Allan Dwan, uno de los pioneros: del mudo al sonoro en más de 400 películas

Max Renn

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Allan Dwan

(1885 - 1981)



- Dossier Allan Dwan en Lumière: http://www.elumiere.net/especiales/dwan/indexdwan.php

Allan Dwan, nacido el 3 de abril de 1885 en Toronto (Canadá), ha muerto el 21 de diciembre de 1981. Después de sus estudios de ingeniero, construyó lámparas a vapor de mercurio, ancestros del neón. Los estudios Essanay contrataron sus servicios para hacer ensayos con lámparas para rodar. Él les vendió algunos guiones escritos en la escuela y se volvió indispensable como guionista. Pronto –en 1909– realizó algunas películas, una por día, durante tres días por semana. Si queremos saber qué hizo Allan Dwan y para quien trabajó, hay que conseguir dos libros: Présence du cinéma, nº 22-23, otoño de 1966, y The Last Pioneer, la larga entrevista de 1971 de Peter Bogdanovich (Praeger Film Library).

Si consultamos las historias del cine, es probable que sea citado: 1) por haber trabajado con Griffith en la Triangle Fine Arts; 2) por haber hecho películas con Douglas Fairbanks, como la célebre (porque tuvo éxito) Robin Hood (1922); 3) por haber realizado dos películas célebres (ídem) en la época del sonoro: Suez (1938) con Annabella y Tyrone Power, sobre la vida de Ferdinand de Lesseps, e Iwo Jima (1949), con John Wayne, película llamada militarista; 4) y sobre todo, por haber realizado tal cantidad de películas que no conocemos ni el número exacto, ni los títulos, ni el contenido (es verdad que se limita al periodo 1909-1913, y que son películas de una o dos bobinas, es decir, cortometrajes).

Hoy es mejor conocido por haber sido uno de los dos cineastas favoritos de Gloria Swanson (el otro era De Mille) y por haber sido el mejor metteur en scène de Ronald Reagan, lo cual vuela como una ligera sombra por el paraíso de la cinefilia. Debemos en todo caso a Dwan –se conoce menos– el descubrimiento de Lon Chaney, que era su attrezzista y al que dirigirá en varias películas, de Ida Lupino, que vino a acompañar a su madre, que pretendía conseguir un papel de chica joven y de Rita Cansino, que se convertirá en Hayworth. Y puede que le debamos también la invención del trávelling para descubrir una calle, en David Harum (1915).

Mientras tanto hubo una verdadera reestimación de Dwan en Francia a finales de los años 50: concernirá sobre todo a sus westerns y a sus películas de aventuras producidas por la Republic y por la RKO, que algunas nunca se estrenaron en Francia. Realizadas con el mismo equipo técnico y a menudo con los mismos actores, estas películas son pequeñas producciones y se llaman: Angel in Exile, Silver Lode, Cattle Queen of Montana, Tennessee's Partner, Slightly Scarlet, The River’s Edge, Most Dangerous Man Alive, etc. Todas estas películas no buscan aparentemente más que ilustrar las convenciones que le sirven de base. Son las famosas «pequeñas películas» (la regla de Dwan era: «presupuesto y velocidad, tempo») que, por no poseer ambición visible ni haber conseguido un inmenso éxito de público, no han recibido los honores de la Historia del Cine. Dwan dejó de rodar en la época en la que el gran cine americano declinaba: Hitchcock, tras Marnie, su quiebra, Hawks se vio afectado por una modernidad decepcionada después de Rio Bravo, Ford asciende a una grandeza única y solitaria, girando hacia el pasado (Liberty Valance…), Lang intenta creer en un regreso a sus orígenes, Walsh escribe o se contenta con filmar caballos, Tourneur filma cualquier cosa en Europa (Giant of Marathon), McCarey espera en su despacho encargos que no llegan, etc. La lista es larga y, si no fúnebre, al menos desoladora. Sólo Chaplin y Welles conservan toda su fuerza: A Countess from Hong Kong y Falstaff son películas extraordinarias en el espectáculo en las que no sufrimos por su autor.

