Tsubasa_Air
Crazy Cat Lady
¡Hola a tod@s! Soy nueva en este foro y bueno, algunos quizás me recuerden de pelis como... me conoceréis de otro foro (nunca sé si se pueden dar nombres ) en el que escribo asiduamente.
Aquí vengo a contarle mi vida al compi @Ronda y a todos los demás usuarios que quieran conocerla... ¡Estáis todos invitados! Hago especial mención al compi porque lo tengo frito inquiriéndole a preguntas y reportes sobre calibración casi todos los días, he pensado que así se despejaría un poco o lo mismo termina por mandarme a tomar viento fresco De todas formas, la patica de jamón es tuya hagas lo que hagas
Bueno, antes que nada me presentaré un poco: Soy una chica de 31 años obsesionada con los videojuegos, el cine de terror (gore, zombies, slasher...) y el rock de los 60-70 y los Nine Inch Nails, por lo que hace unos cuantos años mi novio y yo decidimos que sería genial tener un proyector para poder disfrutar ambas aficiones en pantalla grande y un buen equipo para música. Lo que nunca imaginamos es que al final tendríamos una sala dedicada y que terminaríamos por no jugar a la consola en ella .
Copiaré el texto del hilo de mi sala del otro foro puliendo errores de redacción (si me doy cuenta de los mismos) y quitando algunas partes para añadirlas más tarde en otros posts (seguramente) o cambiaré el texto para añadir nuevos elementos.
Y aquí comienza esta historia. Atención, tocho post inside .
PRIMERA PARTE:
Empezamos en el 2008 en mi salita de menos de 12m con una pantalla Neoko de 106” que ocupaba toda la pared, así como un AV Onkyo TX-SR605, un conjunto 5.1 Harman Kardon 11BQ y un proyector Sony VW60. El proyector lo pedimos a una tienda japonesa donde nos salió bastante más barato sin coste de aduanas ni nada. La de horas que echamos jugando al Motorstorm y viendo las primeras películas en bluray: Ultravioleta y Casino Royale. Incluso, entre mi novio y yo, construimos un mueble para poder poner el proyector encima. No dispongo de documentos gráficos sobre esta primera etapa pero éramos felices. Después, buscando un sonido un poco más “potente” pensamos que sería genial tener unos altavoces estantería y compramos los JBL Studio L830 que usábamos con el resto del conjunto Harman Kardon.
Más tarde, en ese mismo año, nos vinimos arriba y decidimos mudarnos al, por entonces, comedor de casi 20m. Compramos un central, claro, qué es de un cine sin un canal central… el JBL Studio LC1 y aquello prometía: más espacio para meter más cacharrería y la pantalla no ocupaba la totalidad de una pared. Sonaba muy bien pero aún faltaban altavoces, así que decidimos meter de traseros dos satélites del conjunto Harman Kardon. Sí, aquello era raro: tres pedazo de altavoces delante y dos satélites detrás con sus respectivos pies; tampoco teníamos subwoofer pero no importaba. Digamos que poco a poco iba cogiendo forma y quizás en un futuro inmediato podríamos optar a tener un cine al uso.
Efectivamente, ahí donde veis mis altavoces rodeando una mesa de comedor y sus correspondientes sillicas, con ese colosal mueble vitrina (llega casi hasta el techo) y la pantalla recortejana… nosotros veíamos potencial. Sí, compañeros, como se puede apreciar en la imagen nos mudamos en navidad . Tengo que tener fotos de cuando tenía los Harman de traseros, aunque no sé dónde andan ahora mismo (las fotos, los Harman aún en la salita, gracias). Esa mudanza supuso un hito a recordar.
