Respuesta: Vittorio De Sica
Y tristemente el ciclo se ha acabado. Pero tengo el gusto de haberme visto un pedacito de cine en estado de gracia con estos 4 títulos. Y qué razón llevaba Upper. Este Milagro era el broche final necesario para sacarse esa especie de amargura y tristeza (humana). Cuando algo acaba bien se queda con la sensación de estar y ser mejor.
A lo que vamos. Dedicada esta crítica a todos vosotros por haberme seguido estos días.
(
Miracolo a Milano, 1951)
Cuento imprescindible que aún no estando a la altura de su trilogía sobre la desgracia humana no deja de ser menos buena. Desde los primeros minutos nos damos cuenta que esta película es distinta. Un niño "nace" en un campo de verduras. De Sica demuestra de esta forma cual será el tono a seguir en esta hora y media de fantasía pura, en su máxima esencia. Un cazo de leche derramada se convierte en un río que cruza una ciudad y una señora mayor en las últimas relata una tabla de multiplicar para que ese niño, que se llama Totó, no sufra tanto la desgracia de la muerte. Esos cálculos seguirán siendo parte esencial en la relación con los niños (sin ir más lejos se acabarán convirtiendo en los nombres de las calles para que los más infantes sepan realizar multiplicaciones).
Totó es un ser lleno de vida, de humanidad, de empatía, de optimismo. Totó es la parte buena y sincera de la vida. Es el héroe de esta historia, es el caballero de brillante armadura y como todo buen cuento un protagonista que puebla un cuento necesita 3 cosas: un villano al cual derrotar, una princesa a la que proteger y un pueblo al que defender. Y así, de la nada, en medio de un terreno desolado irá creciendo una familia. Los desfavorecidos de la tierra acabarán creando un microcosmos cerrado a la maldad y abierto a todo aquel que quiera habitarlo. Aún y así De Sica no dejará de lado la vida real pues serán centro del maltrato por ser pobres en un lugar suculento para los ricos.
Aún y así De Sica no quiere transmitir más penurias y desgracias de una forma tan dura como antes. Por eso todo síntoma de tristeza o depresión será substituído por el humor, la sensibilidad, la esperanza y la fantasía. De ahí que Capra o Chaplin vengan automáticamente a la cabeza con el mimo, la humildad y la sencillez con las que están tratadas según que escenas como Totó regalando su maleta al ladrón, consiguiendo que el pueblo crezca unido o evitando que un depresivo acabe suicidándose. Todo está tratado con un ritmo afable, divertido y carente de amargura, que es lo que más fácil hace su conexión con el espectador.
¿Y el villano? No se me olvida. De Sica logra embuirnos hacia la pose de este personaje mezquino, estafador y embaucador, ataviado con una chistera y guante blanco e intenciones ruínes (el discurso entre los pobres es un claro ejemplo o su ambición desmedida acaba convirtiéndolo en un "perro que ladra"). Pero reitero: el director no quiere más penas. Ahí está, como botón de muestra, el lugar donde trabaja donde el termómetro es un hombre colgado en la pared relatándole el tiempo que hace en el exterior o su pose en el momento del ataque hacia el pueblo es más de personaje desdibujado que un villano en ciernes.
Estructurada en dos partes la primera versa sobre el costumbrismo, el día a día entre el pueblo y dejando en el aire el elemento discordante como es el hayazgo del petroleo que hay bajo el suelo pero sin dejar a un lado la fantasía (esos rayos de sol que consiguen mantener al pueblo unido bajo un frío glaciar). Una vez nos adentramos en la segunda parte la fantasía y los efectos especiales se convierten en un elemento trascendental, un elemento necesario para redondear el cuento y convertir a Totó en un elemento casi de beneración, gracias a una paloma, sinónimo de pureza. Un genio que concede deseos gracias a la ayuda de su madre difunta.
Los efectos están en consecuencia con la voluntad tanto del director como de la película y se convierten en la piedra de toque para el final apoteósico, donde el bien vence sobre el mal con el villano frustrado mientras el humor redondea el conjunto (el negro que pide ser blanco y su esposa que pide ser negra, la estatua que cobra vida, la nube de humo que se difumina con el soplido de la gente, etc.). "Milagro en Milán" es un cuento maravilloso que no puede concluir de mejor manera: volando sobre la ciudad, encima de escobas, hacia un lugar mejor. Totó reparte felicidad, tanto a su pueblo como al espectador.
Si encima lo concluímos todo con coros eternos consegimos un broche de oro para un director que sabía transmitir la vida del hombre anónimo consiguiendo personajes llenos de matices, llenos de razones y llenos de vida.