La película es un aborto de perra.
Empieza muy bien y tiene momentos inquietantes como la primera aparición del Hombre Verde (el vagabundo) cuando la mujer está sola. Pero a partir de que el tipo es arrestado, toda cohesión narrativa y consistencia se derrumba en una caterva de imágenes metafóricas arrojadas sin descanso en un tono psicologista muy molesto.
Y uno puede estar o no de acuerdo con su agenda, pero es evidente que la tiene, si es prácticamente una ''historia del machismo'' y sobre como la misoginia se transmite a través de la aceptación cultural a través de las edades. La película está llena de imágenes explícitas para entender esto:
Primero, el machismo más inocente (o inconsciente) del paganismo (El ''hombre verde'' mitológico, representado por el vagabundo y las múltiples estatuas suyas que hay en la película)
Hombre verde - Wikipedia, la enciclopedia libre
Después, pasamos al machismo autoconsciente del cristianismo (el cura).
Posteriormente, al machismo institucional (el policía)
Más tarde, al machismo en la juventud y en el provincianismo (el retrasado que quiere jugar y el casero)
Hasta terminar en el machismo en el hogar (el esposo).
Cada representación DA A LUZ a la siguiente en un ciclo vicioso de renacimiento. La protagonista se enfrenta a hombres de todas las épocas, desde el paganismo hasta el cristianismo (la referencia de Geoffrey a la fruta prohibida) hasta el día de hoy, donde finalmente se enfrenta a una persona emocionalmente inmadura y abusiva (el hombre moderno, su marido James) que es alguien inseguro y necesitado de amor. Garland parece que nos dice que la masculinidad, aparte de tóxica, es frágil. Cuando Harper por fin entiende que detrás de la inseguridad y violencia de su marido estaba su fragilidad masculina, por fin puede entenderlo, perdonarlo y perdonarse a ella misma.
Es una ensalada de topicazos y lugares comunes machacados a base de alegorías vulgares.