Estábamos contentos, vivíamos en una nube y todo eso; no obstante, en 2013 y habiendo ahorrado nos propusimos subir el nivel. Me encanta escuchar música, podría estar horas y horas enteras… barajábamos distintas opciones: comprar un subwoofer, otra pareja de monitores… pero entonces llegó la idea, se nos iluminó la bombillita y oh, ¿qué tal pillar unas columnas? De driver generoso, así se podría suplir la carencia del sub (sí, realmente lo pensábamos por aquel entonces). Asimismo, podríamos pasar los L830 atrás y ya todos los altavoces de la sala pasarían a serlo “de verdad”. Por desgracia estaban descatalogadas las JBL Studio L890 y tampoco las encontré de segunda mano; en otro foro me recomendaron las JBL ES90 y ¿qué hicimos? Pues obviamente buscar las JBL ES100 que resultaron estar también descatalogadas. ¡¡Qué infortunio el nuestro!! Terminamos buscando las ES90 y mira tú por dónde que estaban bastante baratas en una tienda online porque sólo quedaba una pareja en color cerezo. ¿Y qué más da? No pintan con los Studio pero qué bien combinaban con la descomunal vitrina y la mesa de comedor. Además, si de frente se verán grises; no me digas más, hecho.
Como la cosa se iba poniendo seria, decidimos tirar más atrás los satélites y nos montamos un 7!!!! Sin embargo, después de haber subido tanto el nivel esos satélites cantaban mucho: "si es que no suenan del todo bien… va, a ver qué encontramos". Lástima, no encontramos ninguna pareja de JBL que nos convenciera, de hecho solo encontramos unos a los que denominamos “molinillo” (Studio 130) que nos horrorizaron. Y de esta manera terminó una pareja de Polkaudio TSi200 de surround back; éstos sí, en color negro para que no desentonaran con el conjunto. Aún sigo mi búsqueda de unos JBL Studio L830 o JBL ES30 pero siguen resistiéndose . Esos Polk parece que llegaron para quedarse.
Sí compis, como podéis apreciar, mi comedor era el lugar donde terminaban los restos de las demás habitaciones: el mueble de una TV pequeñica para el Onkyo, dos sillas de la cocina como soportes para los Studio L830, un antiguo mueble Technics para las consolas; y la gran estrella: el mueble del proyector. En un arranque de frikismo sin parangón, pintamos aquel mueble en un precioso burdeos Bravia tras varios días de búsqueda con un catálogo Sony en mano mirando cartas de color en varias tiendas de pintura… incluso hicimos el logo de Bravia y Sony en ambos costados. No había comentado nada anteriormente para poner las fotos directamente, puesto que el mueble tenía esa pinta desde la llegada del proyector. La de veces que me he dejado la cabeza en la tabla superior del mueble cuando éste estaba en la salita…
Os preguntaréis, ¿Qué es de un cine sin el canal .1? Pues bien, recurrimos al sub del conjunto Harman Kardon que de tantos apuros nos ha sacado . Maaaaaaadre de Dios, qué bien sonaba aquello… cómo podía haber estado tanto tiempo sin un subwoofer ahí… espera, espera, que si lo arrinconamos entre la vitrina y el radiador suena más. Luego resultó ser un efecto placebo dado por una bola de graves . Sin meternos en tecnicismos ni en cuánto tiempo estuvimos disfrutando esa bola de graves, decidimos darle un aire más “pro” al comedor. Esas cortinas debían desaparecer, ¿qué tal unos soportes y quitamos esas sillas? Ah, ¿y si pillamos un soporte “de verdad” de “los buenos” para el proyector? ¿No ganaríamos más pintándolo más oscuro? ¿Y si ponemos unos estores en la puerta y nos dejamos de cartulinas en el tragaluz del pasillo? ¿Y una estantería para el equipo?
Como veis, compis, nos quedó un resultado muy “pro” .
En 2013 sucedieron los cambios más grandes e importantes de aquel comedor. Burro grande, pantalla grande: pasamos de una Neoko 106” a una Visivo Lusso 113”. Queríamos algo más grande aún, pero la siguiente nos obligaba a encerrar más las columnas. Asimismo, decidimos dejarnos de hacerle perrerías al pobre subwoofer del conjunto HK (no quiero entrar en detalles sobre su bass réflex y una toalla ) y pasar a un señor subwoofer: llegó el Klipsch SW-115. El efecto terremoto nos dejó impactados o lo mismo nos sacudió demasiado fuerte las neuronas, el caso es que meses más tarde llegó el segundo sub. Su tamaño descomunal (recordad mi anterior sub) hacía imposible la estancia de la mesa del comedor… la excusa perfecta .
