The Card Counter, de Paul Schrader

Brando

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Martin Scorsese presenta
THE CARD COUNTER
Dirige Paul Schrader
Con Oscar Isaac, Willem Dafoe, y Tye Sheridan
premiere en el festival de Venecia

Trailer
 
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Excelente, tan oscura y depresiva en su conjunto como el reverendo o más. Oscar Isaac nunca lo he visto mejor, esa mezcla de frialdad corporal y furia interna contenida es sobrecogedora.
Cuesta creer que este Schrader sea el mismo que hizo 2 bodrios con Nicolas Cage y otra basura con Lindsay Lohan previamente.
 
Pues Schrader se ha sacado una lección de cine directo, concreto, depurado, elegante y sugerente. Puede parecer por momentos que es poca cosa ( de hecho se podría interpretar como una relectura de Posibilidad de escape, sin llegar a su altura ) , pero sus imágenes y composición destilan unas cuentas ideas que ya les gustaría tener a cualquier algoritmo de plataforma ( que parece ser los autores de hoy en día )

De nuevo la redención, la culpa, la esperanza como piedras angulares. Vuelven los protagonistas atormentados pero esta vez sin un ápice de religiosidad, y hay puyas muy salvajes a la administración Bush y el patriotismo mas garrulo ( ojo a la hostia que le pega en forma de fanáticos ridículos )


Tremendo Oscar Isaac, soberbio en su trabajo gestual y contenido salvo en un par de momentos en los que se come a un Tye Sheridan un tanto aplatanado. Diría que se merece nominación al Oscar, pero como ya no le tengo ningún respeto a esos premios, supongo que se llevará uno a los Independent Spirit Awards.
 
Digamos que esa puede ser la explicación argumental . Pero está claro que Schrader usa ese elemento para mostrarnos la evolución psicológica del personaje que pasa de ocultar su pasado a enfrentarse a él sin ambajes ni telas
 
Sobria y minimalista en cuanto a recursos, seguramente para acompañar la caracterización de Isaac: alguien austero, de vida mediocre. Atrapado por su pasado e incapaz de sentir nada ni de salir del estilo de vida al que se ha condenado a si mismo. Como tal, me funciona mucho mejor su intento de ayudar al chico a modo de exorcizar sus demonios que la relación con la chica. Tópico demasiado grande, pero si tanto se utiliza quizás es porque algo de verdad habrá.

Muy bien Schrader como director, ¿no? No he visto todavía la del reverendo, pero en ésta lo he visto muy atinado. En general poco virtuoso, pero siempre muy preciso en cómo compone los planos. Increíble el plano secuencia de la prisión-infierno. Y de tono e intención, pues muy setentera, y se deja notar que se trata de la misma mente que firmó Taxi Driver. Incluso Scorsese se ha apuntado a la fiesta.

En cuanto a lo de las sábanas, puede que vaya enlazado con el modo con el que tapa su pasado, reflejo de los muros que ha construido a su alrededor, o quizás con la falta de glamour general en su vida. Creo que el enfrentamiento con su pasado lo vemos más con el diario, pero tampoco pondría la mano en el fuego.

Por lo demás, increíble Oscar Isaac. De los actores más versatiles de su generación, junto a Adam Driver.

Uno de estos días me pongo con la del reverendo.
 
Vista. Para mí, muy plana. Tampoco el guión daba para más. La humorista Tiffany Haddish y el chaval, flojillos. Oscar Isaac mejor, pero tiene un personaje sin matices que tampoco me entusiasma. Entretenida para ver y olvidar.
 
Parece que no ha caído nominación ni siquiera para actor principal, pues una pena.

Schrader lleva décadas haciendo la misma película y no oculta para nada que ésta es una nueva reelaboración, insistiendo en contar la experiencia límite de unos individuos destruidos por dentro a través de una mirada al abismo, a lo peorcísimo. Esto es un noir contemporáneo en toda regla, con un protagonista que es uno de esos samuráis que se aferran a la ejecución meticulosa y ritualizada de un oficio, el cual le permite, con su rutina y con la escritura diarística, mantener bajo control las oscuras pulsiones que habitan su interior, los más intensos sentimientos de rabia, venganza y culpa. Igual de obsesiva es la relación del cineasta, guionista y teórico con "Pickpocket", aunque muchas cosas le distancian del referente bressoniano... quizá porque tiene mucho de asceta, pero también de hombre furioso capaz de estallar en cualquier mal rato, que te sometería a cualquier chifladura pero se detienen en el último momento. Aún así, se mantiene un tono de sobriedad, sin apenas arrebatos, en esa línea de contención que puede resultar hipnótica, metiéndonos de lleno en la experiencia y dejando como una desazón difícil de explicar, a lo que quizá contribuyen unas canciones que nos contagian de esa melancólica soledad y desesperación. Otra vez la imposible búsqueda del perdón, el destino que alcanza implacable al anti-héroe en cuanto se descuida o se abre a los otros; unos ciertos estereotipos que bailan a su alrededor, como la mujer que se apiada de él (difícil saber qué puede atraer a una fémina de semejantes seres, al menos sin cierto morbo de por medio) o el chaval impulsivo y desorientado que corre el peligro de caer en el mismo hoyo.

El amor no sé si divino, escenificado en un onírico jardín luminoso, es lo único que salva, si no nuestro cuerpo terrenal, al menos sí a ciertos espíritus torturados, como insinuaría un plano final sostenido que evoca el icónico detalle de la capilla sixtina. Cárceles físicas, cárceles del alma, difícil saber cuál de ellas es peor en un film que en su trama funciona como una gran partida o apuesta arriesgada, de ganar o perderlo todo. El peso entero se lo carga a sus hombros un Isaac que merece un elogio aunque sólo sea por su pura presencia, a quien le basta una mirada para expresar mucho. El submundo nómada de los casinos y de las apuestas se parece a un purgatorio de luces de neón, repitiéndose, describiéndose las técnicas de juego, la idiosincrasia de sus habitantes, y despunta algo de humor (pero vaya humor), como con ese fanático de América; insidiosa presencia que persigue a nuestro hombre cual reducción hasta la caricatura de los valores a los que antaño sirvió, por no hablar de esa muchacha llorando en la barra.

Se integra bien la crítica política y social como ineludible telón de fondo: el atroz acostumbrarse al horror y la imposible justificación del monstruo, las siniestras personalidades que actúan bajo cuerda, las atrocidades de Abu Ghraib, semejante a un conradiano corazón de las tinieblas o a un horripilante cuadro de Brueghel… y el desigual reparto de responsabilidades, que lo acaba pagando lo más bajo del sistema, los white trash, con el efecto colateral de la desintegración de los lazos familiares y las vidas arruinadas. Normal que todo lo cubran unas sábanas blancas, muy parecidas a fantasmas que no dejan descansar.
 
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