Es un tema peliagudo, porque el cine japonés es increiblemente rico, casi tan amplio como pueda serlo el americano, con géneros propios, otros importados y otros revisionados a la japonesa.
Tradicionalmente en cine japonés se dividía, a grosso modo, en cine para hombres (películas de samurais o reivindicativas del espíritu tradicional) y cine para mujeres (dramas de época o cotidianos y comedias costumbristas) aunque poco a poco estas barreras fueron diluyéndose, sobre todo tras el desastre de la segunda guerra mundial, quedando un panorama mucho más rico: continuan los dramas y comedias de gente de a pie, pero el cine de época se divide en dos vertientes, el tradicional gidai geki (grandes dramas sobre señores guerreros) y el chambara (películas de acción inspiradas en el western americano); se unen como géneros populares el policiaco (y su vertiente yakuza), el bélico, la ciencia ficción (con sus monstruos gigantes), etc... y surgen autores más rompedores e inclasificables, y géneros bizarros como el porno soft, el musical y mezclas de todo tipo entre los demás géneros existentes.
A mediados de los 60 el anime hace su irrupción (aunque no pegaría fuerte en el cine hasta los 80) y la variedad de tendencias y autores se hace prácticamente inabarcable, pero en las décadas siguientes se produce cierta desaceleración artística (inversa al desarrollo del anime, curiosamente, que vive desde los 90 su edad de oro) hasta dar con el panorama actual, lleno de productos interesantes pero también mucha morralla.
Como autores fundamentales te comento unos cuantos ordenados más o menos por generaciones:
Kenji Mizoguchi, curtido en el cine mudo, es probblemente el director más influyente de los primeros tiempos del cine japonés; trabajó hasta bien entrados los 50, dejando películas inolvidables en casi todos los géneros que tocó: el drama de época (La vida de Oharu, El intendente Sansho, La emperatriz Yang Kwei-fei, Utamaro y sus 5 mujeres) el fantástico (Cuentos de la luna pálida), el drama contemporáneo (Los músicos de Gion, La calle de la vergüenza), etc... Mizoguchi es considerado tradicionalmente un director para público femenino, ya que en sus películas abundan las heroinas, geishas y prostitutas en su mayoría, a las que trata con enorme realismo y delicadeza al mismo tiempo.
Yasujiro Ozu, otro veterano del cine mudo, era prácticamente un cronista sobre la vida de los japoneses de a pie a traves de dramas familiares y comedias aparentemente amables, pero con trasfondos en ocasiones muy amargos. A lo largo de sus películas, rodadas a menudo en interiores cotidianos a ras de suelo, podemos asistir al desarrollo del Japón del siglo XX hasta los años 60; Ozu es muy diferente a Mizoguchi, pero también es un director de sensibilidad femenina aunque más centrado en los avatares de las familias y su progresiva desestructuración: Cuentos de Tokio, Primavera tardía, La hierba errante, Las hermanas Munakata...
Mikio Naruse fue un notable realizador de dramas costumbristas y melodramas familiares, no tan grande como Mizoguchi u Ozu, pero con títulos muy interesantes: Madre, Cuando una mujer sube una escalera, Nubes flotantes, El sonido de la montaña...
Akira Kurosawa es heredero en parte de Mizoguchi, pero también de cineastas occidentales como Fritz Lang, Jean Renoir y John Ford. Kurosawa revolucionó las estáticas formas tradicionales japonesas con un cine donde la cámara y el montaje eran mucho más vivos, participando en la reformulación de géneros populares como el chambara (Los 7 samurais, La fortaleza escondida, Yojimbo, Sanjuro) y en la introducción de géneros nuevos como el thriller (El perro rabioso, Los canallas duermen en paz, El infierno del odio) también Kurosawa tocó muchos otros géneros pero siempre a su manera profundamente humanista: el drama contemporáneo (Vivir, Dodeskaden), el drama de época (Barbarroja), el jidai geki (Trono de sangre, Kagemusha, Ran), el cine de aventuras (Dersu Uzala), etc... probablemente el director japonés más influyente en occidente: toda una generación de cineastas en los años 50 y 60 tomaron buena parte de su estilo grandilocuente lleno de planos en corto, ralentíes, etc...: Sergio Leone, Sam Peckinpah, Arthur Penn, etc...