Qué pintaza tenía todo, porque por fin estábamos montando nuestra sala dedicada… si por dedicada entendemos que la sala sólo era para disfrutar del equipo . Otro paso importante fue la compra del Onkyo TX-NR818 en un precioso color plata… otra vez, una oferta en la que el color no encajaba y bueno, qué más da si luego está todo a oscuras… Esta compra en especial nos supuso un antes y un después: XT32 y Dynamic EQ… Oh, Dios mío, cómo habíamos podido vivir sin aquello. Montar puzles a las tantas de la mañana con música bajita ya no era lo mismo, todo tenía cuerpo incluso a ese bajo volumen .
Sin embargo, no nos conformamos con esos cambios, puesto que aspirábamos a más y más. Los últimos vestigios del comedor debían desaparecer para acabar teniendo una sala dedicada "de verdad". El mueble vitrina que se esconde aún tras la pantalla con su vajilla y cristalería completa para doce comensales… aún recuerdo lo que nos llevó meter hojas dobles de periódico entre cada pieza de la vajilla por el concierto que montaban con los subs.
¿Cuál sería nuestro siguiente avance? ¿Qué tropelías se nos ocurrieron porque “tenemos que mejorar nuestra sala, debemos subir el listón”?
SEGUNDA PARTE:
Solventado el tema de las vibraciones de la vajilla y estando acostumbrados a ese muro de madera (el armario vitrina), veíamos la parte trasera muy peladita, demasiado despejado: el proyector solito acompañado por los Polk… como que falta algo… no sé. En Ikea venden unos muebles muy apañados para poner vinilos, además no son muy grandes… venga ponemos dos, una a cada lado. Precioso. Además, con la pantalla bajada tapando la mayor parte del mastodóntico mueble de comedor, hasta parecía una sala modernilla… si es que nos está quedando de lujo .
Mis subs: amor a primer terremoto; el sonido “cine” verdadero, la contundencia en estado puro… cuántas veces me he sentado en uno de esos sillones pensando “joer, qué dinero más bien invertido”; sin embargo, trajeron bastantes quebraderos de cabeza: la sala Kitty Purry ronroneaba demasiado fuerte, había vibraciones a porrillo . Una vez que la vajilla dejó de cantar, apareció el coro de fondo: las ventanas.
Mi casa: una obra de la arquitectura moderna donde el carpintero se compró un Mercedes clase S liándose a poner ventanas. Sí, compis, una sala de escasos 20m con cuatro ventanas y tres de ellas en la misma pared con una separación entre los marcos de escasos tres dedos… literal, compis. De ahí que toda la parte trasera de mi sala sea un mar de cortinas. No podía ser una ventana grande o dos a los extremos; tenían que ser tres, seis hojas de madera (por los años no encajaban correctamente) con sus respectivos cristales del grosor del papel de fumar vibrando al unísono al son de los Klipsch. ¿Qué hicimos? Se nos ocurrió ir al chino más cercano y comprar cojines, debían ser mulliditos, uno para cada hoja, si total... las ventanas podrían vivir perfectamente con las persianas bajadas. Además, con las cortinas no se verán los cojines hacinados contra el cristal. Ahora sí, todo perfecto, pues no había vibraciones .
Entonces, tras un comentario de mi madre “habéis estado viendo una peli, eh”, ¿cómo? “pues que se oía desde el principio de la calle”… Puede que exagerase con la distancia de escucha, pero sí, compis, en ese momento nos dimos cuenta de algo que debido a la euforia de ser propietaria de un cuasicine no había pensado nunca . Y es que los vecinos habían estado ¿disfrutando? de mi magnífico equipo ¡¡sin pagar entrada!! Ese comentario desató lo que supuso el segundo cambio más importante de la, por entonces, sala-comedor. Teníamos que saber cuánta verdad/porcentaje de exageración escondían aquellas palabras… Lo recuerdo, película V de Vendetta, probando a distinto volumen y daba igual, los diálogos sonaban cristalinos en el exterior de la calle. Compis, que sólo faltaba subir una persiana para convertirlo en un cine de verano. Estaba claro, había que solucionarlo y mientras tanto dejamos de ver pelis a partir de cierta hora: "uh, está oscurillo, lo dejamos para mañana".