¿En qué consiste el arte de Dwan? Principalmente en esto: que ha hecho siempre el mismo cine, como si el resto del cine sólo evolucionara técnicamente y no en sus formas. Se adaptó al sonoro, luego al color, y por otra parte a todos los géneros, de forma completamente natural. Fue ante todo un gran narrador: incluso cuando los personajes son un poco pálidos, incluso cuando las historias han sido contadas decenas de veces, incluso si conocemos los decorados y las peripecias. Fue también un gran poeta del espacio: podemos ver sus primeras películas mudas o sus últimas películas en color, siempre encontraremos una exaltación constante del espacio (bastante próxima de la que animaba a Keaton). Es algo a lo que los historiadores de cine son poco sensibles (por suerte, hay gente como Kevin Brownlow), pero contar una historia es un arte que las películas practican más o menos bien. Esta tradición de la restitución lo más exacta posible del espacio es esencialmente americana (más que hollywoodiense) y está relacionada con el cine cómico y burlesco (Mack Sennnett) y con el cine melodramático y policíaco: es constante en Griffith, se persigue en las comedias de DeMille y Lubitsch, pero creo que encontramos los más hermosos ejemplos en Walsh y Dwan. La capacidad de recrear en la imaginación del espectador la totalidad de un decorado aumenta la fuera del relato. La magia particular, que nos devuelve a la linterna mágica, que consiste en sumergir al espectador en una historia y en impedir salir antes de la palabra «fin», se ha sostenido en una construcción precisa y lógica de los espacios, a partir de la fracción inevitable del encuadre, en correlación con un empleo adecuado de los objetivos y de la luz: este arte Dwan lo ha llevado a la perfección. En sus últimas películas el sentimiento de armonía nace de la aplicación instintiva de las reglas geométricas secretas que había puesto a punto en la época del mudo (reglas evidentes en sus películas paródicas de los años 30 con los Ritz Brothers o aún en The Iron Mask). Y supo, 30 años antes que Kubrick en 2001, jugar maravillosamente con el límite superior del encuadre (Frontier Marshal).

El arte de Dwan no pretende conmocionar: ignora las tensiones y provoca un maravilloso estado de calma. Los conflictos son, en este cine, accidentes de la naturaleza humana. Pero esto sería limitar la poesía particular de estas películas en lugar de explicarlos por el pacifismo y el simple gusto de la naturaleza que habita en un hombre con Dwan. Fue, sin pensar en ello, un clásico, pero un clásico de Hollywood. Este clasicismo es hoy en día letra muerta, esqueleto de convenciones en desuso. Dwan creyó en su contenido porque con Griffith y algunos otros lo inventaría sin concederle importancia. Dejaba que las películas no elevaran la voz. Poseía un gusto sincero por la historia: su movimiento y su ritmo, no el del metteur en scène. La ingenuidad era su ingenio pero cuando una de sus películas era boba, había que saber que el guión que se le entregaba era insalvable. Soñaba al final de su vida con abrir una clínica de guiones… Incluso sus películas más convencionales contienen hallazgos de planificación, prueban un empleo imaginativo de los decorados, lo cual no es el caso de las malas películas de Walsh. Como Jacques Tourneur, Dwan poseía un secreto de fabricación que se encontraba en el corazón del cine y que se ha perdido. No porque el cine hoy no sea digno, sino porque un secreto de fabricación es intransmisible. Dwan es al cine lo que Charles Ives es a la música: un inventor sin recompensas.

Publicado originalmente en Cahiers du cinéma, nº 332, febrero, 1982.
Republicado en Poétique des auteurs, Cahiers du cinéma, 1988.

«¿Quién puede decir haber visto un 2 % de sus películas?», se pregunta un día un historiador de cine americano. Yo no. Ni él. Ni nadie. Si existiera, la filmografía completa de Allan Dwan ocuparía una página entera de Libé, erratas incluidas. Al menos. Nacido en 1885 en Toronto (Canadá) y bajo el signo audaz de Aries, Dwan se encontrará con el cine en 1909 y no lo abandonará jamás: es el cine quien le abandonará en 1961 (última película, inédita en Francia, como tantas otras: The Most Dangerous Man Alive). Después sobrevive veinte años al final de su carrera. No creo que haya sido digno de compasión. Ni que nunca haya perdido su sangre fría. No era su estilo. Su estilo era más bien firmar varios centenares de películas (cuántos centenares, es el misterio: solo entre 1911 y 1913, más de doscientos one-reelers, pequeñas películas de una bobina). Fue al principio conocido y respetado, poco a poco marginado, después completamente olvidado, creído muerto, convertido (como Gance) en un vago dinosaurio.

