ferran Monegal
Unas se operan las bolsas y otras se tapan los ojos. Es el caso de la nueva simulación de Samanta Villar (21 días, Cuatro), que ahora se ha querido transformar en invidente y se ha ido a un oftalmólogo a que le ponga parches en los ojos. A ella, que le gusta tanto el espectáculo, el star system, ha fallado en la textura, en el color de los apósitos: debería haber elegido el parche negro, como el que nos cuenta Sabina en su canción El pirata cojo. Hubiera sido un golpe de filibusterismo clásico muy vistoso. Seamos justos, no obstante, con Samanta. Si borramos sus exclamaciones, suspiros, lamentos, es decir, el empedrado de morcillas con que adoba y sazona su actuación, al estilo de los grandes actores y actrices del teatro de bulevard, si nos olvidamos de sus «¡ay! así sin ver no soy capaz de emparejar los calcetines /../ ¡ay! estoy con la regla y así, sin ver, no sabré si voy manchada», etcétera, o sea, si de la misma forma que ella ha simulado ceguera nosotros simulamos sordera, el conjunto del programa no es canalla ni perverso. Su impostura nos ha servido para aproximarnos a los problemas cotidianos de los invidentes de verdad, a la zozobra existencial de una madre, por ejemplo, que decía: «Por poder ver a mis hijos un minuto nada más, daría lo que fuera». En resumen: en el cómputo, en el balance de las simulaciones de Samanta, esta que nos ha hecho no se merece el cicaterismo del reproche. Al final de su actuación nos avanzó de qué se va a disfrazar en la próxima entrega: van a ser 21 días en el mundo del porno. ¡Ah! nos ha invadido una alegría enorme. Vamos bien, sí señora. Samanta desnudita,sumergida en el escenario delBagdad, por ejemplo, puede proporcionarnos excitantes momentos. Y luego, siguiendo la técnica del equilibrio, de la página compensada, que inventó el tremendo Axel Springer, padre de la prensa sensacionalista moderna, podría Samanta hacerse monja y pasar 21 días en algún convento de clausura. Le recomiendo el de Santa Clara de Córdoba, o quizá el de las clarisas de Lerma, comunidad que ha sido noticia recientemente porque mientras en otros conventos cada vez hay menos monjas, en este hay cola de virtuosas novicias que esperan el placet de la Madre Superiora, la acreditada y reconocida sor Verónica. Ánimo Samanta, va a ser glorioso.