Nos íbamos a dejar de tonterías, tenía que ser un trabajo fino… de esos súper pro, ¿pero qué podíamos hacer? Bueno, ahí estábamos en Google buscando soluciones: que si la densidad de los materiales, que si la esponja no sirve para nada, que a mayor densidad mayor insonorización, que las cajas de las persianas son un gran problema… Empapada de tanta sabiduría y con la cabeza como un bombo tras varios días rumiándolo todo: allí estábamos, en una nave cargando en el maletero cuatro planchas de DM de 3,5cm de grosor con la medida exacta del marco interior de cada ventana (menos 1cm), ocho planchas de DM de 1,5cm con la medida exacta de cada cristal, planchas de goma-espuma, mucho burlete de goma y cinta aislante de la buena de esa “americana” y alcayatas, una cantidad desproporcionada de alcayatas. Los vecinos pensarían que nos habíamos vuelto unos preparacionistas o que esperábamos un apocalipsis zombi mientras descargábamos todo el material. Sobra comentar que sabíamos que lo que íbamos a hacer era mejor orquestarlo con nocturnidad y alevosía, lejos de las curiosas miradas de los vecinos. Sí, sé lo que estáis pensando en este preciso momento, “¿por qué?” Porque debido a las particularidades de mis ventanas la parte más pesada del proceso debía realizarse desde el exterior. Paso a relatar detalladamente la elaboración del sándwich: a cada plancha de DM le pegamos una capa de esponja en ambas caras y la canteamos con burletes de goma rematándolos con cinta aislante. Todo listo para comenzar, así que sobre las 3 o 4 de la mañana salimos con nuestras escaleras intentando hacer el menor ruido posible. Cómo pesaban las condenadas planchas y lo que costó meterlas entre las rejas y más aún encajarlas en los marcos; luego no bajaban las persianas… Una vez completado el trabajo exterior, tocaba el interior: para eso queríamos las alcayatas, para fijar las planchas a los cristales. Y ya que estábamos, hicimos lo mismo con los cristales de la puerta.
De nuevo, como veis compis, todo muy pro y fino .
Al día siguiente y sonómetro en mano, a altas horas de la madrugada el resultado fue más que convincente. Ahora sí, tocaba disfrutar de nuestra obra. Además, habíamos ganado en presión sonora… ¿qué más podíamos pedir?. A darle al pote!!!
Aquí vengo a contarle mi vida al compi @Ronda y a todos los demás usuarios que quieran conocerla... ¡Estáis todos invitados! Hago especial mención al compi porque lo tengo frito inquiriéndole a preguntas y reportes sobre calibración casi todos los días, he pensado que así se despejaría un poco o lo mismo termina por mandarme a tomar viento fresco De todas formas, la patica de jamón es tuya hagas lo que hagas
Bueno, antes que nada me presentaré un poco: Soy una chica de 31 años obsesionada con los videojuegos, el cine de terror (gore, zombies, slasher...) y el rock de los 60-70 y los Nine Inch Nails, por lo que hace unos cuantos años mi novio y yo decidimos que sería genial tener un proyector para poder disfrutar ambas aficiones en pantalla grande y un buen equipo para música. Lo que nunca imaginamos es que al final tendríamos una sala dedicada y que terminaríamos por no jugar a la consola en ella .
Copiaré el texto del hilo de mi sala del otro foro puliendo errores de redacción (si me doy cuenta de los mismos) y quitando algunas partes para añadirlas más tarde en otros posts (seguramente) o cambiaré el texto para añadir nuevos elementos.
Y aquí comienza esta historia. Atención, tocho post inside .
PRIMERA PARTE:
Empezamos en el 2008 en mi salita de menos de 12m con una pantalla Neoko de 106” que ocupaba toda la pared, así como un AV Onkyo TX-SR605, un conjunto 5.1 Harman Kardon 11BQ y un proyector Sony VW60. El proyector lo pedimos a una tienda japonesa donde nos salió bastante más barato sin coste de aduanas ni nada. La de horas que echamos jugando al Motorstorm y viendo las primeras películas en bluray: Ultravioleta y Casino Royale. Incluso, entre mi novio y yo, construimos un mueble para poder poner el proyector encima. No dispongo de documentos gráficos sobre esta primera etapa pero éramos felices. Después, buscando un sonido un poco más “potente” pensamos que sería genial tener unos altavoces estantería y compramos los JBL Studio L830 que usábamos con el resto del conjunto Harman Kardon.