Hiroshi Inagaki fue un eficaz artesano especializado en comedias costumbristas y entretenidas sagas de samurais; un director colorista y efectivo que cuenta con títulos muy estimables como la trilogía de Musashi Miyamoto, Chushingura, Los tres tesoros, El hombre del carrito, Machibuse, Fuurin kazan, etc...
Masaaki Kobayashi fue uno de los autores más interesantes del nuevo cine japonés de los 50 y 60; Kobayashi es un autor muy crítico con su país y las rígidas costumbres que lo caracterizan, mucho más aún que Kurosawa, y comparte con este cierta mezcla de cinismo y humanismo, a parte de unas formas visuales en ocasiones similares pero aún más modernas. Kobayashi empleó todos los géneros en su afán revisionista, desde el bélico (La condición humana) hasta el chambara (Harakiri, Samurai rebellion) y dejó una de las piezas claves del cine fantástico nipón (Kwaidan)
Nagisa Oshima fue otro de estos cineastas rebeldes, pero en vez de atacar grandes temas como Kobayashi, se centró en otros más privados y polémicos como las relaciones sexuales y afectivas, en las bajas pasiones o la vida absurdamente ceremonial de los japoneses, recorriendo géneros desde el thriller hasta el erótico pasando por el drama contemporaneo: Historias crueles de juventud, El entierro del sol, La ceremonia, El imperio de los sentidos, El imperio de la pasión, Feliz navidad, Mr. Lawrence...
Hiroshi Teshigahara es uno de los directores más fascinantes de esta época, he visto tan solo dos películas suyas pero ambas son excelentes y hacen gala de un estilo único: el drama erótico La mujer en las dunas y El rostro de un extraño, una hipnótica historia de ci-fi que parece el germen de Abre los ojos...
Seijun Suzuki empezó es el maestro de la serie B japonesa y todos los subgéneros sesenteros a los que dio su peculiar toque, desde el erótico soft hasta el thriller y las películas de yakuzas, llenándolos no solo de imágenes sorprendentes y recursos sugestivos de puesta en escena sino también de crítica social y agudas y cínicas reflexiones sobre la historia reciente del país: Los vagabundos de Kwanto, Historia de un hombre tatuado, La puerta de la carne, Historia de una prostituta, La juventud de la bestia, Tokio drifter, Branded to kill... A finales de los 60 fue apartado de la dirección por la polémica generada con algunas de sus películas, y volvió a finales de los 70 gracias a la insistencia de las nuevas generaciones que encontraron en él una inacabable fuente de inspiración.
En los 60 y 70 hay todo un boom de cine de samurais cada vez más violento y desatado con autores interesantísimos como
Kihachi Okamoto (Samurai assasin, Sword of doom, Kill, Red Lion...) Hideo Gosha (Goyokin, Tres samurais errantes, cazador en la oscuridad) o Kenji Misumi (series de Lone wolf & cub, Zatoichi).
Shoei Imamura, parece como el antepasado de Hanecke por su tendencia a contar historias truculentas desprovistas de todo juicio moral o visión sesgada por lo sentimental, por lo que algunas de sus películas pueden llegar tan insoportablemente crudas que se hacen dificiles de ver: Los pornógrafos, La venganza es mia, La balada del narayama, Eijanaica, Lluvia negra, La angila...
Kinji Fukusaku es un todo-terreno con un estilo desmañado y a veces muy cutre, pero no obstante es un realizador interesantísimo que ha paseado su mala leche por todo tipo de géneros populares con singular acierto: el bélico ultracrítico como Under the Flag of the Rising Sun, la brutal saga de yakuzas Batallas sin honor y humanidad, la ci-fi en Battle Royale, etc...
Cuando recupere las fuerzas después de escribir esto, me meto con el cine japonés más moderno y con los autores de anime...