Respuesta: 25 años sin el sordo de Calanda (Luís Buñuel)
Buñuel despoja de todo humanismo posible a esta historia de corte fatalista que hubiese sido todo un descalabro calzarle el final happy end, hubiese sido darle un enfoque o un tono de cuento, para que los espectadores se fuesen a casa con la sensación de que el bueno vence. No, señores, no. Aquí se viene a sufrir y así lo plasma el director. Los niños desfavorecidos, los olvidados de la sociedad, acaban siendo carne de cañón, siendo víctimas de todo tipo de abusos (físicos y psíquicos), sin ápice de redención para una sociedad que mira hacia otro lado, que se vuelve ciega o que prefiere dejarlos abandonados para que corran otro tipo de suerte.
Aún y así, Buñuel no puede dejar a un lado su onirismo surrealista, su simbolismo en todo lo posible como ese sueño tenebroso, esa gallina perenne en casi todos los momentos o esa muerte en forma de perro sarnoso. Es un filme de contrastes y carente de sentimientos, como la madre que abandona a su hijo en un correcional para que otros se hagan cargo de él, sin temblarle el pulso al marcar con una X pero demostrando que carece de sentimientos hacia su hijo por no ser suyo.
Repleta de una violencia seca, sin remilgos, donde el creccendo narrativo va acorde con la tensión de como un pobre niño (Pedro) desea ser amado, ser comprendido y sobre todo desea ser bueno. Pero en un mundo donde la bondad, la empatía o la amabilidad de esfuma cual humo es imposible alcanzar un final positivo. Pedro es un símbolo de infancia perdida, de rabia incontenida despojada a través de un huevo lanzado a cámara, demostrando que reclama ayuda, que necesita ayuda, que está dispuesto a aceptarla. Pero es un eslabón de una cadena rota. Porque cuando hay una ínfima posibilidad de un claro en esta vida oscura (los 50 pesos como símbolo de confianza) acaba explotando para desgracia de Pedro y la nuestra con él.
Jaibo es su talón de Aquiles. Jaibo es un niño perdido como todos los demás, un niño que no conoció a su madre, no conoció el cariño ni la disciplina. Es un líder cuyo enfoque es la perdición tanto de él mismo como de todo lo que toca y le rodea. Un niño en un mundo de crueldades, no conoce el bien, no ha tenido oportunidad. Buñuel magnifica todo ese enfoque y lo retuerce de una forma hipnótica. Ver como elimina a su enemigo, como maltratan a un hombre ciego o a un hombre inválido simplemente por el gusto y placer de maltratar, no entiende de otros colores.
Con una fotografía en blanco y negro cruda, muy triste, donde se acentua la miseria humana y por ende la pobreza del individuo, la película es un mal trago, de visionado frustrante, con un final triste que simplemente cierra un episodio de la vida de una infancia perdida. Sin un momento donde haya algo de supuesta paz liviana, "Los olvidados" se torna en un filme de valor cinematográfico imposible de olvidar y sobre todo de obligada recomendación.