Todo lo conoció: la película de capa y espada saltarina, los comienzos del mudo, el western íntimo, la comedia, la opereta filmada, la viñeta histórica, las aventuras en las islas, todo. Delante de su cámara han desfilado todo tipo de monstruos. Los sagrados para empezar. Ocho películas con Douglas Fairbanks (entre ellos, su Robin Hood en 1922 y la ambiciosa The Iron Mask en 1929). Ocho películas con Gloria Swanson (entre ellas Stage Struck, 1925, y What a widow! 1930). Y después, las niñas vedettes (una Shirley Temple ya dura en Rebecca of Sunnybrook Farm, 1938), los burlescos (los hermanos Ritz, los malvados que osarían rivalizar con los Marx: The Three Musketeers y The Gorilla en 1939), las estrellas emergentes (Wayne en Sands of Iwo Jima, super-film de guerra, 1950) y las decadentes (Dana Andrews en Enchanted Island, 1958). Y para acabar, las pobres estrellas de serie B (Reagan, por supuesto, como bobo idealista, y sobre todo el inolvidablemente malo John Payne, sin olvidar a la más seductora Rhonda Fleming), hasta los más feos de ellos (recuerdo –todavía me estremezco- a la aterradora Vera Ralston, impuesta por los productores en Surrender, sin embargo una bella película, 1950). En resumen, ejerció su profesión.

La ejercería como todos los de su generación. Se encontró con el cine, para el cual no estaba destinado, y no lo dejaría (este cambió bastante). Era profesor de matemáticas y de física, ingeniero mecánico, y servía de coach a un equipo de fútbol americano. Llegó a California. Cuatro nombres ayudan a jalonar esta incomparable carrera: Griffith (al que conoce en 1911), Fairbanks, con el que forma equipo, Swanson, para quien por un tiempo era su cineasta favorito, y, last but not least, Benedict Bogeaus. Menos conocido, este último. Pero sin este productor independiente, Dwan sin duda no habría firmado, entre 1954 y 1961, sus más bellas películas, las desconocidas que conocemos un poco y de las que guardamos el recuerdo más intenso. Los que han visto o han vuelto a ver recientemente en la tele Tennessee's Partner (1955) y Slightly Scarlet (1956) saben que no estoy inventando nada. ¡El resto exige que una de estas joyas sea emitida de nuevo!

Es la historia la que cuenta

Dwan conoció un extraño destino. Descendió, uno a uno, todos los escalones del Gotha hollywoodiense, de la Triangle a la Fox y de la Fox a la Republic, sin nunca parar de hacer, fuera un buen o mal año, buenas películas. Sin dejar de ser él mismo. Es él mismo cuando dirige a Fairbanks, pero es incluso aún más él mismo cuando, cuarenta años más tarde, exento de la mitología y del star-system dirige al gran John Payne. Algo en él ha resistido a todo, no ha sido erosionado por nada.

Dwan tiene un único credo: es la historia la que cuenta, the story. Divide las películas en dos: de una parte, aquellas en las que es la vedette la que importa (por lo tanto, es preciso adaptar la historia a la vedette), y de la otra aquellas donde es la historia la que cuenta (es necesario entonces contarla, siguiendo su respiración íntima, respetarla). El pequeño 1 % del opus dwaniano que hemos visto nos autoriza a decirlo: Dwan nunca ha estado tan vivo, preciso, sorprendente, como cuando cuenta una historia.