Más tarde, en ese mismo año, nos vinimos arriba y decidimos mudarnos al, por entonces, comedor de casi 20m. Compramos un central, claro, qué es de un cine sin un canal central… el JBL Studio LC1 y aquello prometía: más espacio para meter más cacharrería y la pantalla no ocupaba la totalidad de una pared. Sonaba muy bien pero aún faltaban altavoces, así que decidimos meter de traseros dos satélites del conjunto Harman Kardon. Sí, aquello era raro: tres pedazo de altavoces delante y dos satélites detrás con sus respectivos pies; tampoco teníamos subwoofer pero no importaba. Digamos que poco a poco iba cogiendo forma y quizás en un futuro inmediato podríamos optar a tener un cine al uso.
Efectivamente, ahí donde veis mis altavoces rodeando una mesa de comedor y sus correspondientes sillicas, con ese colosal mueble vitrina (llega casi hasta el techo) y la pantalla recortejana… nosotros veíamos potencial. Sí, compañeros, como se puede apreciar en la imagen nos mudamos en navidad . Tengo que tener fotos de cuando tenía los Harman de traseros, aunque no sé dónde andan ahora mismo (las fotos, los Harman aún en la salita, gracias). Esa mudanza supuso un hito a recordar.
Estábamos contentos, vivíamos en una nube y todo eso; no obstante, en 2013 y habiendo ahorrado nos propusimos subir el nivel. Me encanta escuchar música, podría estar horas y horas enteras… barajábamos distintas opciones: comprar un subwoofer, otra pareja de monitores… pero entonces llegó la idea, se nos iluminó la bombillita y oh, ¿qué tal pillar unas columnas? De driver generoso, así se podría suplir la carencia del sub (sí, realmente lo pensábamos por aquel entonces). Asimismo, podríamos pasar los L830 atrás y ya todos los altavoces de la sala pasarían a serlo “de verdad”. Por desgracia estaban descatalogadas las JBL Studio L890 y tampoco las encontré de segunda mano; en otro foro me recomendaron las JBL ES90 y ¿qué hicimos? Pues obviamente buscar las JBL ES100 que resultaron estar también descatalogadas. ¡¡Qué infortunio el nuestro!! Terminamos buscando las ES90 y mira tú por dónde que estaban bastante baratas en una tienda online porque sólo quedaba una pareja en color cerezo. ¿Y qué más da? No pintan con los Studio pero qué bien combinaban con la descomunal vitrina y la mesa de comedor. Además, si de frente se verán grises; no me digas más, hecho.
Como la cosa se iba poniendo seria, decidimos tirar más atrás los satélites y nos montamos un 7!!!! Sin embargo, después de haber subido tanto el nivel esos satélites cantaban mucho: "si es que no suenan del todo bien… va, a ver qué encontramos". Lástima, no encontramos ninguna pareja de JBL que nos convenciera, de hecho solo encontramos unos a los que denominamos “molinillo” (Studio 130) que nos horrorizaron. Y de esta manera terminó una pareja de Polkaudio TSi200 de surround back; éstos sí, en color negro para que no desentonaran con el conjunto. Aún sigo mi búsqueda de unos JBL Studio L830 o JBL ES30 pero siguen resistiéndose . Esos Polk parece que llegaron para quedarse.
