pueda ofrecer su obra, menor o mayor según quién, no vuelves a ver el séptimo arte de la misma manera.

Mi principal problema con este señor es la particular concepción actoral, los “modelos” que utiliza. Es imposible sentir nada por ellos, no transmiten nada, son carne con ojos. Cualquier película, por ramplona que pueda llegar a ser la puesta en escena, la pueden salvar unos actores decentes. La identificación, la empatía que puedes llegar a sentir gracias a un buen actor puede trascender incluso el teatro filmado, el desinterés de un cineasta por la puesta en escena. Los “modelos” bressonianos parecen falsos, precisamente por no caer en la artificialidad del actor, en la elaborada impostura de la interpretación y limitarse a moverse, hablar, etc. siendo ellos mismos.

No creo que los “modelos” sean “tomados de la vida” como dice Bresson en su libro, más bien son criaturas del cinematógrafo, que fuera de él mueren como peces fuera del agua. Un “modelo”, por ejemplo, en “El padrino”, resultaría grotesco. Pero curiosamente, una película de Bresson sin “modelos” tampoco me la imagino... de tan perfectamente integrados que están en la rigurosa estética del gabacho. En una película de Bresson, los actores del cine tradicional serían un pegote, no habría diálogo entre ellos y el resto de elementos dentro del encuadre.

No hay empatía, no hay identificación en el cine de Bresson, no hay buenos, ni malos, ni individuos por los cuales sentir odio, o fascinación, todos son iguales. No hay más que imágenes, imágenes y más imágenes, cada una acompañada de su sonido correspondiente. Lejos del acartonamiento, de la “lentitud” y gravedad de cierto cine de autor, es un cine lleno de vida, movimiento, ruido, montaje, respiración... No es tampoco un cine raro, experimental, pretendidamente rompedor... únicamente (como digo) de un rigor, de una lógica aplastante. De una sencillez compleja. Exigente con el espectador, no le dice lo que tiene que sentir, tal cosa debe (imagino) decidirlo el propio espectador.

¿No es excesivamente arriesgado el querer convertirlo todo en un objeto neutro ante la cámara? ¿No tiene “algo” el hombre que, ya de entrada, le impide poder ser tratado como una “cosa” más? Joder, un señor no es una puta mesa, ni un árbol... y tal vez, la interpretación refleja la manera de presentar al se humano, artísticamente hablando, diferenciado del mundo que le rodea.
 
Lancelot du Lac

El universo caballeresco del rey Arturo, Lancelot, Gawain y Ginebra es transladado a imágenes por Bresson de manera insólita, en lo que sin duda puede considerarse una de las propuestas más extremas del gabacho; es decir, no sólo donde más lejos lleva su característico despojamiento estético y narrativo, despreciando (nuevamente) por completo la interpretación actoral tradicional... sino porque el pesimismo que comienza a revelar en películas como “Mouchette” toma mayor peso, hasta el punto de llegar a cobrar forma físicamente en cada movimiento, en cada objeto de la película. Lancelot, el ideal de caballero, vuelve con los suyos tras la fallida búsqueda del grial. La atmósfera reinante es de desengaño, los vínculos que les unían han desaparecido, la divinidad que antes guiaba ahora guarda silencio. Los amores adúlteros con Ginebra precipitan un destino funesto para todos, marcado de antemano. Una violencia que, lejos de obedecer a altos ideales, termina siendo gratuita. Una muerte que, lejos de dignificar y liberar del peso de la vida, se revela como absurda y falta de significado.

Los sonidos, como en “Un condenado...”, se convierte en un personaje más; concretamente, en forma de rechinar de armaduras, de relinchar de caballos. Los escenarios son muy reducidos (tanto como los medios con que cuenta la película) y se repiten cual motivos visuales; el pajar donde tienen lugar los encuentros de Lancelot y Ginebra, el campamento, la ventana donde todos miran. La cámara permanece fija en determinados elementos, en piernas, manos y torsos. La escena del torneo consiste en fueras de campo y planos fragmentarios, ni uno sólo de ellos general, cual rompecabezas para que el espectador imagine la acción. Los no-actores declamando el texto sin la menor emoción me parecen y me han parecido siempre la parte más difícil del cine de este señor, por no hablar del riguroso distanciamiento con que son presentados, hasta el punto de anular la psicología más elemental, tan sólo mostrando los actos. Sin embargo, no puedo negar momentos que elevan el cine de Bresson; jinetes emergiendo cual sombras del bosque, desapareciendo nuevamente para morir... la terrible circularidad del destino.