Tomemos el periodo Bogeaus, sin duda el mejor. Durante algunos años, hay un tono común, actores fetiche, el trabajo de un gran director de fotografía (John Alton) e historias con un aire de familia. Es la época de los westerns íntimos. Nos damos cuenta de que este cineasta que filma a menudo la violencia no cree demasiado en la violencia. La considera siempre como una locura o un malentendido, siempre como algo exterior a los personajes. Lo que le interesa es una situación que se vuelve violenta porque hay palabras que no se pueden decir, amigos que no se pueden exponer, secretos que no se han de revelar. Una historia, para Dwan, es siempre la de un secreto. De la amistad como secreto. Amistad de un hombre por otro, de una mujer por otra (las dos pelirrojas), amistad del hombre por quienes le rodean, por el paisaje en el que se sumerge. Como quien no quiere la cosa, es algo bastante poco común en el cine americano. El héroe dwaniano desea vivir en buena armonía con el mundo. No le pide más, pero más allá de esto será intratable (rechazo de intolerancia, obsesión de linchamiento, en la muy bella Silver Lode, 1954).

Hipótesis: es ese talento para proteger a sus personajes lo que Dwan ha sabido salvaguardar a lo largo de su extensa carrera. Para ello, nunca olvidó la lección de Griffith (trabajaría en Intolerance). Su puesta en escena es arcaica y refinada a la vez. Pasea a sus personajes por el paisaje de sus planos, sin ninguna fanfarronería decorativa. Los extrae y los inserta. Se mantiene fiel al mudo. De ahí que quizá nunca haya sabido seguir al cine en sus virajes modernos (al cine moderno le gusta la indiscreción, a Dwan no). De ahí que no haya mucho más en sus películas que un paisaje que es un paisaje. Ni una idea, ni un decorado, sino la presencia familiar e indiferente del entorno. El lugar o los personajes vuelven cuando han conseguido libertarse (la palabra es de Goimard, el historiador que citaba al comienzo de este artículo) de todo lo que expone su libertad.

Serge Daney,
Libération, 28 de diciembre de 1981
 
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"Ligeramente escarlata" ("Slightly Scarlet", 1956)

Adaptación de una novela negra de James M. Cain, se trata de una magistral película de cine negro rodada en SuperScope y en colores vivos, pasionales, arrebatados, que conforman el escenario sofisticado de una urbe profundamente enferma y corrupta, poblada por políticos, criminales, buscavidas y policías que actúan bajo el interés propio. En este cosmos, destaca la figura de un peligroso gangster (Ted de Corsia, tremendo) en dificultades ante lo insobornable del nuevo y recto alcalde, un listo buscavidas (John Payne) que juega a varias bandas y dos pelirrojas de rompe y rasga que contienen veneno en sus venas y cuyo máximo objetivo es la supervivencia en esta jungla de pasiones y violencia, de depredadores y presas. La visión de la película es negrísima, pues alude al fatalismo y a la persistencia de la corrupción como parte del sistema.

Extraordinaria la fotografía colorista de John Alton, estupenda la tensa dirección de Dwan (ya con 70 años) y espectacular la presencia de Rhonda Fleming y Arlene Dahl, dos sensuales féminas de armas tomar que exudan erotismo por todos sus poros.

Ojo a su parte final, donde la sangre rezuma y el poder de lo pelirrojo se impone.

Inolvidable.
 
Sólo he visto FILÓN DE PLATA, que era un western muy apañado con fondo anti-mccarthista, más ambiguo que regañón.
 
"Filón de plata" ya la comentamos en el megapost del western y, sí, es una película de bajo presupuesto que aprovecha al máximo su economía de medios para contar una historia crítica sobre la presunción de inocencia, la persecución mccarthysta y el furor de las masas. Dirigida con un estilo que yo definiría como claustrofóbico en tanto que "encierra" a los personajes en planos que parecen oprimirles. Yo creo que hecho de forma deliberada, ya que "Slightly Scarlet", dos años después, es una película de planos más abiertos y más profundos.
 
¿No había un plano secuencia muy chulo del prota escondiéndose entre las casas? Aunque creo que me la vi con el formato mal, porque a veces el plano cortaba a personajes de forma muy rara...

Y salía Duryea, que cuanto más le veo más me gusta.
 
Sí, sí. Hay un magnífico plano secuencia que sigue a John Payne herido y corriendo por el pueblo. Es el único momento en el que se rompe esa planificación sobria, austera, que envuelve a toda la película.

En cuanto a personajes medio cortados en el plano, a mí me pasó lo mismo. La versión que yo he visto parece tener la imagen algo recortada. Por ejemplo, en la boda la novia entra en plano a duras penas.