Sí compis, como podéis apreciar, mi comedor era el lugar donde terminaban los restos de las demás habitaciones: el mueble de una TV pequeñica para el Onkyo, dos sillas de la cocina como soportes para los Studio L830, un antiguo mueble Technics para las consolas; y la gran estrella: el mueble del proyector. En un arranque de frikismo sin parangón, pintamos aquel mueble en un precioso burdeos Bravia tras varios días de búsqueda con un catálogo Sony en mano mirando cartas de color en varias tiendas de pintura… incluso hicimos el logo de Bravia y Sony en ambos costados. No había comentado nada anteriormente para poner las fotos directamente, puesto que el mueble tenía esa pinta desde la llegada del proyector. La de veces que me he dejado la cabeza en la tabla superior del mueble cuando éste estaba en la salita…
Os preguntaréis, ¿Qué es de un cine sin el canal .1? Pues bien, recurrimos al sub del conjunto Harman Kardon que de tantos apuros nos ha sacado . Maaaaaaadre de Dios, qué bien sonaba aquello… cómo podía haber estado tanto tiempo sin un subwoofer ahí… espera, espera, que si lo arrinconamos entre la vitrina y el radiador suena más. Luego resultó ser un efecto placebo dado por una bola de graves . Sin meternos en tecnicismos ni en cuánto tiempo estuvimos disfrutando esa bola de graves, decidimos darle un aire más “pro” al comedor. Esas cortinas debían desaparecer, ¿qué tal unos soportes y quitamos esas sillas? Ah, ¿y si pillamos un soporte “de verdad” de “los buenos” para el proyector? ¿No ganaríamos más pintándolo más oscuro? ¿Y si ponemos unos estores en la puerta y nos dejamos de cartulinas en el tragaluz del pasillo? ¿Y una estantería para el equipo?
Como veis, compis, nos quedó un resultado muy “pro” .
En 2013 sucedieron los cambios más grandes e importantes de aquel comedor. Burro grande, pantalla grande: pasamos de una Neoko 106” a una Visivo Lusso 113”. Queríamos algo más grande aún, pero la siguiente nos obligaba a encerrar más las columnas. Asimismo, decidimos dejarnos de hacerle perrerías al pobre subwoofer del conjunto HK (no quiero entrar en detalles sobre su bass réflex y una toalla ) y pasar a un señor subwoofer: llegó el Klipsch SW-115. El efecto terremoto nos dejó impactados o lo mismo nos sacudió demasiado fuerte las neuronas, el caso es que meses más tarde llegó el segundo sub. Su tamaño descomunal (recordad mi anterior sub) hacía imposible la estancia de la mesa del comedor… la excusa perfecta .
Qué pintaza tenía todo, porque por fin estábamos montando nuestra sala dedicada… si por dedicada entendemos que la sala sólo era para disfrutar del equipo . Otro paso importante fue la compra del Onkyo TX-NR818 en un precioso color plata… otra vez, una oferta en la que el color no encajaba y bueno, qué más da si luego está todo a oscuras… Esta compra en especial nos supuso un antes y un después: XT32 y Dynamic EQ… Oh, Dios mío, cómo habíamos podido vivir sin aquello. Montar puzles a las tantas de la mañana con música bajita ya no era lo mismo, todo tenía cuerpo incluso a ese bajo volumen .
Sin embargo, no nos conformamos con esos cambios, puesto que aspirábamos a más y más. Los últimos vestigios del comedor debían desaparecer para acabar teniendo una sala dedicada "de verdad". El mueble vitrina que se esconde aún tras la pantalla con su vajilla y cristalería completa para doce comensales… aún recuerdo lo que nos llevó meter hojas dobles de periódico entre cada pieza de la vajilla por el concierto que montaban con los subs.
¿Cuál sería nuestro siguiente avance? ¿Qué tropelías se nos ocurrieron porque “tenemos que mejorar nuestra sala, debemos subir el listón”?
SEGUNDA PARTE:
Solventado el tema de las vibraciones de la vajilla y estando acostumbrados a ese muro de madera (el armario vitrina), veíamos la parte trasera muy peladita, demasiado despejado: el proyector solito acompañado por los Polk… como que falta algo… no sé. En Ikea venden unos muebles muy apañados para poner vinilos, además no son muy grandes… venga ponemos dos, una a cada lado. Precioso. Además, con la pantalla bajada tapando la mayor parte del mastodóntico mueble de comedor, hasta parecía una sala modernilla… si es que nos está quedando de lujo .
Mis subs: amor a primer terremoto; el sonido “cine” verdadero, la contundencia en estado puro… cuántas veces me he sentado en uno de esos sillones pensando “joer, qué dinero más bien invertido”; sin embargo, trajeron bastantes quebraderos de cabeza: la sala Kitty Purry ronroneaba demasiado fuerte, había vibraciones a porrillo . Una vez que la vajilla dejó de cantar, apareció el coro de fondo: las ventanas.
