Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios,el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos hace mucho tiempo no se cambien por motivos leves y transitorios; y, de acuerdo con esto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia mediante la abolición de las formas a las que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es el derecho de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas para su futura seguridad.
Declaración de Independencia de los EEUU, 1776.
No todos los candidatos han tenido la misma suerte que Rajoy. Se presentó a dos elecciones y las perdió. A la tercera fue la vencida, gracias al enorme desgaste que sufrió el Partido Socialista, y por qué no decirlo, la confianza de los españoles hacía el poder político. Unas elecciones bastante modestas y poco participativas, esta vez se tradujeron en una clara mayoría absoluta para el Partido Popular.
No es necesario hacer un resumen de la legislatura. Pero desde el primer momento, hemos sido víctimas de una política mentirosa, represiva, regresiva y autocrática. También conocido como Estado del Shock. Y mientras miramos a otro lado, desde luego no sería descabellado que cuando miramos al poder político, vemos que está regido por unos valores que poco tienen que ver con el doctrinario democrático. Pero, como en cualquier país con déficit de libertad, la democracia es acuñada por aquellos que no la practican con el objetivo de anestesiar a los subditos que pagan los impuestos que mantienen esta broma macabra.
Las garras de esta barbarie política se extiende a todos los niveles, desde la realeza hasta las administraciones locales. Pero todo esto no es nada sin hablar de los verdaderos amos del cotarro, esos gerentes de grandes bancos y firmas que son los que reciben todas las ayudas y atenciones de los Gobiernos, mientras políticas básicas para el progreso y la justicia en cualquier sociedad digna se volatilizan.
No es necesario que hable de los grandes peligros a los que se enfrenta una sociedad a la que le arrebatan el derecho a educarse. Es la base de la pirámide de nuestro sistema actual, el que nos hizo avanzar estos últimos años y el que nos hará caer en el infierno en los próximos.
De nada sirve la promesa de esos falsos profetas de que todo se recuperará. No. Nada volverá a ser como antes para el conjunto de la ciudadanía. Y esa certeza tendría que cabrearnos. Deberíamos sentir orgullo cuando ese lamentable político corrupto nos llama antisistema. Somos todo lo contrario. El líder antisistema es ese dictador de los Decretos Ley que rompe ese sistema que dicen proteger, que se pasa por el arco del triunfo esas instituciones que dice representar y respetar, que elimina derechos que son patrimonio cultural y político de este país y que vende la idea de que nada ha cambiado. Son lobos que se inventan un nuevo diccionario de la mentira y la desvergüenza para esconder el holocausto político y económico que han cometido adrede. Ellos, que se hacen llamar los "demócratas", a los que irónicamente se les denomina conservadores cuando jamás he visto poder más reaccionario.
Es para estar verdaderamente cabreado. Muy cabreado. Y como dijo un famoso cirujano, la respuesta probablemente no sea indignarse, sino dignarse. Porque los indignos son los que nos gobiernan, mientras que la dignidad está en luchar con todas nuestras armas para devolver a este terruño lo que le ha sido arrebatado.
Ahora bien. He hablado de los perfiles económicos de una serie de indeseables que están acabando con nuestro futuro. De hecho ya no lo tenemos. Es sencillamente imposible llegar a ese paraíso hortera que nos venden con su poca decencia, sabiendo la deuda imposible de pagar que hay detrás. Por lo tanto, antes o después esto explotará. Pueden mantener el cadaver mediante respiración artificial, pero la muerte es inevitable y es cercana. Lo quieran ellos o no. Pero en ese momento los grandes ladrones de este país tendrán sus ahorros a salvo. Y a nosotros, sencillamente nos joderán.
Y antes, y ahora... Ayer y hoy, el golpe es todavía mayor. No solo nos apalean, sino que encima, delante de nuestras narices practican con soltura el juego de la corrupción. Y no se amilanan. Se ofenden si criticamos sus chanchullos y el tamaño de sus cortijos, los políticos aquí parece que tienen derecho a realizar política para amigos y cobrar comisiones ilegales por ello. Nadie tiene moral, vergüenza o honradez para admitir ser un miserable. No. Cogen el puesto que presuntamente les ha dado la urna y se creen dueños de él. La putrefacta y miserable casta, que escupe hablando de lo transparente que es... Por supuesto que es transparente. Gracias a otros, nos queda bastante claro como llenan sus bolsillos mientras vacían los nuestros. Y por ello no dejo de preguntarme... ¿Por qué no lo reventamos todo ya? Ahora mismo, en esta situación ¿qué tenemos que perder? Están ahí, riéndose de todos, robándonos en la cara, insultándonos, mintiéndonos, creyéndose mejores que tú. ¿Lo son? ¿O sencillamente son un conjunto de miserables que merecen ser castigados por sus pecados?
Cuando salen noticias como las publicadas en los últimos meses, lo mínimo que una sociedad sana debe exigir o hacer, en primer lugar es retirar a esos impresentables del Gobierno, y después que respondan por sus fechorías. En otros países, con mucho menos se hace automáticamente. Algún problema debemos tener que es imperativo solventar.