En todo caso, esté recortada la imagen o no (parece que sí), se nota que Dwan "aprisiona" muchas veces a los personajes.
 
Qué delicia este, eh!!! Y lo escondido que está. El noir en color Slightly Scarlet (1956) parece de otra dimensión, como si él se hubiera ido a rodar a otra galaxia alejado de la corriente predominante en el género, me recuerda al irresistible anacronismo de La tuba india/tigre de Esnapur de Lang (que es una de las mejores películas de la historia del cine) pero en clave noir, y en esa misma senda está el western Tennessee's Partner (1955) que parece sacado de un mudo (no especialmente de un western, sino una de aventuras desenfadadas) y teletransportado a los 50 con el puto Ronald Reagan haciendo de pagafantas y con John Payne de antihéroe galán trasnochado, en serio, esto es algo más radical que el cine de acción/aventuras de bajo presupuesto de Walsh, esto es presupuesto de derribo dirigido por uno de los genios fundadores del séptimo arte, de enorme prestigio en los años 20 con estrellas como Douglas Fairbanks y Gloria Swanson, aquí ya sin ninguna ínfula y por amor al arte, disfrutando del color de John Alton, dando una exhibición del manejo de la profundidad de campo, del encuadre, ... no me extraña que Miguel Marías se derrita con este o que le dedicaran un dossier de 500 páginas. También he visto Silver Lode (1954), un locurón de gente persiguiéndose por un pueblo durante toda la película, otra gozada. Por suerte, veo que hay bastante material al alcance, incluso una primera versión ya en el 39 del follón de OK Corral.

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Alucinante también The Restless Breed (Casta indomable, 1957), sobre todo es lo que digo de las otras, probablemente aquí más exagerado, el contraste entre el material de auténtico derribo que maneja en estas producciones y el entusiasmo juvenil (en un ya heptuagenario) que le pone en sacar partido a todo, la calidad de los encuadres y la puesta en escena, siempre pensada, planificando los momentos de tensión para sorprender visualmente y no resultar obvio, incluso con unos matices en las situaciones y los personajes que aportan un misterio inaudito a esta película, hasta los créditos finales son memorables, es todo lo contrario a algo rutinario. Es una mezcla muy loca de western y thriller con toques de melodrama y también mucho desenfado. Y una irresistible y joven Anne Bancroft.

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Además, de esta hay un fantástico episodio de "Qué grande es el cine" con Marías entregado a presentar en sociedad a Allan Dwan y explica su (para mí, no puede ser más romántica y adorable) historia, un tipo de élite en el mudo, pionero con pelis desde el 1911, que todavía rueda algunas pelis con grandes presupuestos en los años 30, pero que en los 40 y, sobre todo, en los 50 pasa a la serie b más barata porque las productoras no quieren confiar en los veteranos y, especialmente, en él; otros se cabrean y no ruedan o lo hacen cuando hay algo que les interesa, en cambio Dwan sigue rodando al mismo ritmo, con total alegría de la libertad de la serie b y no hay más que ver estas películas para encontrarse con una caja de sorpresas constante en cada aspecto del metraje. Marías dice que es único en comparación con sus contemporáneos clásicos porque mueve la cámara (en contraposición al estatismo de Ford, Hawks, Walsh, ...) como si fuese Fuller (que es casi 30 años más joven y ya fue muy moderno y revolucionario).
 
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The River's Edge (Al borde del río, 1957). Otra pieza única, mezcla de noir, aventuras y western contemporáneo, con el scope y el color desatados, y otra vez vuelve a parecer una traslación imposible de una película de la época del mudo a los años 50, con una aventura sencilla, un juego de psicologías definidas con las miradas, con pasajes como el de la cueva con unos tempos propios de ese cine sin diálogos y una inocencia nada impostada en el carácter de la pareja protagonista y, además, aquí con un magnífico guion que juega con la imprevisibilidad tanto del ambiguo antagonista como del azar. Otra imprescindible.