Mi casa: una obra de la arquitectura moderna donde el carpintero se compró un Mercedes clase S liándose a poner ventanas. Sí, compis, una sala de escasos 20m con cuatro ventanas y tres de ellas en la misma pared con una separación entre los marcos de escasos tres dedos… literal, compis. De ahí que toda la parte trasera de mi sala sea un mar de cortinas. No podía ser una ventana grande o dos a los extremos; tenían que ser tres, seis hojas de madera (por los años no encajaban correctamente) con sus respectivos cristales del grosor del papel de fumar vibrando al unísono al son de los Klipsch. ¿Qué hicimos? Se nos ocurrió ir al chino más cercano y comprar cojines, debían ser mulliditos, uno para cada hoja, si total... las ventanas podrían vivir perfectamente con las persianas bajadas. Además, con las cortinas no se verán los cojines hacinados contra el cristal. Ahora sí, todo perfecto, pues no había vibraciones .
Entonces, tras un comentario de mi madre “habéis estado viendo una peli, eh”, ¿cómo? “pues que se oía desde el principio de la calle”… Puede que exagerase con la distancia de escucha, pero sí, compis, en ese momento nos dimos cuenta de algo que debido a la euforia de ser propietaria de un cuasicine no había pensado nunca . Y es que los vecinos habían estado ¿disfrutando? de mi magnífico equipo ¡¡sin pagar entrada!! Ese comentario desató lo que supuso el segundo cambio más importante de la, por entonces, sala-comedor. Teníamos que saber cuánta verdad/porcentaje de exageración escondían aquellas palabras… Lo recuerdo, película V de Vendetta, probando a distinto volumen y daba igual, los diálogos sonaban cristalinos en el exterior de la calle. Compis, que sólo faltaba subir una persiana para convertirlo en un cine de verano. Estaba claro, había que solucionarlo y mientras tanto dejamos de ver pelis a partir de cierta hora: "uh, está oscurillo, lo dejamos para mañana".
Nos íbamos a dejar de tonterías, tenía que ser un trabajo fino… de esos súper pro, ¿pero qué podíamos hacer? Bueno, ahí estábamos en Google buscando soluciones: que si la densidad de los materiales, que si la esponja no sirve para nada, que a mayor densidad mayor insonorización, que las cajas de las persianas son un gran problema… Empapada de tanta sabiduría y con la cabeza como un bombo tras varios días rumiándolo todo: allí estábamos, en una nave cargando en el maletero cuatro planchas de DM de 3,5cm de grosor con la medida exacta del marco interior de cada ventana (menos 1cm), ocho planchas de DM de 1,5cm con la medida exacta de cada cristal, planchas de goma-espuma, mucho burlete de goma y cinta aislante de la buena de esa “americana” y alcayatas, una cantidad desproporcionada de alcayatas. Los vecinos pensarían que nos habíamos vuelto unos preparacionistas o que esperábamos un apocalipsis zombi mientras descargábamos todo el material. Sobra comentar que sabíamos que lo que íbamos a hacer era mejor orquestarlo con nocturnidad y alevosía, lejos de las curiosas miradas de los vecinos. Sí, sé lo que estáis pensando en este preciso momento, “¿por qué?” Porque debido a las particularidades de mis ventanas la parte más pesada del proceso debía realizarse desde el exterior. Paso a relatar detalladamente la elaboración del sándwich: a cada plancha de DM le pegamos una capa de esponja en ambas caras y la canteamos con burletes de goma rematándolos con cinta aislante. Todo listo para comenzar, así que sobre las 3 o 4 de la mañana salimos con nuestras escaleras intentando hacer el menor ruido posible. Cómo pesaban las condenadas planchas y lo que costó meterlas entre las rejas y más aún encajarlas en los marcos; luego no bajaban las persianas… Una vez completado el trabajo exterior, tocaba el interior: para eso queríamos las alcayatas, para fijar las planchas a los cristales. Y ya que estábamos, hicimos lo mismo con los cristales de la puerta.
De nuevo, como veis compis, todo muy pro y fino .
Al día siguiente y sonómetro en mano, a altas horas de la madrugada el resultado fue más que convincente. Ahora sí, tocaba disfrutar de nuestra obra. Además, habíamos ganado en presión sonora… ¿qué más podíamos pedir?. A darle al pote!!!
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