Respuesta: Balada Triste de Trompeta, de De La Iglesia.
Por si a alguien le interesa, mi crítica:
Sin lugar a dudas, Álex de la Iglesia es uno de nuestros mejores y más personales cineastas en la actualidad. Por ello da tanta pena encontrarse un producto que queda tan por debajo de las posibilidades de nuestro cineasta, y semeja más bien una mala parodia perpetrada por un torpe imitador que un producto propio.
A primera vista
Balada triste de trompeta (2010) parece responder a las constantes personales y estilísticas del autor de
La comunidad (2000), y de hecho así es, pero supone más bien un pastiche auto-referencial que una obra con una personalidad propia y con un intento evolutivo personal. Todo lo que advertimos en esta su última película lo hemos visto ya una y mil veces en títulos previos de Álex de la Iglesia; así, a grandes rasgos, el arranque semeja el de
Acción mutante (1993), la historia de los dos payasos enfrentados es muy similar a la de
Muertos de risa (1999), la interacción entre realidad y personaje cinematográfico (cuando Javi incursiona en el cine Luchana) ya se daba en
Perdita Durango (1997), el clímax en lo alto de la Cruz de los Caídos remite al de la referida
La comunidad así como al de
El día de la bestia (1995)...
Todo no es sino una auto-fagocitación de referencias propias para componer un monstruo de Frankenstein, tan lleno de costuras como acaba teniendo Sergio, pero tan desequilibrado y contradictorio como el propio personaje. Si el film es una aglomeración de clichés previos presentes en el cine de De la Iglesia, otras dos sombras, enormes, aletean encima de la cinta. Por un lado, la de Alfred Hitchcock, citado de manera constante, y en especial en dos títulos como
Vértigo/De entre los muertos (
Vertigo, 1958) y
Sabotaje (
Saboteur, 1942), amén de que la propia música de Roque Baños ofrece inequívocas resonancias herrmannianas. Por otro lado, también tendríamos a Luis García Berlanga, para quien la presente podría suponer un homenaje, con ese microcosmos de personajes estrambóticos que se acumulan en la narración, y suponiendo la base de la historia casi una relectura de la de
La vaquilla (1985), donde el personaje de Natalia asume el papel del ejemplar bovino del film del autor de
Plácido (1961). Inclusive se podría añadir una tercera referencia como es la de Fellini.
Lo que realmente falla en la película, amén de un guión caprichoso, es ese intento de mixtura de realismo y astracanada, invalidándose un elemento sobre el otro, y nunca logrando un equilibrio esperable de esa conjunción. Así, lo gracioso no cuaja por las interferencias de esos elementos trágicos que se incluyen, ni la tragedia funciona por la constante interrupción por medio de esas tentativas de comedia que no llegan a ningún lado. Otro problema es esa metáfora, algo burda y pueril, representando la lucha de las dos Españas enfrentadas, y que sinceramente se le va de las manos a nuestro cineasta. La película pretende ser muchas cosas al mismo tiempo y al final no acaba siendo nada, sino un mero espejismo de unos logros previos y superiores ya ejercidos por De la Iglesia.
El guión lo firma nuestro hombre en solitario, por primera vez en su carrera, olvidándose en el camino a su habitual Jorge Guerricaechevarría, un error más, pues el agolpamiento de circunstancias que se acusa debiera haber estado depurado, lo cual quizás hubiera conseguido con la ayuda de su colega. Que el guión de Acción mutante fuese indeciso, basculante y desmesurado era comprensible tratándose de su ópera prima, pero que esta película, después de diecisiete años dirigiendo, acuse los mismos vicios, no puede sino interpretarse como un error muy grave. La comparación con aquella no es inoportuna, dado que igualmente esta
Balada triste de trompeta está estructurada de una manera que semeja pequeñas historias dentro de otra más global, con su propio clímax cada una de ellas y un arranque nuevo, lo cual crea una falta de ritmo constante.
El muy flojo guión (plagado de referencias a El fantasma de la ópera y los comics de superhéroes, con el Joker a la cabeza) con su dispersión, sus referencias históricas ultra-forzadas, su incoherencia interna y sus muchos anacronismos, pues, se ve también mermado por una puesta en escena excesiva demasiado enamorada de sí misma, con unas escenas de "acción" tal mal rodadas que, literalmente, nada se distingue, y que se rige por el "todo vale" por medio de la cláusula a su tratamiento en clave de tragicomedia metafórica que encima pretende ir de gran fresco histórico de la España franquista. El reparto tampoco ayuda en demasía, con el muy flojo protagonismo por parte tanto de Carolina Bang como de Antonio de la Torre, y con los mejores actores supeditados a papeles muy secundarios (Manuel Tejada) o tan esperpénticos que no pueden sacar nada de ellos (la pareja conformada por Terele Pávez y Luis Varela). Eso sí, me quito el sombrero ante la difícil incorporación de Carlos Areces con un personaje muy mal descrito y que es capaz de sacar adelante con mucho arrojo e inteligencia.
En fin, esperemos que este no sea sino un tropezón casual, y que en su próximo proyecto resurja el mejor Álex de la Iglesia, el de
El día de la bestia, La comunidad y de la muy incomprendida y excepcional
Perdita Durango. Talento no le falta.
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