Normalmente asociamos este tipo de historias míticas con un cine muy vistoso, de fantasía, aventuras y épica a raudales. “Lancelot du Lac” es una patada en toda la boca, una pura obra de arte para los acérrimos bressonianos, una tomadura de pelo para los detractores, una experiencia singular para el resto.


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Vista. No sé si ha sido buena idea romper con ella mi virginidad Bresson. Intuyo que este caso es como el de muchas últimas películas de muchos cineastas: la exacerbación de las marcas conceptuales y estilísticas de su cine. Aún no sé si he visionado una Obra Maestra o uno de esos films que uno duda de si volverá nunca a ver otra vez (¿pueden ambas cosas ser compatibles?). Me quedo con lo primero. Asistimos básicamente a la historia de Lancelot y Guinevere, en un Camelot decadente y descreído; pero todo con una, en muchas ocasiones, extrañísima forma de ser filmado y montado, de forma fragmentaria y planos detalle sin aparente sentido. Rehuyendo la épica, con batallas (por llamarlas de algún modo) muy sangrientas para lo que un ose espera (aunque, injustamente para Bresson, a uno le viene a la mente el “Monty Python’s Holy Grial”) y una desdramatización y actuaciones “apáticas”; todo ello imagino intencionado y mostrando una “visión del mundo” por parte del director. Atractiva en su austeridad, su peculiar estética y uso del sonido. El mito Artúrico resulta que ha dado lugar a varias y muy diferentes maravillas fílmicas: la fantasía esteticista desbordante de John Boorman; la comedia ejem “experimental” y extrema de los Python; y aquí, Bresson. No me va Joshua Logan y a Richard Thorpe, dejémoslo en simpático. Tenían pensado ojear esa otra supuesta rareza de autor, “Perceval Le Gallois (1978)” de Eric Rohmer, pero tras ver algún tráiler, creo que no estoy en buena disposición de asistir a ¿teatro filmado?, al menos por ahora.
 
“Perceval Le Gallois (1978)” de Eric Rohmer, pero tras ver algún tráiler, creo que no estoy en buena disposición de asistir a ¿teatro filmado?, al menos por ahora.

Rohmer teatro filmado? Señor, perdónalos porque no saben lo que dicen :cuniao

Tampoco soy precisamente conocedor de Rohmer, pero "teatro filmado" es mi particular expresión para lo que he visto en el trailer de esa película en concreto :juas


Si ésa te decepciona te expulsamos del foro forever and ever y listos.

:P

No te preocupes, desde lo que dije de "La noche del cazador", ya me he ido buscando lugar de exilio, por si acaso :cuniao Ah, tampoco me van demasiado "Ciudadano Kane", el cine de los Coen, "Casablanca", "Pulp Fiction", lo que he visto de John Ford, la mitad de la filmo de Kubrick y ... y, creo que ya he deparado suficiente jaw-dropping por hoy :ojos :garrulo
 
Les dames du Bois de Boulogne (1945)
maravillosa, una peli de otra era además de una cinta un poco "suspendida" en el tiempo, con conflictos que hoy nos parecen ingenuos, es un prodigio hasta en los silencios... pero es que además el score es tremendo, pura sensibilidad, como todo, los gestos, las mirada, lo que se dice y sobre todo lo que no se dice; al final, aparte de una peli romántica extraordinaria es una peli sobre todo sobre la redención, la peli es del 43 pero parece más bien cine del frente popular de los 30 (Renoir y similares)... todo superpreciso, es una especie de proto-Bresson, sin hacer del todo pero con mucho latente, y María Casares ejecutando su silenciosa venganza.

y cómo cambian los tiempo, hoy no tenemos que redimirnos de nada porque somos unos amorales.

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Les dames du Bois de Boulogne (1945)
maravillosa, una peli de otra era además de una cinta un poco "suspendida" en el tiempo, con conflictos que hoy nos parecen ingenuos, es un prodigio hasta en los silencios... pero es que además el score es tremendo, pura sensibilidad, como todo, los gestos, las mirada, lo que se dice y sobre todo lo que no se dice; al final, aparte de una peli romántica extraordinaria es una peli sobre todo sobre la redención, la peli es del 43 pero parece más bien cine del frente popular de los 30 (Renoir y similares)... todo superpreciso, es una especie de proto-Bresson, sin hacer del todo pero con mucho latente, y María Casares ejecutando su silenciosa venganza.

y cómo cambian los tiempo, hoy no tenemos que redimirnos de nada porque somos unos amorales.

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ha salido en UHD ganazas...
 
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