Vista.A estas alturas, y tras estar ya de vuelta de todo, celebro una película tan artesanal, disfrutable y directa que remite a viejos referentes.
Sin ser la hostia, a mí me ha parecido notable.
Coincido.
Con ESPOILAS:
Es de agradecer que se tome su tiempo en dejarnos vivir con los personajes para entender todo lo que viene después. Hasta cierto punto, aquí el tema sobrenatural es lo de menos, siendo mucho más importante el retrato psicológico de esa madre y ese hijo, ambos "tocados", a su manera, por la misma pérdida. Desde el primer momento, cuando aún no se sabe exactamente a dónde nos quieren llevar, el director utiliza sus trucos de magia (guiño-codazo) con bastante habilidad; su forma de cortar y saltar de secuencia en secuencia, amén de un cuidado aspecto visual y un más que acertado uso de los encuadres y la planificación, convierten la previa (por lo general en estos productos, lo más anodino) en algo interesante y con gancho.
El libro lo interpreto como una representación física de los "demonios" que se están cociendo en el interior de los dos. Un tocho pesado y cabrón, guardado en un estante, visible pero igualmente escondido, que un MAL día aparece para quedarse. Un catalizador que desata, de forma más o menos velada, el pandemonium y toda la visceralidad que estaba siendo reprimida... siendo especialmente eficaz en la vulnerable madre, en un logrado giro de tornas (cuando el más jodido parecía ser el crío).
Si bien hubiera deseado que, a partir de cierto momento se mantuviera más en lo ambiguo, el juego de convertir a la madre amantísima en un ser que, como su hijo, "dice lo que piensa", es de lo mejorcito de la función (ayuda mucho la entregada intrepretación de ella), regalando momentos de puro mal rollo (físico) sin disimular referentes (el pastiche viene a ser algo entre Poltergeist, The Conjuring y Repulsión).
Al final todo se reduce a esa "fantasmal" figura paterna, el auténtico Babadook del título. Ese darse cuenta de que "pasar página" puede ser posible con FUERZA de voluntad, love y autocontrol. Aunque, como con cualquier trauma, algo queda en el sótano esperando a alimentarse con nuestras mierdas... y por muy domesticado que esté, nunca dejará de acojonar.
Potitos los homenajes a Meliés y Bava.
Más así y levantamos el género.