Lo habéis dicho todo ya, lo bueno y lo menos bueno.
El referente de Apocalypse now es indisimulado (ole los huevos del Gray por querer medirse con algo así), con el mismo guión y el mismo viaje físico-interior. La relación paterno-filial entre el amor y el odio, siendo el padre el peor enemigo y a la vez un alter-ego del prota, que teme convertirse en él y repetir sus errores, tampoco es que sea nada insólito. Como proyecto, un suicidio artístico a día de doy, un intento de hacer un blockbuster “de autor” encomiable, aún con sus imperfecciones, que ofrece lo que no suele verse; las debilidades, los traumas, del típico héroe americano de la típica peli-espectáculo de salvar a la humanidad (una trama que aquí queda más en segundo plano), de unos tipos que lo sacrifican todo por una causa superior que puede llegar a ser una obsesión, reprimiendo sus emociones y convirtiéndose en seres más fríos que el hielo. La voz en off intimista me parece bien como concepto, funcionando de hilo conductor, como esas emociones que van rompiendo esa superficie de calma y autocontrol (como esos autoanálisis psicológicos constantes), a las que tendrá que enfrentarse nuestro hombre tarde o temprano (digo hombre porque ésto trata de esas responsabilidades tan masculinas, cuya carga a veces es demasiado grande). Que esto cae a veces en la “explicacionitis”, pues también, sin librarnos tampoco de una sensación de tijera en el montaje final.
Lo que nos queda no es esa supuesta sci-fi trascendente y de búsqueda del ser, creo yo, sino algo mucho más terrenal; una historia de autosuperación, sobre vencer demonios, alcanzar la autosuficiencia y liberarse de la carga de un padre que lo mismo es un ídolo inalcanzable (que te ha hecho ser lo que eres) que un monstruo (su búsqueda de aliens es una búsqueda de Dios que le ha alejado de todo lo humano). Muy humanista la conclusión, que en lugar de caer en un horror existencial apuesta por la importancia de lo inmediato, de lo que tenemos más cerca, por aceptarlo tal y como es (el ser humano es una piltrafa, pero no todo está perdido). Nada complaciente el retrato de una civilización agónica, entre la explotación de los recursos, la repetición de idénticas jerarquías en otros mundos (ese “no estás autorizada” a la chica en el planeta rojo), la pérdida del sentido de la maravilla… por no hablar de gobiernos kafkianos en la sombra y compañías privadas que lo manejan todo. Como espectáculo tiene un par de secuencias potentes (primera mitad más aventurera frente a la introspección de la segunda), con contrastes cromáticos (blanco la luna, rojo Marte, azul Neptuno… ¿los colores de la bandera yanki?), un soundtrack discreto pero muy en consonancia, y muy bien llevada, `por cierto (en dos pinceladas), la relación no-romántica.