Una maravilla sustentada en un trabajo actoral extraordinario, en un texto interesantísimo que confunde ficción y realidad, en un pulso de dominación y sumisión apasionante (y muy sensual) y en un tono abiertamente ambiguo que deja la sospecha de que un elemento fantástico puede estar de por medio. Gran comienzo y gran final entrando y saliendo del teatro en tiempo tormentoso, como si una fuerza externa, divina, suprema, acudiera al ensayo. Y un personaje, el de Vanda, que es del todo misterioso, como si fuera la materialización de los deseos/fantasías del director de la obra, que vive en sus propias carnes la puesta en cuestión de la relación sadomasoquista, pues podemos ver una reflexión sobre los sexos, el objeto, el poder, el placer, el intercambio de roles, el dolor, la degradación, el sacrificio, la fina línea entre víctima y verdugo, las pulsiones íntimas de difícil expresión pero que habitan en los personajes... El cuestionamiento de la figura del sumiso, que muchas veces en realidad no lo es, ya que en el fondo
domina (EXIGE realizar su deseo) me parece que tiene mucho jugo, por ejemplo. Y en otro orden de cosas, también veo de interés la relación tirante entre director y actriz (o actor) en el proceso de creación, dado que ambos pueden colaborar o enfrentarse, tanto da, para enriquecer la obra y llevarla aún más lejos. Así lo hemos visto en diversos casos en los que un director trabaja muchas veces con ciertos intérpretes y el producto alcanza dimensiones muy especiales. Esa idea de la pareja del creador como musa, por otro lado, también se menciona aquí.
Así permanece uno atento ante el tira y afloja de dos personajes en un único escenario durante una hora y media. Desde luego, 100% Polanski, de contenido muy autobiográfico (a tenor de sus obsesiones, desperdigadas en el resto de su filmo) y sacando un partido alucinante de una Emmanuelle Seigner que para mí borda el papel de su vida.
Y encima es divertida y hasta se ríe de sí misma: el cactus de atrezzo como símbolo fálico es de un obvio que asusta (y así lo verbaliza la propia Vanda, jajaja).
Brillante.