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Frontier Marshal (1939). Versión bastante anterior a la celebérrima Clementine de Ford y de la que el mismo Ford manifestó alabanzas y que había influido en su película. Es una versión mucho más idealizada, sobre todo de Wyatt Earp de Randolph Scott (atención a su presentación desde el tejado) que es un héroe de una pieza y no el ser melancólico de Henry Fonda en la otra, en cambio tanto Doc Holliday como la propia relación de amistad entre ellos y el triángulo amoroso que le envuelve sí son muy parecidos. Precisamente, el nudo del triángulo es lo más potente a nivel dramático de la película, con una evolución y dos caracterizaciones femeninas fantásticas. Lo demás es una versión más ligera y más basada en la acción y la fisicidad, con ese ritmo trepidante y maravilloso que le saben imprimir los pioneros y rozando en varias ocasiones el cartoon más delicioso. Como siempre en Dwan, un disfrute de la puesta en escena y el sentido primitivo del espectáculo (con actuación musical, actuación de un cómico, persecuciones, atraco, duelos, ..) en una película.

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quina vergonya, no he visto nada de este señor.

En este estupendo análisis de la filmo de Walsh, que ya se puso en su hilo, el autor a añade a Dwan y a King como el trío perfecto cuya obra define y vertebra el cine de Hollywood clásico porque nunca se autoerigieron en autores y trabajaron sin descanso en todo tipo de películas desde el mudo hasta que la industria "murió", nunca pusieron un discurso por encima de sus personajes y de ahí que los tacharan de artesanos, pero la decisión de no juzgar y no manipular también es una decisión autoral (y es una decisión que, hoy en día, nadie toma: la autoritis es la norma, y en los supuestos artesanos contemporáneos -Marvel, Disney, ..- las moralejas rancias nunca faltan).

"Si Henry King y Raoul Walsh, quizás junto a Dwan, son los grandes maestros del cine de Hollywood, entendido "cine de Hollywood" como una tradición artística que nació a finales del siglo XIX y se perfeccionó en la primera mitad del siglo XX antes de inmolarse a lo largo de la década de los 60, lo son porque trabajaron miméticamente con el sistema de producción, aquí y allá, donde podían y según lo que podían, fuese con comedias para algún invento de estrella surgido de la radio, fuese en un remake de un viejo clásico que nadie quería hacer y cuyo productor sólo buscaba explotar salvajemente, o fuese con un western rodado con cuatro duros. Son cineastas que no alzaban la voz y que nunca aparecieron en los créditos como productores o como guionistas, y que por comodidad o por falta de personalidad e iniciativa, nunca tuvieron su propia productora ni nunca sus nombres aparecieron a la altura del título de sus películas.

Pero seguramente ninguno como ellos perfeccionó tanto una forma de hacer películas. Esa forma que piensa, que es la puesta en escena, marcada por el tiempo y el espacio que determinan el encuadre y el montaje, el movimiento de la cámara respecto al movimiento de los actores.
"

...

"Estas películas están dispuestas sin ningún afán didáctico en el sentido contemporáneo de la palabra. Ni juzgan ni exaltan a sus personajes, ni los compadecen, simplemente tratan de comprenderlos y reflejar su circunstancia. Precisamente, como evitan ejercer un juicio moral sobre ellos, a menudo tanto Walsh como Dwan son consideradores artesanos, autores menores y en su tiempo incomparables a gente como Zinnemann o Mankiewicz, a Wilder o a Stevens. Pero es la ausencia de crítica, hacia sus personajes y hacia el contexto en el que viven, lo que les otorga universalidad, lo que llena sus films de los más altos ideales, tanto positivos como negativos. El control absoluto sobre sus imágenes, la claridad de sus composiciones, es lo que permite a sus (anti)héroes ser libres, indomables, indeterminados, puesto que la cámara expone y nunca señala. Si High Noon ha pasado a la historia como una crítica hacia la caza de brujas y muchas películas de Wilder se ponen como ejemplos de la vida bajo los paradigmas del capitalismo, las películas de Walsh nunca se pueden reducir a sus temas, porque para este cineasta el género humano sobrepasa todo eso, sus pasiones son incontrolables y no se pueden determinar ni encorsetar."

Raoul Walsh: Obras maestras
 
Pues aquí tengo preparadas dos para esta semana, que me has obligado a volver con Dwan, "La sombra de la horca" y Sueño con Jenie", las veo en nada y comento
 
LA SOMBRA DE LA HORCA (Woman They Almost Lynched, 1953 -Allan Dwan)


Entretenidisimo y muy divertido western, con un cierto aire a lo "Johnny Guitar" y lectura feminista, de un maestro que en los años 50 rodaba con el mismo ímpetu como en su etapa muda. La historia es más ligera que en el clásico de Nicholas Ray, situada en un pueblo que se mantiene neutral (o no tanto) ante el bando Norte y Sur, y se aprovecha de las rencillas abiertas para sacar provecho económico. Película sin tiempos muertos, sobria, austera, pero con escenas vigorosas -atención algunos travellings qué sirve Dwan en el interior de la taberna que regenta la protagonista o la memorable pelea entre las dos mujeres (Audrey Troter & Joan Leslie) en una demostración de como su estilo siempre estaba al servicio de lo que se explica. Film en el que se marca también la habilidad del director para sacar partido de actores de todo tipo, un mundo propio donde no existían actores ni de primera ni de segunda y donde el realizador moldeaba a estos intérpretes a su perfección: Capaz de sacar petróleo de secundarios pétreos como Jim Davis y de grandes como Brian Donlevy
 
SUEÑO CON JEANIE (I Dream Of Jeanie, 1952 -Allan Dwan)


Naif, alegre, claramente demodee (ayuda esa fotografía en añejo Trucolor) pero muy dinámico biopic del celebre compositor americano Stephen Foster centrado en sus esfuerzos para conseguir que su obra fuera reconocida públicamente con el que Dwan se aplica de nuevo como correcto artesano al servicio de una historia en la que la música es un elemento fundamental. No estamos ante la mejor obra de su creador, pero si ante un film modesto que adopta un aire ciertamente teatral, en claro homenaje al teatro musical de 1850 y a las representaciones típicas de aquellos tiempos. Ello se nota especialmente en una larga secuencia y contiene varios números musicales encadenados , para nada pesada y muy justificada en un su alternancia con una secuencia paralela en la que el protagonista tiene una crisis romántica y personal considerable.Curiosa
 
MI NOVIO ESTÁ LOCO (Brewster,s Millions, 1945 -Allan Dwan)


Excelente comedia, que podria compartir espacio frente a otros clásicos reputados del genero, y en la que se nota el estado de inspiración y gracia creativa en el que trabajó el maestro (según confesiones propias) . El argumento ya plantea una idea que el realizador exprime montando un circo frenético (el protagonista -un memorable Dennis O,Keefe- recién llegado de la guerra debe gastar un millón de dólares en un tiempo determinado para poder cobrar una herencia aun mas mayor) en una película de 75 minutos de ritmo vertiginoso, diálogos divertidos, soportados una bajo una puesta en escena tan sólida como transparente. Un clásico absoluto
 
MI NOVIO ESTÁ LOCO (Brewster,s Millions, 1945 -Allan Dwan)


Excelente comedia, que podria compartir espacio frente a otros clásicos reputados del genero, y en la que se nota el estado de inspiración y gracia creativa en el que trabajó el maestro (según confesiones propias) . El argumento ya plantea una idea que el realizador exprime montando un circo frenético (el protagonista -un memorable Dennis O,Keefe- recién llegado de la guerra debe gastar un millón de dólares en un tiempo determinado para poder cobrar una herencia aun mas mayor) en una película de 75 minutos de ritmo vertiginoso, diálogos divertidos, soportados una bajo una puesta en escena tan sólida como transparente. Un clásico absoluto

La vi, delicia pura, en la línea de las mejores comedias de esa época (Lubitsch, Hawks!). Y doblé la apuesta, con Up in Mabel's Room (Un casado en apuros, 1944) con bastantes actores repetidos y, por difícil que parezca, todavía es más genial, por ritmo y sentido del gag me recordó a Luna nueva de Hawks (aunque Dwan es más luminoso y optimista que Hawks), toda la película es una locura, pero tiene unos 20 minutos de puro vodevil entre parejas y habitaciones que es de lo mejor que he visto nunca. Me parece casi trágico que haya puras joyas tan escondidas.

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